¿Viajar a Pakistán? ¿Estás loco? Sí, claro que sí.

Porque Pakistán es un sueño hecho realidad para cualquier amante de los viajes auténticos. Si buscas esa sensación de aventura en una Naturaleza descomunal, alejarte de los destinos trillados y masificados, y encontrar el contacto directo con una gente que te ofrece una hospitalidad sin límite, Pakistán se convertirá en uno de tus destinos favoritos.

Las piedras desnudas de Chichen Itzá.

Las ruinas de Chichen Itzá tienen el atractivo de esos lugares que revelan la gloria y la ruina de las grandes civilizaciones. Sus piedras desnudas nos enseñan que nada es inmutable, y que hasta las más grandes culturas e imperios terminan por desvanecerse en el tiempo. A veces incluso, también en el olvido.

Los combates de donga: violencia ritualizada en el valle del Omo.

Ser testigo de una pelea ritual con dongas es algo excepcional. Es imposible no sentir una avalancha de sensaciones encontradas entre la brutalidad y la estética del combate, frente al ceremonial de bailes y cánticos y ante la épica de la lucha hombre a hombre. La sangre de las heridas abiertas junto al sufrimiento silencioso y digno de los hombres derrotados contrasta con la alegría contenida de los victoriosos. Estas imágenes son el colofón a una ceremonia peligrosa y casi prohibida.

El «cattle camp», base de la cultura ganadera de los surma.

Todavía es de noche cuando el guía surma nos interna por los senderos invisibles de la selva. Las primeras luces del alba apenas consiguen dar vida un cielo grisáceo de tintes plomizos. Vamos en busca de uno de los “cattle camp”, un campamento de ganado de los surma o suri. Allí seremos testigos de algunas de sus costumbres más chocantes e insólitas a ojos de cualquier occidental.

En busca de los surma.

Los tres días en territorio surma fueron los más intensos de este viaje al valle del Omo. Fueron días en los que pasábamos de la armonía al conflicto en un instante. Siempre bajo la atenta mirada de una gente reacia a cualquier influencia externa. Los surma nos hicieron sentir que habíamos llegado a los confines de un territorio todavía salvaje. Un lugar donde ellos eran los amos y señores.

Hacia territorio Nyangatom.

Hace un calor tórrido en territorio nyangatom. Tras cruzar el río Omo llegamos a la pequeña población de Kangatin, un villorrio que ha crecido a ambos márgenes de la carretera. Es mediodía y allí nos refugiamos durante unas horas en uno de los pocos bares del pueblo. A 37ºC a la sombra, la vida transcurre lentamente en este rincón perdido del valle del Bajo Omo.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies