Arlés y sus sorpresas.

Hoy Arlés sólo sería una pequeña ciudad de provincias con un glorioso pasado romano y medieval a no ser por un genio de la pintura llamado Van Gogh. El genial artista holandés reflejó en sus obras muchos de los rincones de esta ciudad del sur de Francia ante la incomprensión de sus vecinos.

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Arlés, asentada a orillas del Ródano, ha sabido aprovechar las herencias del pasado convirtiéndose en un destino turístico muy interesante. Y más cuando se complementa su visita con un viaje a la magnífica ciudad de Nimes y al cercano Parque Nacional de La Camargue.

Hoy Arlés es una pequeña ciudad de La Provence que vive de la herencia dejada por Roma, e ironías de la vida, del recuerdo del paso de Van Gogh. Pasear por Arlés es hacerlo por una sucesión de postales, reproducciones, carteles, anuncios, y souvenirs de las obras del pintor holandés. Tiendas, museos, cafés, objetos decorativos, rutas turísticas…Arlés glorifica así al que en su momento despreció llamándole el “fou roux”, el loco pelirrojo, durante su estancia entre 1888 y 1889.

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Las casas provenzales, con las puertas y ventanas pintadas de suaves colores pastel, contrastan con el blanco antiguo de las piedras con la que los romanos levantaron murallas, termas, anfiteatros y necrópolis. Piedra, historia y color es la combinación que define Arlés.

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Su fundación se remonta al S.VI a.C, cuando los griegos establecieron colonias comerciales repartidas por el Mediterráneo. Posteriormente la colonia griega fue invadida por los celtas que la llamaron Arelate. Después llegaron los romanos con la expansión por las Galias (imprescindible leer a Julio Cesar en su “Commentarii de bello Gallico”) y su expansión imperial. Así fue como la pequeña colonia griega asentada a orillas del río Ródano se convirtió en la colonia romana de Iulia Paterna Arelatensium Sextanorum, entrando en la Historia para quedarse.

Los 5 siglos de dominación romana convirtieron a Arlés en un importante enclave comercial y administrativo. Aquí se levantaron teatros, anfiteatros, acueductos, termas y foros que dieron esplendor a la ciudad. Sobre todo, cuando el emperador romano Constantino el Grande la eligió como uno de sus lugares de residencia en el S.IV convirtiéndola en la segunda capital del Imperio Romano de Occidente. 

Después Arlés vivió tiempos de decadencia. Hasta que en el siglo IX los condes de Provenza la convirtieron en una de las ciudades medievales más importantes de Francia gracias a su posición estratégica y su puerto fluvial. Además, aquí se estableció la sede del priorato de Saint-Honoré. Arlés se convirtió entonces en punto clave de las rutas de peregrinación a Santiago de Compostela. Si visitas los Alyscamps verás que todavía hoy este lugar está señalizado como punto de inicio del Camino.

Hoy, toda esta herencia histórica plagada de historias, ruinas y monumentos, se combina con el legado provenzal visible en sus estrechas callejuelas. Por todo esto la UNESCO declaró a Patrimonio de la Humanidad al conjunto de los monumentos romanos y románicos de la la ciudad.

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Les Arenes. El anfiteatro de Arlés

Es inevitable. Ni los edificios provenzales de no más de 3 plantas con contraventanas y puertas pintadas de colores pastel, ni los viejos jardines, ni las iglesias románicas…Quieras o no, vas a llegar a Arlés buscando el anfiteatro romano, Les Arenes, para comenzar este recorrido.

A diferencia del anfiteatro de la vecina Nimes, el anfiteatro de Arlés aparece como encajado entre el suelo de piedra y las casas que lo rodean. No hay muchos lugares desde donde apreciar sus verdaderas dimensiones. Desde el exterior podemos circunvalar su fachada, sus 60 arcadas y las torres defensivas añadidas durante la época medieval, cuando fue convertido en una fortaleza con viviendas.

El anfiteatro fue levantado a imagen y semejanza del Coliseo de Roma, pero en menores dimensiones. Además, hay que tener en cuenta que el tercer nivel de su estructura superior original desapareció cuando sus piedras fueron utilizadas para otras construcciones. Lo que vemos es lo que queda tras siglos de expolio y trasformaciones. Aún así resulta magnífico y se encuentra entre los mejor conservados del mundo. El anfiteatro ha sido pintado por grandes artistas como Picasso y Van Gogh, que retrató el público en las gradas en su cuadro Les Arènes.

Pero es desde el interior desde donde mejor se aprecian sus auténticas dimensiones y su forma ovalada. Además desde lo alto del anfiteatro podrás tener unas perspectivas estupendas de la ciudad y del Ródano.

El tamaño de sus pilares, la amplitud y altura de sus pasillos interiores, así como las dimensiones de su graderíos. El coste de la entrada merece la pena. Así verás que este viejo edificio romano sigue en uso a día de hoy como plaza de toros y lugar para la celebración de espectáculos públicos. Un ejemplo es el Festival de Arelate que se celebra en agosto recreando los espectáculos romanos con combates de gladiadores y cuadrigas. Curiosamente, la misma función con la que fue levantado hace 20 siglos.

Es cierto que la estructura moderna levantada como parte de las gradas, así como la existencia del foso taurino, “les Arenes”, oculta parte de su estructura. Pero al mismo tiempo permite la conservación de la construcción original. Su aforo, todavía hoy, supera las 20.000 personas, mientras que el Coliseo Romano tenía un aforo de unas 50.000. Teniendo en cuenta que la moderna Arlés tiene unos 60.000 habitantes, podemos entender mejor la importancia que tuvo Arlés durante el Imperio Romano.

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El Museo Departamental de Arlés

Aunque hay restos romanos repartidos por toda la ciudad, creo que el lugar donde mejor se aprecia este pasado es en el Museo Departamental de Arlés. Una auténtica joyita de museo con algunas piezas excepcionales. Lo más curioso es que muchas de ellas han sido encontradas enterradas bajo el lodo del río Ródano. Y esta es una de las razones del emplazamiento de este museo levantado donde se encontraba el antiguo circo romano, en el extremo sur de la ciudad.

Mucho se ha especulado acerca de cómo muchas de las piezas del Museo terminaron en el fondo del río. Lo importante es que el proceso de recuperación continúa aumentando su colección arqueológica. Su gran colección de sarcófagos romanos es de las mayores del mundo. Además, encontrarás numerosas lápidas, piezas numismáticas y bellos mosaicos recuperados de antiguas viviendas romanas. Pero hay 2 piezas que sobresalen sobre las demás.

La primera es un busto de Julio Cesar hallado en el Ródano en el 2007. Según los máximos especialistas del mundo, es uno de los pocos que no es copia de una copia de una copia. Sino que es uno de los escasos esculpidos del propio Julio Cesar en vida. Su estado de conservación es magnífico y tenerlo enfrente es como tener al propio Cayo Julio Cesar mirándote a los ojos.

La otra pieza, considerada un Tesoro Nacional en Francia, es un barco romano de trasporte fluvial de mercancías. Al estar sumergido en el lodo del río, la estructura de madera original se ha conservado casi intacta.

Las maquetas del Museo te ayudarán a ubicar mejor los distintos monumentos romanos todavía existentes. Esta es la razón por la que aconsejo visitarlo nada más llegar a Arlés. Aunque como ya he dicho, seguro que vas a ir corriendo primero a ver el anfiteatro.

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De paseo por la Arelatum romana

En Arlés se conservan algunas construcciones romanas muy curiosas. Quizás el premio se lo lleven los Criptopórticos, una gran estructura de pasadizos y galería subterráneas que soportaban el peso del antiguo Foro Romano. Su entrada se encuentra en el actual Ayuntamiento, el Hotel de Ville, y sus oscuras y húmedas galerías se ramifican bajo tierra.

Todavía no se sabe con absoluta certeza cuál era su uso, pero es de suponer que servían como almacenes de la ciudad. Curiosamente parte de las edificaciones del centro de Arlés siguen asentadas sobre estos criptopórticos de origen romano.

Del antiguo Foro apenas queda su nombre, Place du Forum, y un par de columnas y una esquina del frontispicio encastrados en la fachada del Hotel Nord-Pinus. Justo enfrente está el famoso Café La Nuit, también llamado Café Van Gogh en honor al pintor que lo inmortalizó pintándolo en una noche estrellada.

Muy cerca se encuentra el Antiguo Teatro Romano, construido un siglo antes que el Anfiteatro. Hoy poco queda de este teatro que podía albergar hasta 10.000 personas. Y casi todo lo que hay, se puede ver desde el exterior sin necesidad de pagar la entrada de acceso. A pesar de los estragos del tiempo y de que sus piedras fueron usadas para levantar otros edificios durante la Edad Media, todavía se usa para representaciones teatrales y artísticas. Aquí se encontró en el S.XVII la Venus de Arlés que hoy se encuentra en el Museo del Louvre de Paris.

A unos minutos a pie desde el Foro y ya muy cerca del río, encontramos las Termas de Constantino. Todos conocemos la querencia de los romanos por las termas, que no sólo eran lugares de higiene y descanso. También de reuniones, negociaciones, charlas entre amigos e intrigas de todo tipo. Cualquier ciudad romana que se preciara de ese nombre tenía que tener unas termas.

Y Arlés no podía ser menos. Sobre todo teniendo en cuenta que a comienzos del S.IV se convirtió en uno de los lugares de descanso favoritos del emperador Constantino el Grande. Sí, el que cambió el nombre a Bizancio para llamarla Constantinopla (hoy Estambul) y permitió el culto del Cristianismo.

Lo que hoy queda de las termas de Constantino no es ni una tercera parte de lo que eran cuando ocupaban casi 4000 metros cuadrados. Se sabe que los edificios que rodean las termas están asentados sobre la estructura original del frigidarium donde estaban las piscinas de agua fría. Desde el exterior se observa la construcción original en forma semicircular donde estaba el caldarium y parte de los muros. Para acceder al interior hay que pagar entrada.

Si esperáis encontraros unas termas con piscinas humeantes y demás os vais a llevar una decepción. Lo que queda son los restos de siglos de expolio. Así que contentaros con ver las canalizaciones subterráneas de agua y de la calefacción (el hipocausto) además de las salas abovedadas del caldarium de agua caliente, y las del tapidarium de agua templada.

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Los Alyscamps son un lugar muy curioso. Al igual que hacemos nosotros, los romanos ubicaban sus cementerios en el exterior de las poblaciones. Uno de los más importantes de la Arelatum romana y del Arlés medieval es hoy una especie de museo al aire libre de sarcófagos romanos, así como de tumbas, capillas e iglesias cristianas medievales. Es lo que se conoce como los Alyscamps, un lugar que te recomiendo visitar y por el que hay que pagar una pequeña entrada. Además, andando desde la Plaza de la República o desde el Anfiteatro tardarás apenas 10 minutos en llegar.

Allí te encontrarás con una especie de parque rodeado de árboles. El paseo central está flanqueado a ambos lados por grandes sarcófagos de piedra de diferentes tamaños. Muchos sarcófagos. Y todos han sido saqueados. Los que te encuentras al comienzo son los de época romana.  Apenas quedan rastros visibles de las inscripciones o la decoración de algunos de ellos.

Más adelante te encontrarás con los de la Edad Media. Fue entonces cuando se levantaron aquí un par de capillas y la iglesia de San Honorato del S.XII. que guardaba los restos de San Ginés, un mártir local. Fue tal la importancia religiosa que alcanzó este lugar que marcaba el inicio de la peregrinación al Camino de Santiago desde esta zona del sur de Francia.

Hoy su exterior se encuentra rodeada de enterramientos y sarcófagos expoliados. Imagino que en una noche fría y con niebla los Alyscamps tienen que ser un lugar muy especial. Pero de día las sensaciones que ofrece son de calma y tranquilidad. Quizás las mismas sensaciones que inspiraron a Van Gogh a pintar este tranquilo rincón de Arlés con los colores del otoño.

Cuando regreses al centro no dejes de fijarte en las murallas romanas y medievales que rodeaban la ciudad. Y sobre todo en la torre poligonal que se levanta entre el Boulevar des Lices y la Avenue des Alyscamps. Es la Tour des Mourgues y es una de las más antiguas de Arlés ya que fue construida por los romanos en el Siglo I d.C. Aunque originalmente era circular, su forma poligonal se debe a un añadido medieval posterior.

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El “fou roux”. La genialidad de Van Gogh

Qué tranquilos estaban los vecinos de la provinciana Arlés cuando el 20 de febrero de 1888 un desconocido Vincent Van Gogh llegó buscando la luz, el color y la inspiración de La Provenza. La primavera se anunciaba incipiente y los colores del campo, junto a la luz del Mediterráneo, despertaron la inspiración de un Van Gogh que pintó aquí casi 300 obras en apenas año y medio. De esa época son Los Girasoles, el Café de Nuit, la Noche Estrellada sobre el Ródano, el Puente de Langlois, la Casa Amarilla…y muchas más.

Van Gogh escapaba de los cielos grises y del desprecio que vivió en los círculos artísticos de París. Era un pintor fracasado que apenas conseguía vender algún cuadro y que dependía económicamente de su hermano Theo. Fue en Arlés y sus alrededores donde descubrió un nuevo mundo que se dedicó a pintar de forma convulsiva a base de pinceladas y colores, asentando definitivamente un nuevo movimiento pictórico: el Impresionismo. Aunque en ese momento nadie supo entender su forma de reflejar el mundo que veía.

Van Gogh recorrió a pie los alrededores de Arlés pintando escenas cotidianas y paisajes llenos de luz y color. Hoy todavía se puede ver el Puente Langlois levantado sobre el canal que va de Arles a Port-de-Bouc. Y si vienes a comienzos del verano, verás los campos de girasoles que tanto le llamaron la atención con sus amarillos intensos.

En Arlés fue donde tuvo su encuentro, y sus desencuentros, con el ya por entonces, famoso Gauguin, al que intentó agredir. Y fue aquí donde Van Gogh se cortó la oreja. Todo esto pasó en la Casa Amarilla donde residía y donde pintó muchas de sus obras. Hoy esa casa que estaba en la Plaza Lamartine ya no existe, así que no la busques. Fue destruida en los bombardeos aliados de 1944 cuando intentaban liberar el sur de Francia del ejército alemán.

Van Gogh era de personalidad errática, excéntrica, adicto al alcohol y los burdeles. Tras muchas noches de enajenación, de discusiones con Gauguin y de cortarse la oreja, los habitantes de Arlés solicitaron su ingreso hospitalario en diciembre de 1888. Tras un segundo ingreso, con delirios y alucinaciones, los habitantes de Arlés lo comenzaron a llamar el “fou roux”.  Finalmente abandonó Arlés para ser ingresado en el asilo de Saint-Paul, en la cercana Saint-Rémy-de-Provence.

Hoy puedes recorrer Arlés a pie siguiendo las huellas del pintor en el conocido como Circuito Van Gogh. Este es un recorrido por 10 lugares donde el pintor vivió, como la plaza donde estaba la Casa Amarilla. O lugares que pintó, como el muelle del Ródano, el Jardín Público en el Boulevard des Lices, los Ayscamps, el Viejo Molino de la calle Mireille, o el interior del Anfiteatro donde ya se celebraban corridas de toros. Y por supuesto, el Café La Nuit en la Plaza del Fórum.

La terraza de este café, también conocido como Café Van Gogh, parece conservarse tal como la retrató el pintor. Hoy hay jarrones con girasoles decorando el local y la fachada está pintada de amarillo. Es un lugar perfecto para tomarse un café e imaginar a van Gogh plantado en plena calle pintando la escena que inmortalizó en una noche plagada de estrellas.

Si subes a la segunda planta encontrarás arrinconadas la mesa de billar y la vieja caja registradora que Van Gogh pintó en algunos de sus cuadros. Es un lugar evocador, aunque totalmente enfocado a mantener el recuerdo del pintor ya que tanto mesas y sillas fueron diseñadas a imagen de las que aparecen en sus cuadros.


También podrás visitar el hospital de Arlés, el antiguo hôtel-Dieu Saint-Esprit, donde Van Gogh fue ingresado tras cortarse la oreja. Hoy este lugar se llama L´espace Van Gogh ubicado en la Place Félix Rey. Allí pintó algunas obras. La más conocida es el Patio del Hospital. Por supuesto el jardín se ha decorado con las mismas flores y plantas de tal forma que parece que estás viendo exactamente el cuadro. E incluso puedes situarte en el mismo ángulo desde el que lo pintó Van Gogh.

Por cierto, Félix Rey fue el doctor que trató a Van Gogh, y éste en agradecimiento le pintó un retrato. Pero al doctor y a su familia les pareció tan horroroso que la madre del médico lo usó para tapar una ventana rota en el gallinero de la casa familiar. Años después el cuadro fue adquirido por un marchante de arte que apreciaba la visión artística del holandés. Hoy este retrato está considerado uno de los mejores realizados por Van Gogh. Sin embargo Félix Rey, que vivió hasta 1952, siguió considerando a Van Gogh un fraude y sus obras, pésimas.

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Pero ¿todavía hay más cosa que ver en Arlés?

La Place de la Republique

Pues sí, aunque tras este recorrido por la romanidad de la antigua Arelate y las locuras de Van Gogh, ya habremos visto algunas de ellas. Ya habrás pasado por la Place de la Republique unas cuantas veces. Aquí se encuentra el Ayuntamiento con la entrada a los Critopórticos romanos. Y presidiendo la plaza una fuente del S.XVII sobre la que se alza un obelisco de época romana. Este obelisco se encontraba en el circo romano, donde ahora está el Museo Departamental de Arlés.

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Pero lo más interesante de esta plaza es la iglesia-catedral de Saint Trophine con los magníficos relieves y estatuas de los 12 Apóstoles de su portada románica del Siglo XII. Las escenas que representan el Apocalipsis y el Juicio Final son de las que merecen pasar un buen rato fijándose en los detalles, llamas incluidas. Si os fijáis todavía se pueden apreciar rastros del color original.

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No hay que olvidar que por aquí pasaban los peregrinos que iniciaban su ruta por el Camino de Santiago. Sin duda este pórtico puede estar considerado entre las obras cumbres del románico europeo. Su interior es de estilo provenzal y lo más destacable es el sarcófago tardo romano usado como altar en una de sus capillas. Te aconsejo visitar el claustro del antiguo monasterio con sus galerías columnadas y elaborados capiteles románicos y góticos.

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Sin duda la iglesia y el claustro de Saint Trophine son una visita obligada en Arlés. Pero también lo son las calles del casco histórico con esos edificios de estilo provenzal de puertas y contraventanas pintadas de colores pastel, azules, morados, ocres, amarillos…

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El Parc des Ateliers

Por otro lado, Arlés es una ciudad que no quiere ser sólo un museo. Quiere convertirse en el centro cultural y artístico de La Provenza a través de la Fundación LUMA. Desde 1969 se vienen celebrando en Arlés durante los meses de verano Les Rencontres d´Arles con la intención de convertirla en capital internacional de la fotografía.

Durante varias semanas los mejores fotógrafos del mundo exponen sus obras en los espacios históricos y culturales más importantes de la ciudad. Es una ocasión única para vivir Arlés de otra manera. He tenido la suerte de asistir un par de años, y la calidad de las exposiciones y el ambiente que se vive, son una auténtica gozada para todos los que amamos la Fotografía.

Uno de los lugares donde se celebran estas exposiciones es el Parc de Ateliers. En la inmensa nave llamada Grand Halle pude ver algunas de las exposiciones más interesantes. Aquí se encontraban los antiguos talleres de la SNCF, los trenes franceses, que se abandonaron en la década de 1980. No fue hasta entrado el Siglo XXI que se decidió rehabilitar toda esta zona restaurando los antiguos edificios y naves industriales para darles un uso cultural. Esta renovación continúa a día de hoy con un impulso renovado gracias a la creación de la Fundación LUMA.

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En su conjunto es un proyecto enorme que incluye la renovación de otras dos grandes naves industriales: la Forge y la Mechanique. Y la construcción por parte del arquitecto Frank Gehry (sí, el del Guggenheim de Bilbao) del que se va a convertir en el nuevo icono de la ciudad: una torre de cristal, espejos y metal que recuerda a las formaciones rocosas de la zona.

Las obras ya están en su etapa final, y es posible disfrutar de la estampa de este moderno edificio desde la lejanía. Aquí habrá auditorios, salas de exposiciones, biblioteca, restaurantes y aulas educativas. Toda una apuesta de Arlés por un futuro centrado en el desarrollo cultural y el fomento de la ecología.

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Una última recomendación. Si después de leer todo esto quieres visitar Arlés de una forma más económica, no dudes en comprar la Advantage Pass en la Oficina de Turismo. Cuesta 16 Euros y te da acceso a todos los monumentos, edificios y museos de la ciudad. Es válido por 6 meses así que realmente merece la pena.

Y ahora, a disfrutar de Arlés. La que fuera un antiguo establecimiento griego y luego una ciudad romana fundada por el mismo Julio César, sigue muy viva a día de hoy.

 

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