Las verdes praderas de Fairy Meadows frente al Nanga Parbat.

La carretera de Fairy Meadows es una de esas rutas que te hielan la sangre, donde sientes que tu vida pende de un hilo y donde el mínimo error se paga con la muerte. El trazado sinuoso e irregular de esta ruta excavada en la cordillera del Himalaya asciende hasta 3000 m. de altura. Es el comienzo de la ruta para llegar al primer campo base del Nanga Parbat, la novena montaña más alta del mundo.

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Viajar es aventurarse por sitios por los que nunca pensaste pasar, o a los que nunca soñaste en llegar. Y la carretera que sube hasta Fairy Meadows cumple estas premisas con creces. Y más cuando te subes en uno de esos pequeños 4×4 sin saber lo que te espera un poco más adelante.

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Los 16 km. de esta pista de montaña excavada a pico y pala se convierten en una sucesión de virajes en los que por momentos quedas como suspendido al borde de abismos imposibles. Donde la adrenalina se dispara, la boca se seca y sólo piensas en que tras cada curva te espera el fin de tus días. Os aseguro que esta carretera cumple con creces con lo que se ha escrito y publicado sobre ella. Y entenderás la razón de que siempre se encuentre en el TOP 10 de las rutas más peligrosas del mundo.

Pero entonces ¿por qué subirse a uno de estos desvencijados vehículos, poner tu vida en manos de un conductor con el que la comunicación es casi imposible y dejar que el destino decida si en unas horas seguirás existiendo? Quizás sea parte de nuestro ADN, esa que busca la aventura extrema, el riesgo sin motivos o el hecho de sentir que caminas al borde de la navaja (en este caso, nunca mejor dicho).

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Quizás sea la necesidad de alimentar el cuerpo con las endorfinas provocando la sensación de euforia y bienestar. Una recompensa a tanto corazón acelerado cuando te bajas vivo del 4×4 tras 2 horas de interminable traqueteo. O simplemente porque a algunas personas (entre las que me incluyo) nos gusta llegar más allá, que no es lo mismo que al más allá.

Sea como sea, el Raikot Bridge es el punto de partida de esta ruta que, además de ponerte los pelos de punta, te regala con paisajes y vistas espectaculares. También tienes que saber que esta es sólo la primera parte de la ruta que lleva hasta las verdes praderas de Fairy Meadows, a los pies del glaciar del Nanga Parbat. Porque el resto de la subida la has de hacer a pie.

Y para que os hagáis una idea de lo que se siente en esta «carretera», aquí os dejo este vídeo.

Gilgit, el comienzo de la aventura

La capital de la región de Gilgit-Baltistan en el norte de Pakistán es el punto de partida de nuestro recorrido. Por aquí pasa la carretera del Karakorum que une China con Pakistán y avanza hacia el sur siguiendo el trazado del mágico valle de Hunza.

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Desde la carretera los paisajes son imponentes. Los lejanos picos nevados de las montañas más altas contrastan con la aridez y ausencia de vegetación. Los valles, cubiertos de rocas y piedras por los continuos deslizamientos de tierras, contrastan con la fina cinta azul celeste del río Hunza. Hasta que se encuentra con el río Indo en el punto donde confluyen las tres cordilleras que marcan la geografía del norte de Pakistán: Himalaya, Karakorum e Hindukush.

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No esperes ver las 3 cordilleras juntas, ya que este lugar es una referencia geográfica. Aun así, el paisaje que se abre ante los ojos es magnífico. Sobre todo, si el tiempo acompaña y se dejan ver las cumbres nevadas del Nanga Parbat, la novena montaña más alta del planeta con sus 8126 m. en plena cordillera del Himalaya. Llegar hasta el primero de sus campamentos-base es nuestro objetivo.

Más al sur la carretera del Karakorum cruza el Raikot Bridge sobre el río Indo en su largo camino hacia Islamabad. Es el lugar donde se encuentra la cooperativa de conductores locales con los que hay que negociar el precio de la subida a Fairy Meadows. No tiene pérdida porque veréis que los arcenes de la carretera están ocupados por los coloridos 4×4 y sus conductores.

El precio final se negocia dependiendo del número de personas que suban, si es un viaje de ida y vuelta, si los conductores tienen que esperarnos, o regresar a buscarnos porque pasamos una noche o más en Fairy Meadows.

Has de saber que este camino de tierra fue construido hace mucho tiempo por los habitantes de la zona. Por lo tanto, es una carretera de peaje privada gestionada por la cooperativa de conductores. Y ellos son los únicos autorizados a realizar esta ruta con sus 4×4 pues conocen cada curva y cada piedra del camino. Ellos son los encargados de trasportar personas y material hasta el lugar donde empieza el último tramo de esta ruta que se hace a pie. De su habilidad y del conocimiento de cada piedra del camino depende la seguridad de sus pasajeros, y la suya propia.


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Si al final decides aventurarte a subir hasta Fairy Meadows, antes tienes que saber varias cosas:

Si te dan miedo las alturas, sufres de vértigos o tienes problemas cardiacos, ni se te ocurra subirte a uno de esos 4×4

-Ten en cuenta que tras la subida en 4×4, te esperan otras 2 o 3 horas de subida a pie por senderos de montaña hasta llegar a Fairy Meadows. Por lo tanto, sólo merece la pena subir si estás en forma y si vas a pasar la noche en alguno de sus refugios de montaña.

Ten preparado un Plan B. Esta carretera está cerrada durante el invierno cuando queda cubierta de nieve y en teoría abre de abril a septiembre. Aunque puede pasar que algún derrumbe de piedras o avalancha de nieve la bloquee temporalmente, o que te encuentres con una huelga de conductores, una avería… Ten en cuenta que estás en el remoto norte de Pakistán y que aquí cualquier cosa puede pasar.

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Subiendo a Fairy Meadows

Es hora de subirse al 4×4. Si vas a pasar la noche tendrás que encajar donde puedas tu equipaje. Además, como extranjeros que somos, iremos acompañados por un militar y un policía armados como medida de seguridad impuesta por el gobierno pakistaní. Posteriormente, el ascenso a pie también se hace acompañados por guías locales.

Arrancamos. El ascenso de entre hora y media y dos horas por la estrecha carretera de tierra y piedras excavada en la ladera de la montaña bordea precipicios imposibles. Mientras las ruedas del 4×4 rozan el vacío en cada curva, se dispara la adrenalina y el corazón se pone a 200 mientras la carretera parece desaparecer por momentos. Al mínimo fallo del conductor ya puedes decir eso de “adiós mundo cruel”.

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En el 4×4 no hay ventanillas, así que la sensación de peligro se acrecienta por momentos. Las laderas del valle son tan pronunciadas que es casi imposible ver el río Tattu al fondo del abismo. Un río que nace directamente del Raikot Glacier a los pies del Nanga Parbat. Sus cumbres nevadas se adivinan entre las nubes a 8126 m. de altura. Y mientras ascendemos sólo esperamos que el mal tiempo no nos impida disfrutar de toda su belleza.

El conductor para. Con una llave aprieta los tornillos de una de las ruedas delanteras. Más adelante, otro Jeep se detiene de golpe mientras una nube de humo sale de su interior. Tras quitar una maza de cables quemados, reemprende la marcha como si nada.

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Seguimos ascendiendo esquivando rocas caídas de la ladera y rozando la pared de piedra. Al otro lado sólo está el vacío. No hay muros, barreras ni bordillos que aporten algo de seguridad al trazado. La tensión se incrementa cuando de frente aparece otro Jeep. Hay que buscar un lugar lo suficientemente ancho para los dos. Aun así, uno tiene que pasar con las ruedas sobre el mismo borde de la carretera.

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Tras dejar atrás un par de aldeas construidas en la otra orilla del río, se adivina el fin de la carretera. Llegamos exhaustos por las emociones vividas y la alegría de seguir vivos. Aunque también pensando que hay que repetir el trayecto para regresar.  

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A pie hacia las verdes praderas de Fairy Meadows

Desde luego, vaya nombrecito empalagoso. Lo de Fairy Meadows se le ocurrió a un norteamericano y creo que los pakistaníes le deberían poner un nombre más auténtico. Mientras negociamos con algunos guías locales que suban el equipaje a caballo, nos preparamos para las 2 o 3 horas de caminata que nos esperan. Para los pakistaníes, acostumbrados a marchas a pie más intensas, esta subida es un “camino llano”. Pero quizás tú no la veas igual. Si no estás en forma siempre queda el recurso de subir montado a caballo tras pagar un módico precio.

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Las praderas de Fairy Meadows se encuentran a 3.300 m. de altitud en un lateral del glaciar Raikot, que se origina en el Nanga Parbat dando nombre al río que ha formado el valle por el que hemos subido.

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Ascendemos por un estrecho camino rodeados de bosques de grandes coníferas, sobre todo pinos y piceas, además de abedules y sauces en las zonas más cercanas al río. Muchos de estos magníficos árboles han sido talados provocando un grave problema de deforestación. Además de corrimientos de tierras provocados por la pérdida de la cobertura vegetal de las laderas de las montañas. Y aunque la tala se ha prohibido, la madera sigue siendo un recurso fundamental para los habitantes de la zona. Tanto para construir las típicas casas de madera y adobe, como para calentarse en invierno y cocinar.

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El camino por las pronunciadas laderas se sigue estrechando. Tanto que sólo cabe un pie delante del otro y es necesario apoyarse en la pared de roca para no acabar cayendo al vacío. Aquí cualquier despiste o resbalón puede resultar fatal, por eso os recomiendo venir con calzado que se agarre bien al suelo.

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Tras una parada para tomar un reconfortante chai caliente, llegamos a Fairy Meadows, una sucesión de verdes praderas de montaña rodeadas de bosques y picachos nevados. El paisaje idílico sobre el que se alzan las cumbres del Nanga Parbat sólo se ve alterado por la presencia de los hoteles y refugios de montaña. Todos son de madera, así como las cabañas donde dormimos que, aunque no tiene calefacción, si tienen agua corriente y luz eléctrica.

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Nada más llegar nos tiramos sobre las alfombras y cojines alrededor de la estufa central de la sala comunal. La estancia es muy agradable, se está calentito y además nos sirven unos chais que nos hacen recuperar las fuerzas.

En el exterior la temperatura baja rápidamente mientras las nubes siguen cubriendo las cumbres cercanas. De pronto, se abre un claro en el cielo y unos tímidos rayos de luz colorean por unos instantes las nieves eternas del Nanga Parbat. Es un momento muy especial, el único en el que podré vislumbrar la belleza de las cumbres nevadas rodeado del silencio de la montaña. En unos segundos las nubes ocultan de nuevo al Nanga Parbat y lentamente cae la noche. Es hora de ir a cenar, tomar un chai e irse a dormir esperando que la mañana amanezca con cielos despejados.

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A las 6 de la mañana y con 0 grados centígrados en el exterior, la decepción se dibuja en los rostros de los que esperamos subir al glaciar. Las nubes cubren casi por completo el glaciar y el Nanga Parbat. Finalmente, tras casi 2 horas de espera, la situación no mejora. Es el momento de iniciar el largo regreso a Gilgit. La alta montaña exige respeto y hay que saber asumir que no siempre nos vamos a encontrar con las circunstancias idóneas. El descenso a pie es un continuo mirar hacia atrás por si surge el milagro, pero no. Es el momento de seguir adelante y pensar que para la próxima quizás haya mejor suerte. Quién sabe.

Nos espera de nuevo la carretera y el descenso hacia un mundo que parece muy lejano. Y lo que es el ser humano, la bajada entre abismos, precipicios y cortados por la que es una de las carreteras más peligrosas del mundo, ya no nos parece tan peligrosa.

Lo que sí os aseguro es que es una experiencia inolvidable.

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