El valle de Hunza: el «reino perdido del Himalaya».

El valle de Hunza es uno de esos lugares del mundo bendecidos con una belleza que supera lo imaginable. Un destino en el norte de Pakistán que aúna la aventura, la amabilidad de sus habitantes y las huellas que dejó a su paso la mítica de la Ruta de la Seda. Todo ello aderezado con una naturaleza de alta montaña que te deja con la boca abierta.

Aquí los paisajes son una auténtica locura visual. El río Hunza, con su azul celeste, serpentea entre valles y paredes de piedra talladas a pico. Este es un mundo en trasformación de enormes montañas, inmensos glaciares, rocas gigantes y derrumbes casi constantes. Una tierra dura y amable al mismo tiempo. Reseca en sus alturas, pero salpicada de árboles y fértiles campos de cultivo en sus valles fluviales.

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Gilgit, la vía de entrada al valle de Hunza

Hoy te llevo bien lejos: a la región de Gilgit Baltistan, la más turística de Pakistán, un país en el que seguro que no has pensado para ir a pasar tus vacaciones. Después de llegar a Islamabad, te recomiendo tomar un vuelo directo hasta Gilgit. Recorrer los 500 km. que separan ambas ciudades por carretera es una auténtica prueba de resistencia de casi 15 horas. Pero antes has de saber que los vuelos a Gilgit sólo salen si las condiciones climáticas son perfectas. Así que te deseo suerte.

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Desde el avión descubrirás unos paisajes inmensos de montañas nevadas, glaciares y picos que superan los 8000 metros de altitud con la cordillera del Himalaya a la derecha y la del Karakorum a la izquierda. Te volverás loco saltando de ventanilla en ventanilla para poder verlo todo.

Gilgit es una pequeña población enclavada en un fértil valle a unos 1400 m. de altitud. A su alrededor las montañas resecas y desnudas alcanzan los 7000 m. Aquí os recomiendo visitar uno de los vestigios budistas más importantes de Pakistán, el Kargah Buda de 15 m. de alto.  Se encuentra en lo alto de una pared de roca de las inmediaciones de Gilgit y fue tallado hacia el S.VII cuando por aquí pasaba la Ruta de la Seda. Además de su valor histórico, el Kargah Buda permanece intacto a diferencia de otros vestigios budistas de Pakistán.

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Gilgit es el punto de partida para recorrer algunos de los lugares más bellos de esta región pakistaní. Hacia el norte se llega al grandioso valle de Hunza y a su antigua capital Karimabad. Y más allá se encuentran las montañas y glaciares de Gulmit y Passu.

Hacia el sur nos espera el punto de confluencia geográfico del Karakorum, el Himalaya y el Hindukusk en el punto de unión entre el río Indo y el río Hunza. Y más adelante una de las carreteras más peligrosas del mundo, la que el ascenso a Fairy Meadows, el punto de partida para llegar al glaciar del Nanga Parbat. La novena montaña más alta del mundo.

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Hunza, «el reino perdido del Himalaya«

Érase una vez un reino que controlaba una de los valles más hermosos por los que trascurría la Ruta de la Seda. En sus momentos de mayor esplendor se extendía entre Xinjiang en la frontera china al noreste, hasta los pasos montañosos del noroeste en Afganistán. Las riquezas del comercio permitieron a los sucesivos reyes de Karimabad levantar una serie de fortalezas entre los siglos XI y XIII. Construcciones que todavía se alzan a día de hoy dominando el valle formado por el río Hunza.

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A mediados del siglo pasado el ingeniero y geólogo norteamericano John Clark pasó un año y medio en el pequeño y remoto reino de Hunza. En un libro publicado en 1956 con el sugerente título de Hunza, Lost Kingdom of the Himalayas, relató las experiencias vividas en este lugar que por entonces permanecía congelado en el tiempo. El reino de Hunza, controlado por los ingleses, se mantuvo como un estado principesco tras la independencia de la India y la constitución de Pakistán como país independiente en 1947.

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Finalmente pasó a formar parte de Pakistán como distrito de Hunza en la provincia de Gilgit-Baltistan. Y si sentís curiosidad por saberlo ya os digo que sí: que el heredero al reino de Hunza sigue viviendo en una nueva residencia que construyó su familia en Karimabad.

Historias como esta son las que hacen que te quedes prendado de un valle en la que tradicionalmente se ha ubicado el mítico Shangri-La, el remoto y hermoso lugar imaginario donde la vida se acerca a la perfección. Mito que se ha querido reforzar con la idea de la longevidad casi sobrenatural de sus habitantes, y que se ha demostrado del todo falso. Sí, los habitantes de Hunza viven muchos años y con buena salud. Con una alimentación sana sin procesados, azúcares, pesticidas, aditivos ni aguas contaminadas; sin estrés urbano ni contaminación química, y en un entorno de montañas, vivir sano hasta llegar a muy mayor es también algo habitual en otros lugares del mundo.

Sea como sea el valle de Hunza es de esos lugares que no pueden faltar en una visita al norte de Pakistán. Aunque sólo sea por el trayecto que parte de Gilgit hacia el norte adentrándose en el valle de Nagar entre moles de piedra y escarpadas montañas cubiertas de nieve.

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Obligatoriamente vas a tener que parar en el Rakaposhi View Point. Allí podrás tomar un chai y comer algo en la terraza que se encuentra a los pies del glaciar y de las cumbres del imponente Rakaposhi con sus 7788 m. de altura. Te deseo buena suerte con el tiempo, porque en mi caso las nubes cubrían casi por completo sus paredes de hielo. Por algo a esta montaña los locales la conocen como “la madre de las nieblas”.

La «autopista» del Karakorum sigue en gran parte el trazado de la antigua Ruta de la Seda, ruta que todavía es visible desde la carretera que lleva hacia el valle de Hunza. Su capital, Karimabad, antiguamente conocida como Baltit, se levanta sobre las escarpadas rocas que dominan el valle del río Hunza que serpentea a sus pies con un increíble color azul.

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Estamos a unos 2000 m. de altitud en una tierra conocida por la amabilidad de sus habitantes y donde los rasgos físicos denotan las diferentes procedencias de muchos de ellos. En Hunza llegaron a vivir más de 35 etnias diferentes. Aquí convivieron chinos, afganos, hindús, tibetanos y caucásicos procedentes del Asia Central, así como etnias que llegaron de Rusia, fáciles de reconocer por su altura, piel clara y ojos azules.

En el valle de Hunza la religión dominante es la de los ismaelitas, una versión mucho más abierta y liberal del Islam chiita. Algo que es evidente a primera vista, aunque no hay que olvidar el peso de la tradición en las relaciones sociales y familiares. Aquí la mujer tiene una presencia activa en las calles, no se cubren el rostro y se puede conversar con ellas. Las jóvenes pueden cursar estudios superiores en la Universidad y muchas mujeres trabajan en los negocios familiares ligados al turismo.

Aunque queda mucho por hacer, la situación de la mujer aquí es más amable que en otras regiones de Pakistán. Algo que pude comprobar tras ser invitado a la casa de unos familiares de nuestro guía Amin Khan. Sus hermanas hablan inglés, trabajan en los negocios familiares y una de sus sobrinas está a punto de empezar la Universidad.

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En todo este proceso de cambios sociales hay que mencionar la ingente tarea de la Fundación Aga Khan (AKF), el guía espiritual de los ismaelitas. Su Fundación ha invertido en esta región una gran cantidad de recursos humanos, financieros y técnicos. Su objetivo es facilitar el acceso a la educación, la salud y a nuevas oportunidades laborales a los más desfavorecidos, entre ellos a muchas mujeres. Por todas partes veréis hospitales, escuelas y museos que llevan el nombre de la AKF. Su labor ha convertido a esta región en una de las que tienen un menor índice de analfabetismo del país. Algo que también pude comprobar tras visitar las escuelas de los valles de Rumbur y Bumburate en el territorio de los Kalash.

Los inolvidables atardeceres sobre Karimabad

La mejor forma de admirar la belleza y grandiosidad de este valle es subiendo al mirador de Duiker Hill también conocido como Eagle´s Nest Point. Ver el atardecer desde aquí arriba supone vivir un momento mágico. Los últimos rayos de sol iluminan parte del valle, coloreando las nubes y las cumbres nevadas más cercanas. El Utar Sar, el Shisparé Sar, el Rakaposhi y muchos más rodean por completo el valle con alturas que oscilan entre los 6000 y los 8000 metros. Este es un enclave privilegiado entre el Himalaya, el Karakorum y las fronteras de Afganistán y China. Un lugar para quedarse sin palabras, admirando la belleza del ocaso, sin más.

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El Fuerte Altit

Karimabad la antigua capital del reino de los Hunza, guarda otras agradables sorpresas. No hay que olvidar que durante siglos fue una encrucijada de caminos por donde pasaba la Ruta de la Seda y las caravanas que viajaban entre el Hindu Kush y el valle de Cachemira. Y los Hunza tenían que proteger el valle. Por eso no os podéis perder una visita al Fuerte Altit, una vieja construcción militar del S.XI que se eleva encaramado a lo alto de una gran roca con una caída de 200 m sobre el río Hunza.

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Su torre de madera y adobe es un mirador privilegiado sobre el valle. Y sus estancias, el recordatorio de tiempos pasados pre-islámicos, cuando los reyes hacían construir sus fortalezas y decorar sus palacios por arquitectos y artistas tibetanos procedentes de Skardu. Por eso la influencia budista en la decoración de los pilares de madera de mil años de antigüedad es más que evidente. En ellas veremos su tradicional simbología de flores de loto o cruces sauvásticas, que en el budismo giran en contra de las agujas del reloj y simbolizan el devenir de la vida. Hay que saber que el islam llegó a esta región hacia 1620.

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El fuerte Altit siguió cumpliendo sus funciones defensivas con la llegada de los ingleses en el S.XIX. Los británicos ocuparon esta zona para evitar que los rusos invadieran la región del Pamir, pues esta era la vía de entrada natural a la India. Los ingleses construyeron una ampliación del fuerte con una gran terraza que da a las viejas casas de adobe y madera construidas a sus pies. Una vista que te retrotrae a tiempos pasados, que aquí sigue siendo presente. Mientras tanto, el fuerte continuó siendo utilizado como residencia de verano por los herederos de la casa Real de Hunza hasta 1936. La belleza y el frescor de sus jardines de albaricoques y las vistas al valle justificaban estas estancias.

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En el año 2001 el segundo hijo y heredero del último Mir (rey) de Hunza Ameen Khan, regaló el castillo a Aga Khan Cultural Service que, junto a la embajada de Noruega, financiaron su restauración entre el 2010 y el 2016. Todo esto y mucho más os lo contará de forma amena y divertida el sr. Jawid, un guía excepcional y una auténtica biblioteca andante. De lo mejor que he visto en acción como guía de monumentos en mucho tiempo. Y cuando digo «en acción«, es porque no dudará en colgarse y hacer equilibrios imposibles asomándose al precipicio sobre el río Hunza para tomarte una foto.

Justo enfrente del acantilado sobre el que se levanta el Fuerte Altit, pero en la otra orilla del rio Hunza, se encuentran las “Sagradas Rocas de Hunza” o Haldeikish. Son decenas de figuras talladas en las rocas datadas 1000 años a.C. y las huellas, todavía respetadas y casi intactas, de la influencia dejada por el budismo y el hinduismo a su paso por estas tierras.

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La fortaleza-palacio de Baltit

El lugar de residencia por excelencia de los reyes de Hunza y de su familia hasta 1945 fue el fuerte de Baltit. Su construcción se inició en el S.XIII y su elegante y sutil decoración se encargó también a los reputados artistas tibetanos. No hay que olvidar que durante el S.XIII
Baltistan formó parte del reino del Tíbet, y esa es la razón del parecido arquitectónico de este fuerte con el palacio de Potala en Lhasa, la capital del Tíbet. Aunque en un tamaño mucho más pequeño, claro.

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La fortaleza-residencia de Baltit domina desde las alturas la población de Karimabad. Encaramada sobre una serie de terrazas de piedra, llegar hasta ella exige darse una caminata en ascenso por las viejas calles de la antigua capital de los Hunza. El momento perfecto para comprar artesanía o frutos secos en las tiendas locales, y encontrarse con las sonrisas sinceras y las miradas curiosas de una gente que es todo amabilidad.

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La primera sorpresa al llegar a los pies del fuerte Baltit es encontrarse con el sr. Salahuddin, el jefe de seguridad del fuerte desde hace 24 años. Su aspecto elegante, su mirada directa y sus grandes mostachos son la imagen personificada de este lugar. Fue todo un privilegio poder fotografiarlo con tranquilidad

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La visita guiada a esta residencia palaciega supone hacer un viaje al pasado, a una época en la que la familia del Principado de Hunza residía aquí. Un lugar donde todavía es posible sentir cómo era su vida caminando sobre viejas alfombras, viendo las antiguas fotografías, así como sus trajes tradicionales, sus armas y recuerdos familiares.

El guía nos va llevando por las diferentes estancias mientras nos relata historias del pasado del fuerte, de la influencia de otras culturas en su construcción y de sus viejas tradiciones. Un recorrido que avanza en paralelo con la historia de sus reyes y príncipes.

En 1890 se renovó totalmente la parte superior de las terrazas incluyendo nuevos ventanales y las vidrieras de colores con vistas al valle. Las vistas panorámicas desde lo más alto son magníficas. Finalmente, el fuerte Baltit fue abandonado tras 700 años por la familia real en 1945 cayendo en el abandono y el olvido. Ante la amenaza de ruina total, en la década de 1990 comenzaron los trabajos de asentamiento y recuperación de esta construcción con el apoyo financiero de la Fundación Aga Khan Trust for Culture. Aunque los trabajos terminaron en 1996, todavía continúan en la zona de los cimientos, ya que el fuerte se construyó sobre la morrena de un antiguo glaciar.

La fortaleza puede visitarse todo el año y sólo espero que su vieja estructura de piedra y madera resista por muchos años más. Recordando a todos las antiguas glorias del Principado de Hunza, dueño de un pequeño reino perdido entre las altas montañas del Karakorum y el Himalaya.

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Hacia el norte del valle de Hunza

El valle de Hunza es el lugar perfecto para los amantes de las caminatas, del senderismo y de la escalada de alta montaña. Sus altas montañas y sus panorámicas de impresión se vuelven todavía más imponentes cuando salimos de Karimabad siguiendo la carretera del Karakorum hacia el norte, hacia la frontera con China. En el camino nos espera el lago Attabad con sus aguas de color azul celeste. Además de los escenarios imponentes de Passu presididos por sus glaciares y por los afilados picos de los Passu Peaks. Pero todo esto os lo contaré un poco más adelante.  

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