Laponia: desconectando del mundo en el norte de Finlandia.

¿A quién se le ocurre viajar a Laponia en febrero, con temperaturas que rondan entre los -10 y los -30ºC? Y no estoy hablando de un viaje durmiendo en hoteles con todas las comodidades, con excursiones en trineo tirados por perros, ni aventuras en motos de nieve. Estoy hablando de recorrer a pie, con raquetas de nieve, el mayor parque nacional de Finlandia.

Y por si fuera poco, arrastrando una pulka (trineo) con todo lo que necesitas para sobrevivir en condiciones extremas. Sí, una pulka de entre 30 y 50 kg de peso, cargada con alimentos, tiendas de campaña, sacos de dormir…y todo lo necesario para enfrentarte a un entorno tremendamente hostil.

Vaya locura ¿verdad? Sí, porque estoy hablando del Círculo Polar Ártico, con sus nevadas, sus ventiscas, sus trampas de hielo, sus bosques helados…Sin cobertura telefónica, sin internet, totalmente desconectado del mundo. Un lugar perfecto para conocerte a ti mismo, buscando tus límites. Y superándolos. Porque somos más fuertes y resistentes de lo que puedas imaginar.

Vale, hay que estar en forma. Hay que estar acostumbrado a andar (mucho). A levantarte cuando te hundes en la nieve hasta la cintura, con raquetas incluidas. A tirar para adelante cuando la ventisca helada no te deja ver a un par de metros. Y a arrastrar esa pulka como una condena, por cuestas, lagos helados, y por donde se pueda, peleando para que no se enreden los arneses. Al fin y al cabo, lo que llevas dentro de la pulka te permite sobrevivir aquí.

Laponia: a la búsqueda de auroras boreales

Y te preguntarás: y todo esto ¿para qué? Pues por ganas de aventura, para conocer y superar tus límites físicos y mentales, para aprender cómo sobrevivir en condiciones extremas de frío. Y, sobre todo, para poder ver, disfrutar, extasiarse, admirar y fotografiar las auroras boreales, las mágicas luces del norte.

Hasta este viaje a la Laponia finlandesa mi búsqueda de las auroras boreales había sido siempre un fracaso. Hace años viajé al norte de Suecia sin verlas. También a Noruega en primavera, donde me sorprendió una ola de calor con temperaturas que superaban los 30º. No vi auroras, pero el recorrido por los fiordos cercanos a Bergen fue una maravilla. Pasé dos semanas recorriendo Islandia en pleno invierno buscando la magia de las auroras danzando en el cielo. Dos semanas de cielos cubiertos y ausencia de actividad electromagnética. Y tampoco las vi en el Quebec canadiense, y eso que viajé en pleno invierno, entre enero y febrero.

Esta vez tenía que ser. Así que para Laponia que me fui. Y por fin, sí, pude ver el baile de las auroras boreales danzando sobre mi cabeza.

Viajando a la Laponia finlandesa

Como sabréis el territorio de Laponia se reparte entre Noruega, Suecia, Finlandia y parte de la zona fronteriza con Rusia. Hoy los sami que habitan la región, comparten características culturales, étnicas y también diferenciaciones lingüísticas dependiendo de su origen. Pero todos comparten un espacio geográfico caracterizado por su dureza, y una cultura donde la cría y pastoreo del reno todavía marca el ritmo de sus vidas.

Desafortunadamente en este viaje apenas he podido tener contacto con los sami de estas tierras. Este viaje, en un pequeño grupo de aventureros, no estaba planteado para ello. Durante los 5 días que permanecimos en plena naturaleza nos cruzamos apenas con 2 personas. Dos pastores de renos embutidos en abrigos de piel montados sobre sendas motos de nieve. Por supuesto pararon a preguntar si estábamos bien o necesitábamos algo. Tras unos minutos de charla ellos siguieron su camino, y nosotros el nuestro.

Para llegar hasta aquí hay que volar a Helsinki, y luego tomar otro vuelo al pequeño aeropuerto de Ivalo, cerca de la ciudad de Inari. Nuestro destino es el parque nacional Lemmenjoki, el más grande de Finlandia con unos 2800 km2, y uno de los mayores de Europa. En realidad, haremos una ruta circular de unos 50-60 km. en varias etapas que comienza a orillas del río Lemmejoki, un río aurífero que da nombre al parque. Cuando llegamos a las cabañas del hotelito Ahkuntupa regentado por una mujer sami y su esposo, estamos rodeados de nieve y el río es un bloque de hielo.

Esa misma noche, tras cenar un delicioso salmón, podemos vislumbrar las primeras auroras boreales, muy débiles y apenas perceptibles a simple vista. Todos nos ponemos a analizar las aplicaciones donde se indica la posibilidad de ver auroras en nuestra zona y el índice Kp que señala su intensidad. A partir del índice 3, las auroras son ya visibles. Superada esta cifra, el espectáculo de luces de colores iluminando el cielo puede desbordar cualquier cosa vista o imaginada.

Tras desayunar hay que preparar todo el material y cargarlo en las pulkas. Hay que aprender a manejarlas con los correajes atados a la cintura, y distribuir el peso de acuerdo con la fuerza de cada uno. Tras descender al cauce helado del río nos ponemos en fila india para evitar enredarnos con los atalajes y, de paso, caminar sobre la trazada marcada en el hielo y la nieve. Así las pulkas se deslizan más suavemente y el esfuerzo es menor.

Y para que visualices lo que supone este viaje de aventura y supervivencia en este entorno polar extremo, aquí te dejo este vídeo:

Siete días de hielo y nieve

La primera etapa es de unos 10 km. Tras adentrarnos en el parque nacional siguiendo el curso del río, esperamos la oportunidad de cruzarnos con unos renos. O mucho mejor, con alguno de los enormes alces que viven aquí. Y sí, 2 o 3 horas después de iniciar la marcha vemos a lo lejos una hembra de alce que rápidamente nos da la espalda y con un elegante trote se pierde entre la espesura del bosque. El cielo está despejado, no hace mucho frío (unos -10ºC), nuestras pulkas se deslizan suavemente sobre el hielo y ya hemos visto un alce. La cosa no podía haber empezado mejor.

Dos horas después apenas podemos ver al que va delante, y todavía menos oírnos. La temperatura ha bajado y una ventisca helada de hielo fino y nieve en polvo nos rodea por todas partes. Durante un buen rato avanzamos casi a ciegas entre el viento helado, perdiéndonos en nuestros pensamientos. Esto es el invierno polar. Y esta ventisca nos recuerda que estamos a 300 km. al norte del Círculo Polar Ártico.

Ya por la tarde, la ventisca desaparece. El cansancio de las primeras horas empieza a hacer mella en todos nosotros. El refugio de Ravadasjärvi ya no puede estar muy lejos. Nuestra intención es dormir en los refugios del parque nacional mientras haya sitio libre. Si no, toca montar las tiendas de campaña y dormir al raso. Todos rezamos para dormir bajo techo, al menos esta primera noche.

Al caer la tarde las nubes que cubren el cielo el cielo empiezan a adquirir tonalidades anaranjadas. ¡Qué maravilloso espectáculo nos regala la Naturaleza para terminar esta primera e intensa jornada! El refugio está ahí delante, pero nos hundimos en la nieve hasta la cintura y apenas podemos avanzar. Exhaustos llegamos a la pequeña cabaña de madera donde afortunadamente no hay nadie.

Tras descargar el material de las pulkas y horadar un agujero en la capa de hielo del río con un gran berbiquí para extraer agua, nos lanzamos a preparar la cena. Todos estamos cansados y hambrientos. Pero mientras cenamos no perdemos de vista el cielo a la búsqueda de auroras boreales. Esa primera noche unas tímidas bandas de luz verdosa asoman en el cielo. Y desaparecen sin más.

Durmiendo en un congelador

La mañana aparece luminosa y despejada. Tras desayunar, recoger todo, montar las pulkas y limpiar el refugio, ya casi es mediodía. Pero el siguiente refugio, el de Kultahamina, está a unos cómodos 5 km. de distancia.

Dejamos atrás el río y nos adentramos en un bosquecillo de abedules. El refugio está también vacío y nos dividimos entre los que duermen bajo techo en la cabaña, y los que nos toca dormir en una especie de gran teepee de madera. Desde el exterior la idea parece genial, pero cuando despejamos de nieve la puerta de entrada, descubrimos que la parte superior está abierta al cielo, y que las paredes de madera del interior están cubiertas de una capa de hielo. Más que una nevera, este teepee es un congelador.

Tenemos que quitar a paladas la nieve del suelo del teepee y de la parrilla para poder cocinar. Y después ir a buscar agua al río por el conocido sistema de abrir un agujero en el hielo con el gran berbiquí para extraer el agua con una bomba de vacío manual. Moverse por los alrededores es casi una odisea, porque a cada paso que damos, nos hundimos hasta la cintura en la nieve.

Por la noche la temperatura en el “congelador” baja tanto que preferimos ni saberla. Durante la cena, a base de salchichas a la parrilla, las risas y el buen humor no faltan. Afortunadamente llevamos sacos de dormir que resisten hasta los -40ªC, y como podemos nos arrebujamos en el suelo helado unos al lado de otros.

Por los bosques de Laponia

En el tercer día nos alejamos del cauce del río para adentrarnos entre los bosquecillos de pinos y abedules. Los troncos y las ramas cargados de nieve nos rodean mientras nos dirigimos hacia el refugio de Morgamoja a unos 5 km. de distancia. El estrecho camino es una sucesión de subeybajas. Tenemos que arrastrar las pulkas en las subidas clavando las raquetas en la nieve. Mientras que en las bajadas nos adelantan y tenemos que sujetarlas con las cuerdas para evitar que nos lleven por delante.

La temperatura ronda los -10ºC y la verdad, no hace viento y el sol luce tímidamente. La caminata es muy agradable y en pocas horas llegamos al refugio, que está vacío. El refugio de Morgamoja es una gozada. Las 2 confortables cabañas de madera se encuentran en la ladera de un pequeño valle. Y hay incluso una típica sauna finlandesa. Aprovechando que no hay nadie decidimos quedarnos aquí 2 noches. Tras instalarnos nos prepararnos una buena comida. Menos mal que nos hemos traído provisiones en abundancia desde España.

Por la tarde nos vamos a dar una vuelta por las colinas cercanas, ya sin las pulkas. Xavi, nuestro guía, conoce un lugar en lo alto de una colina donde podemos tener conexión con nuestros móviles, y para allá que vamos. Tras un buen rato en ascenso abriendo ruta en la nieve entre los bosques nevados, las zonas más altas se presentan peladas. Sólo hay nieve y más nieve, y colinas vacías de vegetación hasta donde alcanza la vista.

No vemos a nadie, ni a nada. Ni siquiera renos. Y eso que hay unos cuantos miles por la viviendo en semi-libertad por la zona. La única señal de vida que vimos durante estos días fue un par de perdices nivales que vuelan alejándose en cuanto nos acercamos. Xavi es el único que consigue fotografiarlas.

Comienza el baile de las auroras en Laponia

 A la vuelta prendemos fuego en la estufa de la sauna, y nos metemos todos a sudar en la pequeña cabaña de madera. Es el momento de echar unas risas mientras salimos a rebozarnos en la nieve, para entrar de nuevo corriendo a la sauna. Porque no puedes venir a Finlandia, y no disfrutar de una buena sauna finlandesa.

Esa noche, tras la cena, comenzó el baile de las auroras. Entusiasmados, salimos al frío de la noche para disfrutar del espectáculo. No sabíamos todavía que las auroras de esa noche eran el aperitivo de las que vendrían la noche siguiente. Aun así, quedamos todos prendados durante los breves momentos en los que la noche quedó pintada de tímidos colores.

El día siguiente amaneció espléndido. Tras las tareas habituales que hacemos entre todos (aunque siempre hay quien desaparece como por arte de magia), hacemos una breve excursión para los alrededores y comenzamos a hacer un igloo. Xavi nos explica que aún sin hielo, es posible construir un refugio en la nieve para evitar dormir al raso en caso de necesidad, y no perecer congelado.

Tras apilar una montaña de nieve y prensarla, Xavi comienza a excavar un agujero en la parte más baja. Ese agujero será la entrada, y desde ahí se comienza el vaciado de nieve del interior. Para evitar excavar demasiado en las paredes, se clavan desde el exterior unos palos de unos 20 o 30 cm como guía. Cuando desde el interior lleguemos a tocar esos palos, sabremos que por ahí debemos parar. De esta forma conseguiremos una pared con grosor uniforme. Para evitar que el agujero de la entrada se hunda, colocamos una pulka al revés como soporte sobre los lados y la cubrimos con nieve.

Tardamos unas 3 horas en tener preparado el igloo, al que le pusimos hasta una ventana con un bloque de hielo sacado de la superficie del hielo. Y aunque cabían fácilmente dos personas, nadie quiso pasar la noche dentro, y más teniendo en cuenta las cómodas cabañas con estufa de madera que teníamos a nuestra disposición. Ese día tampoco apareció nadie.

También montamos una tienda de campaña, porque al día siguiente, sí o sí, íbamos a dormir en las tiendas porque ya no había más refugios disponibles.

La noche nos sorprendió con un estallido de colores en el cielo. Era el ansiado momento esperado tantos años: el maravilloso, grandioso, fascinante e hipnótico espectáculo de las auroras boreales. Poco a poco el cielo se fue llenando de luces de colores, de cortinas verdes y moradas que dibujaban formas fantásticas.

Durante un par de horas las auroras aparecían, se movían y desaparecían. Las luces refulgían en el cielo estrellado y ajenos al frío, mientras observábamos maravillados el que sin duda es uno de los más grandiosos y bellos espectáculos de la Naturaleza.

Las auroras de esa noche fueron la guinda del pastel de este recorrido circular por Lemmenjoki. Un estallido de luz y color que todavía brilla en mis ojos.

El día más duro

Descansados y cargados de buenos recuerdos, iniciamos la ruta de regreso en dos etapas. El día se presentaba frío y gris. Tras recoger todo y cargar nuestro material en las pulkas, nos despedimos de las cabañas de Morgamoja. Todavía no eran las 10 de la mañana y nos esperaba un largo camino de ascenso de varias horas por las colinas peladas. El camino que habíamos comenzado a abrir los días anteriores apareció cubierto de nieve. Las pulkas se volcaban y a cada paso que dábamos nos hundíamos, raquetas incluidas, en la nieve fresca caída por la noche.

Entonces llegó la ventisca. Una cizalla de hielo y nieve se abatió sobre nosotros en uno de los altos, mientras se desplomaba la temperatura. Casi no veíamos al de enfrente mientras avanzábamos penosamente por la tundra helada. Cada poco teníamos que detenernos para esperar a los que iban quedando atrás. Durante horas avanzamos como pudimos, hasta que por fin nos adentramos en una zona boscosa y el tiempo mejoró.

Comenzamos a descender, alternando pequeñas subidas y bajadas más prolongadas. Tras una breve parada para comer, seguimos adelante. El largo descenso entre bosquecillos, entre los que vimos algunos renos, se prolongó 3 horas más. Sólo quedaba atravesar la superficie helada del lago Hanjilijarvi para acampar en la otra orilla.

De nuevo se levantó el viento helado mientras la nieve en polvo se arremolinaba a nuestro alrededor. Llevábamos casi 9 horas arrastrándonos por la nieve, cuando por fin localizamos una zona amplia donde acampar. Estábamos agotados tras caminar unos 15 km. Comenzaba a anochecer y todavía había que aplanar la nieve y montar las tiendas de campaña bajo la ventisca. Este fue uno de esos momentos en los que sacas fuerzas de flaqueza para descubrir que todavía no has llegado a tu límite.

Como pudimos, logramos montar las tiendas enlazándolas unas a otras. Y poniendo las pulkas con peso en la parte baja para evitar que salieran volando durante la noche. A pesar de las capas de ropa y de las botas impermeables, estábamos empapados. Sólo quedaba preparar la cena en los hornillos, pero la temperatura era tan baja que apenas se calentaba. Agotados, y con los pies helados, nos metimos cada uno en su saco mientras el viento seguía soplando.

El último día. Un sueño cumplido

Amanece el último día de este periplo por la Laponia finlandesa. La mañana aparecía con un cielo cubierto, pero tranquila, sin viento. Lo peor de levantarse es tener que meter los pies calentitos en esas botas heladas y todavía húmedas. Unas botas que no nos sacamos hasta que 6 horas después llegamos a nuestro punto de partida en el hotel Ahkuntupa.

Tras desmontar las tiendas, el día trascurrió sin nada reseñable caminando de forma casi automática sobre la nieve. Hasta que de nuevo enlazamos con la superficie helada del río Lemmenjoki. Cada uno arrastraba en silencio el cansancio de los días anteriores mientras los pensamientos se acumulaban en la cabeza.

La llegada a las cabañas del hotel fue un alivio para todos. Por fin pudimos darnos una ducha caliente, y recordar los momentos vividos compartiendo una estupenda cena de carne de reno con salsa de arándanos y puré de patatas.

Habíamos conseguido arrastrar las pulkas y caminar en condiciones extremas a lo largo de más de 50 km. Habíamos tenido la suerte de dormir casi todas las noches en refugios, de no pasar mucho frío y, sobre todo, de ver auroras boreales. En lo personal, estaba encantado de comprobar que estaba en mejor forma física de la que pensaba. No me dolía nada. Y tras la noche de descanso en el hotel, estaba de nuevo listo y preparado para lo que fuera.

La experiencia de ver las auroras boreales fue sencillamente asombrosa e inolvidable. Un sueño cumplido tras muchos años persiguiendo las esquivas luces del norte. Un aliciente más para seguir cumpliendo sueños, por muy difíciles que se me pongan.

Conclusiones de esta ruta invernal por Laponia

Esta es una ruta centrada en la experiencia aventurera, en el esfuerzo físico y en conocer las técnicas de supervivencia básicas en un entorno polar ártico. Este tipo de viajes se suele realizar en grupos pequeños de 8-10 personas. Aunque si eres un experto en este tipo de latitudes y de condiciones climatológicas, se puede hacer en solitario. Sobre todo, en verano, cuando es mucho más fácil orientarte y seguir las rutas aconsejadas que están bien señalizadas. Pero en invierno las cosas se ponen mucho más complicadas ya que los senderos suelen quedar cubiertos por la nieve. Aunque siempre queda el recurso de buscar las huellas de las motos de nieve de los pastores sami.

Físicamente supone una experiencia de dureza relativa, pero que se puede sobrellevar sin un esfuerzo excepcional. Sobre todo, si tienes una buena forma física, estás habituado a hacer ejercicio, caminar por la montaña o andar en bicicleta. Lo más importante es contar con fondo y resistencia para caminar durante horas mientras arrastras la pulka.

Respecto al frío, las temperaturas de entre -10º y -20º C no fueron nunca un problema ya que llevaba ropa térmica e impermeable adecuada para soportar bajas temperaturas. Además, la técnica de las “capas de cebolla” (capas de ropa) no falla. Como se suele decir en el norte de Europa: No hace frío. Sólo es que no llevas la ropa adecuada.

Los paisajes de la tundra finlandesa de Lemmenjoki no me parecieron excepcionales. Quizás por tratarse de paisajes llanos con algunas colinas no muy elevadas con bosques no muy densos. O por la imprevista ausencia de animales. Por ello hubo momentos en el que las jornadas se hicieron un tanto monótonas. Si queréis un consejo, al contratar una excursión similar, intentad que incluya también alguna actividad con trineos, fat-bikes o motos de nieve para completar los días de marcha a pie. Y ya puestos, se agradecería un poco de contacto con los habitantes y la cultura local de los samis.

Afortunadamente tuvimos la suerte de contar con un par de noches donde las auroras boreales nos brindaron un espectáculo único e inolvidable. Y ya por ello mereció la pena realizar este viaje.

En definitiva. Si te gusta la el frío invernal, aislarte en una Naturaleza salvaje, buscar tus límites físicos y mentales, vivir una experiencia fuera de lo habitual y disfrutar de las auroras boreales, este es tu viaje. Si no, lo mejor es que busques otras opciones.

Consejos prácticos para sobrevivir en Laponia

Es evidente que, para hacer una caminata como esta en pleno invierno, es imprescindible contar con una buena preparación física (aunque tampoco hay que ser un atleta) y viajar con el material adecuado.

Te aconsejo llevar:

  • Botas altas resistentes al frío y totalmente impermeables. Te aconsejo que prestes especial atención al calzado. No te olvides que vas a caminar muchas, muchas horas, a temperaturas bajo cero, y con los pies siempre cubiertos de una capa de nieve helada.
  • saco o sábana de dormir
  • bastones de nieve
  • 1 botella termo
  • Ropa interior técnica
  • Capas intermedias de ropa
  • Corta-vientos, chaqueta y pantalones largos como los utilizados para esquiar
  • Guantes. No hace falta que sean muy gruesos porque al caminar con los bastones las manos van a mantener la temperatura.
  • Braga de cuello térmico y gorro
  • Calcetines de invierno
  • Gafas de sol/gafas de esquí
  • Linterna frontal (más baterías adicionales)
  • Toalla
  • Medicamentos y productos de aseo personales
  • Traje de baño, por si te entra la timidez en la sauna
  • Baterías externas (powerbank) para recargar las pilas de cámaras, móviles, etc.
  • Equipo de fotografía. Te aconsejo extraer las baterías mientras no uses tu cámara. Y llevar, en lo posible, la cámara y el smatphone lo más cerca posible del cuerpo.

Las empresas que organizan estos viajes te facilitarán, además de la pulka, un saco de dormir de invierno (bendito saco), manoplas, botas impermeables de repuesto y un chaquetón de invierno.

Sobre la comida, te recomiendo traer toda la que puedas desde tu país de origen. Será más barato que comprarla en Finlandia. Y desde luego será de mejor calidad y variedad que las típicas latas de conservas de carne irreconocible. O que las galletas secas y las salchichas con mucho pan con las que suelen “regalarnos” las agencias encargadas de organizar este tipo de viajes. También te aconsejo cargar con una buena cantidad de barritas energéticas y frutos secos, perfectas para comer algo durante las caminatas.

Los refugios cuentan con estufa de leña, cocina de gas y utensilios básicos de cocina. Así que podrás cocinar tus recetas favoritas mientras fuera cae la nieve o brillan las auroras boreales. Y si no, siempre quedan los hornillos y las bombonas de gas con las que iremos cargando por media Laponia en las pulkas para preparar nuestros guisos al aire libre.

Sobre el agua, toca sacarla de los ríos helados. O derretir nieve, que es más lento, en un hornillo o una estufa. Os aconsejo hervirla antes de dejarla enfriar para beber. Aunque siempre puedes cargar con pastillas potabilizadoras si tienes un organismo no habituado a las amebas y a otros pequeños bichos.

Por todo esto, y porque es un viaje de aventura extrema, te recomiendo viajar con el mejor Seguro de Viajes que incluya las coberturas más completas. Un Seguro de Viajes te ahorrará preocupaciones y muchos problemas. Por eso te recomiendo HEYMONDO. Es el que utilizo siempre. Además si lo contratas directamente desde aquí, tendrás un 5% de descuento.

 

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