
Queyras y Ristolas: explosión de colores otoñales en los Alpes franceses.
Viajar en otoño siempre me ha parecido una forma de escapar de las prisas, del turismo masivo y del ruido que llena tantos destinos en verano. Es esa estación en la que la naturaleza se viste de colores rojizos, amarillos y anaranjados. Un espectáculo que en los valles de Queyras y Ristolas en los Alpes franceses alcanza una intensidad casi mágica.
Hoy quiero llevarte a uno de esos rincones de los Alpes que todavía guardan un aire de autenticidad, donde los bosques parecen iluminarse con un fuego dorado y las montañas se reflejan en lagos alpinos: el Parque Natural Regional de Queyras y Ristolas.
Suelo viajar a cada año adiferentes zonas de los Alpes franceses. Y te puedo decir que los valles de Queyras y Ristolas son uno de esos tesoros ocultos que todavía no aparecen en las guías de viaje. Y precisamente ahí está su encanto: no hay multitudes, no hay teleféricos ni estaciones de esquí que lo devoren todo, sino valles donde el tiempo trascurre más despacio siguiendo los ritmos impuestos por la Naturaleza.
Aparte de sus espectaculares bosques, una de las cosas que más me enamoraron de esta zona fue la tranquilidad de sus pueblos en otoño. Caminar con la cámara por las callejuelas de Château-Ville-Vieille, Molines-en-Queyras o Arvieux es descubrir otro tipo de fotografía: la de la vida rural alpina, con sus graneros, sus balcones llenos de leña apilada y los detalles de un modo de vida que no ha cambiado tanto como en otros lugares.
Mientras en verano estos pueblos se llenan de senderistas y ciclistas, en octubre las tiendas y cafés, si no han cerrado, funcionan a ritmo pausado. Los mercados se llenan de productos locales (quesos, miel, embutidos), y el ambiente se vuelve casi familiar. Son el lugar perfecto donde aprovisionarse de todo lo necesario para disfrutar de una estupenda fondue de queso, o de una raclette tradicional.
Qué es y dónde están Queyras y Ristolas
Queyras es un valle alpino encajado en el extremo sureste de Francia, pegado a la frontera italiana, al norte del Piamonte. Si vienes desde cualquier punto de Francia tendrás que pasar por Briançon. Desde este momento te digo que no tiene la fama de Chamonix, ni el glamour de los Alpes suizos. Pero, precisamente por eso, conserva una autenticidad que inevitablemente termina por conquistar a quienes buscan el contacto directo con la naturaleza.
Aquí los pueblos de piedra y madera parecen detenidos en el tiempo, las carreteras serpentean hasta perderse en collados panorámicos, y los bosques de alerces (sí, esos pinos caducifolios que en otoño se tiñen de amarillo dorado) dominan el paisaje.
En el corazón de este paraíso está Ristolas, un pequeño pueblo en el fondo del valle del Guil, puerta de entrada a rutas que suben hasta lagos de montaña, glaciares y miradores espectaculares. Y del otro lado, Italia.
El otoño en Queyras y Ristolas: el plan perfecto para fotógrafos de Naturaleza
Si tuviera que elegir un motivo para recomendar Queyras en otoño sería este: los alerces y su despliegue de color.
A diferencia de otras coníferas, el alerce se viste de un amarillo intenso antes de perder sus agujas, creando una atmósfera cálida y vibrante, incluso cuando las cumbres, casi siempre tapadas por las nubes, empiezan a cubrirse de nieve.
La combinación de cielos azules, picos nevados y bosques dorados es un regalo para cualquier fotógrafo. A eso añade los reflejos en los lagos, la niebla matinal levantándose entre los valles y las luces bajas del otoño, que acarician el relieve y lo hacen todo más fotogénico.
No hace falta ser un profesional para volver con fotos espectaculares: basa con caminar, detenerse y dejarse sorprender. No te olvides de fotografiar esos pequeñas cosas que a veces nos pasan desapercibidas: hojas, setas, líquenes, musgos…Te aseguro que no te vas a llevar una decepción porque este lugar es mágico.
Consejos fotográficos para aprovechar el otoño
Fotografiar en Queyras y Ristolas durante el otoño requiere algo de preparación, pero sobre todo paciencia y sensibilidad. Aquí van algunos consejos prácticos:
- Madruga y quédate hasta tarde: las luces del amanecer y del atardecer son suaves y mágicas en esta época. Además, evitarás contrastes demasiado duros. Y si los cielos están cubiertos y llueve, sigue fotografiando.
- Juega con los reflejos: los lagos y riachuelos son aliados perfectos para duplicar la belleza de los bosques dorados.
- No olvides el teleobjetivo: muchas veces pensamos solo en grandes angulares, pero con un 70-200 mm (o similar) podrás aislar detalles de montañas, árboles o juegos de luz.
- Usa un trípode ligero: el otoño trae días más cortos y menos luz, así que un trípode te permitirá disparar con ISO bajo y máxima nitidez.
- Busca el contraste: los alerces amarillos brillan todavía más cuando los combinas con el azul del cielo, el blanco de la nieve o las sombras profundas del bosque.
- Incluye escala humana: un senderista, una cabaña o una carretera pueden servir para mostrar la magnitud del paisaje.
Rutas y lugares imprescindibles en Queyras y Ristolas
Voy a proponerte varias rutas y rincones que considero imprescindibles en Queyras y Ristolas si lo que buscas son fotografías memorables de otoño. Son rutas de dificultad media o fáciles que no te llevarán mas de 3-4 horas de caminata. Así que carga agua y provisiones para comer en el campo en tu mochila, y adelante.
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El Lago Egorgéou y el Lago Foréant
La clásica excursión desde Ristolas lleva hasta el Lago Egorgéou, un espejo de agua rodeado de bosques de alerces que en octubre parecen encendidos. Es un recorrido relativamente sencillo, unas dos horas de subida, perfecto para fotografiar tanto los detalles del bosque como las panorámicas con las cumbres nevadas del Pic du Malrif.
Si tienes fuerzas para continuar, llegarás hasta el Lago Foréant, todavía más espectacular, con tonos azul profundo que contrastan con el dorado del otoño. Lleva trípode si quieres jugar con reflejos y largas exposiciones en el agua.
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El Col Agnel y el panorama hacia Italia
El Col Agnel es uno de los pasos más altos de los Alpes, a 2.744 metros, y conecta el Queyras con el Piamonte italiano. En otoño la carretera suele estar despejada hasta bien entrado octubre y ofrece una de las vistas más amplias y fotogénicas de la región.
Aquí podrás jugar con grandes angulares para capturar el mosaico de montañas, pero también con teleobjetivos para destacar la geometría de las crestas y las texturas de los bosques. Si hay algo de nieve reciente, el contraste con los alerces amarillos es de postal. Durante mi viaje pasé 3 días esperando a que los cielos cubiertos de nubes se abrieran en algún momento. Algo que no sucedió. Aún así el espectáculo visual que ofrecen estos valles y montañas es de los que cortan la respiración.
- Bosque de Ristolas y Reserva Natural de Haut-Guil
Ristolas es un punto de partida ideal para explorar los senderos que entran en la Reserva Natural de Haut-Guil-Viso, al pie del Monte Viso (3.841 m), el gigante italiano que domina el horizonte. Aquí encontrarás algunos de los bosques de alerces más fotogénicos que puedas imaginar.
Las sendas que remontan el valle del Guil son suaves, ideales para perderse con la cámara y practicar fotografía de bosque: encuadres verticales, juego de perspectivas, contraluces con las agujas amarillas. Un filtro polarizador puede ayudarte a intensificar el cielo y eliminar reflejos no deseados.
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El Lago de Roue y los bosques de Ceillac
Si buscas un lugar tranquilo y fácil de acceder, el Lago de Roue, cerca de Ceillac, es una joya escondida. En mi caso hice una ruta circular partiendo del Chateau de Queyras para ascender por los bosques de pinos y alerces hasta alcanzar el lago de Ceillac. En un día soleado el agua del lago refleja el bosque de alerces que en otoño parece sacado de una pintura impresionista. Es el típico lugar donde puedes pasar horas buscando el encuadre perfecto: desde los reflejos completos hasta los pequeños detalles de hojas flotando en el agua. Las praderas que lo rodean son el lugar perfecto para detenerse a tomar algo y reponer fuerzas.
Queyras y Ristolas, un viaje fotográfico otoñal imprescindible
El otoño en Queyras y Ristolas es un festival de color, silencio y paisajes puros. Para quienes viajamos con una cámara, esto significa libertad. Libertad para esperar la luz sin prisa, para sentarse junto a un lago en silencio, para perderse por senderos donde lo único que oyes es el crujir de las hojas bajo los pies y el repicar de las gotas de lluvia mientras caminas por el bosque.
Estos valles, bosques y montañas son lugares se quedan grabados para siempre en la retina (y en la tarjeta de memoria). Si te apasiona la fotografía de naturaleza y estás buscando un destino distinto, sin masificaciones y con paisajes únicos, recuerda los nombres de Quyras y Ristolas. Te aseguro que cuando vuelvas a casa y revises tus fotos, sentirás que has descubierto un rincón de los Alpes que todavía mantiene su belleza casi intacta.
Y quizás, como me pasó a mí, te entren ganas de regresar cada otoño para seguir capturando sus colores y su magia cambiante.
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