Tepoztlán, razones para visitar un Pueblo Mágico.

Ahí está Tepoztlán. Desde las alturas del Cerro del Tepozteco la vista se pierde en este valle rodeado de montañas recubiertas de una vegetación casi selvática. He llegado a la cima donde se levanta la pirámide mexica levantada en honor del dios Tepoztécatl. Abajo el Pueblo Mágico de Tepoztlán me espera.

En México hay lugares donde el tiempo parece haberse detenido. Pequeños pueblos que mantienen un encanto especial sustentado en viejas tradiciones. Donde se vive con una tranquilidad cada vez más difícil de encontrar en los tiempos que vivimos. Lugares que mantienen su identidad forjada en la mezcla de la herencia mexica y española. Donde la sorpresa y el descubrimiento de lo desconocido todavía es posible.

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Tepoztlán es uno de estos pueblos donde se aúnan Historia, costumbres ancestrales, gastronomía prehispánica, una gente maravillosa y cierto misticismo. Esta es la razón por la que en el año 2009 obtuvo la calificación de “Pueblo Mágico”. Además se encuentra en una ubicación natural excepcional ya que está rodeado por el Parque Nacional El Tepozteco. Sus cerros rocosos con más de 600 m. de altura se elevan sobre el valle ofreciendo unos paisajes realmente hermosos.

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¿Qué son los Pueblos Mágicos?

En 2001 la Secretaría de Turismo de México decidió impulsar la actividad turística en poblaciones que mantenían sus tradiciones, cultura y arquitectura originales. El objetivo era ayudar a conservar la herencia histórica y cultural de estos lugares facilitando ayudas estatales y promoviendo el acceso del turismo. Para su selección se tuvieron en cuenta el mantenimiento de la herencia indígena y sus antiguas tradiciones, ser el lugar donde acontecieron hechos históricos o contar con un legado colonial español de consideración. A día de hoy hay más de 100 pueblos repartidos por la geografía mexicana que cuentan con el calificativo de “Pueblo Mágico”.

A todo esto Tepoztlán añade un entorno natural privilegiado y su cercanía a la capital, Ciudad de México. Parece increíble que sólo 80 Km. separen dos lugares tan diferentes. Además Tepoztlán se encuentra a unos 20 km. de otro lugar que me encanta en este mismo estado de Morelos: Cuernavaca. Por todo esto Tepoztlán es el lugar perfecto para realizar una escapada de un día desde la capital, o mejor de un fin de semana.

Si viajas a Ciudad de México no te olvides de disfrutar algunas de las muchas experiencias que sólo vas a encontrar aquí: visitar las pirámides de Teotihuacán o la basílica de Guadalupe, recorrer Xochimilco en trajinera, visitar Puebla y Cholula, conocer la casa de Frida Kahlo.  Y muchas más.

Lo más fácil (y barato) para llegar a Tepoztlán desde CDMX es acercarse en metro (estación Tasqueña) hasta la Terminal Sur de Autobuses. De aquí salen autobuses de la compañía OCC cada 15-30 minutos hacia Tepoztlán. Tras poco más de una hora de trayecto el autobús llega a la Terminal Central ubicada en las afueras de Tepoztlán. Desde aquí son 20 minutos de caminata hasta el centro. O unos pocos pesos si decides tomar un taxi.

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Qué ver en Tepoztlán

A primera vista Tepoztlán parece un pueblo sin nada especial. Esa impresión desaparece progresivamente a medida que descubrimos que aquí hay “algo más”. Desde la lejanía las casas bajas y las calles empedradas no aportan ninguna pista. Los altos cerros rocosos que rodean Tepoztlán nos dan la primera señal de que estamos en un lugar privilegiado de clima suave, rodeados de vegetación exuberante y aire puro.

Te aconsejo llegar temprano y bien desayunado porque la primera visita es la más exigente. Es hora de calzarse botas de montaña, aprovisionarse de agua y prepararse para caminar en un entorno casi selvático. Porque vamos a adentrarnos en el Parque Nacional El Tepozteco para subir a una montaña sagrada. Allí, a 600 m. de altura sobre Tepoztlán, se encuentra una pirámide prehispánica que ofrece unas vistas privilegiadas sobre todo el valle. Y más tarde descubriremos los secretos de la gastronomía prehispánica en el Mercado de Tepoztlán.

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Contemplando el mundo desde una pirámide prehispánica

Entre abril y mayo el viento sopla con fuerza entre las cañadas de los cerros que rodean Tepoztlán. El resto del año el calor y la humedad se aferran a las laderas semi-selváticas. Es entonces cuando es fácil observar a las aves rapaces aprovechar las corrientes térmicas para planear en el aire sin cansarse.

Para subir hasta la pirámide del Tepozteco te aconsejo comenzar entre las 8 y las 9 de la mañana. A esas horas todavía se puede disfrutar del frescor matinal y estarás de regreso en el centro del pueblo antes del mediodía. Calcula que para subir necesitarás entre 45 minutos y una hora, aunque esto dependerá mucho de tu estado de forma. En total calcula unas dos horas para subir, disfrutar del paisaje y bajar.

El camino que conduce hasta lo alto de la pirámide comienza al final de una de las principales calles del pueblo, la del Tepozteco. Desde la calle se puede ver la parte superior de la pirámide casi oculta por las copas de los árboles allá en lo alto. Verás indicaciones señalando por dónde tienes que ir. Muy pronto se accede a un paseo en ascenso rodeado de puestos de artesanías, recuerdos y bebidas para los turistas.

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El paseo se convierte en camino cuando alcanzamos la Cruz de Axitla levantada junto a un gran árbol, un ahuehuete cuyo tronco centenario está dividido en dos. Es el comienzo de una ruta que muchos consideran mágica y cargada de espiritualidad.

A partir de aquí te espera casi una hora de ascenso por una sucesión de escalones irregulares. Las piedras del camino se levantan por la acción de las raíces de los árboles. Aquí y allá regueros de agua se filtran de entre la roca. Grandes ficus aquí llamados amates, y toda una variedad de árboles y arbustos propios de la selva tropical caducifolia como ahuehuetes o cipreses mexicanos, pinos o cerezos me rodea a lo largo del ascenso. De vez en cuando paro para recuperar el aliento y disfrutar de estar casi solo en un lugar donde la naturaleza todavía muestra gran parte de su belleza.

Finalmente se llega a una estrecha vaguada donde se encuentra la verja de acceso a la zona arqueológica. A partir de ahí se inicia un tramo de empinadas escalinatas que conducen directamente a la base del templo piramidal levantado en honor a Ometochtli Tepoztécatl, el dios del pulque y la fertilidad. Aquí se encuentra el control de acceso donde tendrás que pagar 55 pesos si quieres acceder a la la pirámide. Hacia la izquierda hay una zona arqueológica de la que apenas quedan unas zonas aterrazadas con vistas sobre el valle.

La pirámide, construida antes de que llegaran aquí los mexicas (aztecas) entre los siglos XII-XIV, no es que sea muy grande. Su basamento sólo consta de dos cuerpos, tiene unos 10 m. de alto y para acceder a ella basta con subir 13 escalones. Pero el lugar donde se encuentra tiene unas vistas extraordinarias sobre Tepoztlán, el valle y los cerros circundantes. Si merece la pena subir hasta aquí es por disfrutar de la belleza del camino que trepa por la montaña y por estas panorámicas únicas.

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Terremotos y conventos

El 19 de septiembre de 2017 un fuerte terremoto sacudió el estado de Morelos afectando seriamente a Tepoztlán. Precisamente uno de los edificios más afectados fue el ex Convento de la Orden Dominica. El temblor resquebrajó las torres de los campanarios y afectó gravemente al techo del convento. A su lado se encuentra la iglesia de la Virgen de la Natividad que también sufrió daños. Durante mi visita los alrededores del antiguo edificio levantado en 1560 se encontraban vallados. Los campanarios se encontraban asegurados y no se sabe todavía si se podrá reconstruir lo dañado. Este lugar es todo un emblema de Tepoztlán y sus vecinos temen que no se repare por falta de fondos y de interés por parte del INAH. Una pena ya que su interior se podía visitar y era todo un referente del pasado novohispano de la región. Desgraciadamente este terremoto también afectó a otros conventos e iglesias de la época colonial de la zona y ocasionó numerosas víctimas.

Tampoco pude visitar el Museo Arqueológico Carlos Pellicer que se encuentra pegado al Ex Convento. Allí se exponen piezas arqueológicas prehispánicas de las culturas olmeca, maya, zapoteca y totonaca, así como diversos objetos encontrados en la zona del Tepozteco.

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Los tianguis de artesanías

Muy cerca del ex Convento se encuentra el lugar más animado de Tepoztlán: el Mercado Artesanal. Aquí, además del mercado de comida, encontrarás los típicos productos artesanales de la zona. Desde alfarería a cestería de mimbre, pasando por instrumentos musicales como el peonaztli o palo de lluvia, velas aromáticas, tejidos tradicionales, artículos de papel hechos con la corteza del amate…Y por supuesto las caretas de los conocidos chinelos de los que te hablaré más adelante.

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Lo mejor de este mercado es su ambiente relajado de auténtico sabor local. Además de artesanías encontrarás multitud de puestos de los productos de la tierra. Desde primeras horas de la mañana los agricultores locales ofrecen aquí el fruto de su trabajo en el campo. El festival de color y tipismo está asegurado. Aquí no faltan los nopales, los higos, el maíz, las papas, el jitomate, las flores de cempasúchil, las variedades de chiles, los chapulines (saltamontes), la flor de calabaza, setas…además de todo tipo de verduras y frutas. También encontrarás carnicerías donde las especialidades locales son la cecina (finísima) y los chicharrones de cortezas de cerdo.

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Si quieres una propuesta gastronómica diferente, ven a Tepoztlán

Por si esto fuera poco hay una sección del mercado dedicada a la preparación de comidas caseras. Son puestos regentados por familias algunas de las cuales elaboran platos ancestrales de orígenes prehispánicos. Son recetas trasmitidas de generación en generación que sorprenden por su color, su forma, sus ingredientes y sobre todo por su sabor. Y el mejor ejemplo son  las tlalqueteadas, una especie de bolas hechas a base de vegetales o frutas que se preparan a la plancha y se sirven salseadas. Son una auténtica exquisitez a las que me he vuelto adicto. El nombre le viene de la raiz “tlaquetl” que en nahuatl quiere decir “la tierra”, por lo que comer tlalqueteadas significa “comer de la tierra”. Y es que todas son elaboradas a base de productos de origen vegetal.

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No dejes de probar las tortitas con 7 semillas. La de flor de calabaza, chaya y zanahoria, o la “tortita de los enamorados” de intenso color rojizo hecha a base de flor de jamaica, remolacha y pétalos de rosa. No te olvides de probar las tlalqueteadas dulces a base de combinaciones de frutas como la piña, el coco, la manzana, plátano, arándanos, etc.

Puedes acompañarlas con itacates, esas tortas gruesas de maíz machacado en forma de triángulo que verás apiladas en los puestos de comida. Los itacates están elaborados a base de queso, maíz y manteca y los pueden servir tras calentarlos a la plancha con flor de calabaza, setas, quesos, o chinchulines.

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También tienes que probar los platos preparados con huauzontle (amaranto), las tortitas de colores elaboradas con diferentes flores o las sopas de hongos. Y seguir con los tacos de cecina, otra especialidad local, o con los tlacoyos, esas empanadas de maíz rellenas de frijoles, nopales, requesón, etc. que se sirven con salsa de chile y cebolla. Por supuesto no faltan los puestos con los platillos típicos a base de quesadillas o tortillas de maíz hechas al momento.

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Lo mejor es ese toque local, de comida casera, con formas, sabores y texturas desconocidas. Un auténtico paraíso para los amantes de la gastronomía que se acercan sin tapujos y sin miedos a propuestas diferentes a lo habitual.Perderse por los puestos del mercado es hacerlo en un universo desconocido de sabores. Atrévete con las salsas, preparaciones y condimentos a base de hongos de cazahuate, baba de nopal, mole de amaranto, chía, hierbas y semillas silvestres, pétalos de rosa, betabel (remolacha), tamales de colorín y un largo etcétera de platillos inolvidables.

Si prefieres comer sentado de mesa y mantel encontrarás  varios restaurantes donde se sirven platos típicos mexicanos. Algunos tienen una decoración realmente llamativa como Los Colorines. Sus especialidades más recomendables son los huauzontles con salsa suave de jitomates, la ensalada de nopales y los chiles en nogada cuando es temporada.

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El Ciruelo es otro de los restaurantes más conocidos del centro de Tepoztlán. Sólo por sentarse en su terraza con vistas a los cerros cercanos ya merece la pena venir.  Y por último voy a citar el restaurante “El Sibarita” de la Posada del Tepozteco. Algunas de las mesas de su terraza (muy solicitadas) tienen las mejores vistas al pueblo y a todo el valle, aunque sus propuestas gastronómicas desmerecen un tanto de tan hermoso paisaje.

Sin embargo mi conclusión es muy clara: los puestos de comida familiar del mercado de Tepozteco justifican por sí solos una visita a Tepoztlán. Sólo por probar esas delicias merece la pena acercarse a este pueblo y adentrarse en un territorio desconocido de sabores únicos.

Mi última y deliciosa propuesta es la de un clásico de Tepoztlán y se llama Tepoznieves. Aquí sirven los helados (nieves) más famosos de la región con hasta 300 exóticos sabores a elegir (¡mmmhh…ese helado de calabazate!). Pero además su local matriz ubicado en la Avda. 5 de Mayo se ha convertido en un destino turístico en sí mismo. Una vez que atravieses sus puertas comprenderás por qué.

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Lo que no pude ver de Tepoztlán

Además del ex Convento de los Dominicos me quedé con las ganas de conocer una de las tradiciones más pintorescas y arraigadas de Tepoztlán. Algo único que define a este pequeño pueblo: los “chinelos” y sus típicos bailes, los más conocidos y tradicionales del estado de Morelos.

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Conocía de su existencia, pero no sabía que su origen se encontraba aquí, además de en Tlayacapán y Yautepec. Los chinelos son unos personajes muy curiosos. Se dice que su origen está en la burla que los pobres de la región hacían de los hacendados de origen español en época de Carnavales. De ahí los rostros blancos encarnados, las largas barbas y los ojos claros de las mascaras que usan los chinelos.

Sin embargo el origen de los chinelos no está en la época colonial, si no a mediados del XIX. Es en ese momento cuando se crea una vestimenta y una música con ritmos propios que acompañan los movimientos de los chinelos llamada “el Brinco del Chinelo”. Esta danza y la música que lo acompaña apenas ha sufrido cambios en más de un siglo de existencia. El colorido de los trajes de estos personajes es algo excepcional y roza la exuberancia. Esto unido a las danzas, la música, los fuegos artificiales y la animación de chinelos y curiosos crea durante las fechas del Carnaval un ambiente único, bullicioso y lleno de colorido digno de ver y de vivir. Por todo esto se ha convertido en la danza más tradicional de Morelos y toda una atracción turística.

No me queda duda de que tendré que regresar a Tepoztlán. Porque el 8 de septiembre, el día de la Natividad, se celebra la Fiesta del Tepozteco. Ese día la gente de Tepoztlán sube en peregrinación masiva hasta la pirámide del Tepozteco en una mezcla de tradiciones religiosas católicas y prehispánicas. Es un día de fiesta con mucho alcohol por la divinidad prehispánica del pulque Ometochtli Tepoztécatl, y de procesiones religiosas por la Virgen de la Natividad. Es el día en que se muestran en la iglesia de Nuestra Señora de la Natividad los murales hechos a base de diferentes granos, frijoles y maíz.

Y para terminar nada como relajarse en un “temazcal”, un baño de vapor tradicional ofrecido en muchos de los mejores alojamientos y hoteles de Tepoztlán. Es así como esta pequeña localidad se ha convertido en uno de los lugares más turísticos de Morelos, sobre todo gracias a los urbanitas llegados los fines de semana desde CDMX.

Desde luego atractivos a Tepoztlán no le faltan.

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