Palacio de Potala en Lhasa

Tíbet y ese viaje soñado al «techo del mundo».

Tíbet es un destino único, diferente. Desde Lhasa y sus templos sagrados hasta el impresionante Everest Base Camp, aquí todavía se respira una profunda espiritualidad a pesar del estricto control de China. Porque el budismo tibetano no es solo una religión. Es una forma de sentir la vida, una cultura que impregna el paisaje, la arquitectura y el lenguaje de la gente.

Aparte de la idiosincrasia de sus habitantes, Tíbet cuenta con esos paisajes de montañas colosales, lagos turquesa, mesetas desérticas y esos horizontes abiertos que pocas regiones del mundo ofrecen. Has de saber que este no es un viaje cómodo ya que viajar a Tíbet supone afrontar una serie de retos físicos y mentales. Exige adaptación a altitudes que superan los 5.000 metros con el consiguiente mal de altura, paciencia en los trayectos, asumir que vas a estar totalmente controlado, y la voluntad de conocer una realidad que quizás no es la que imaginas.

Palacio de Potala en Lhasa

Tibet. Himalaya

Retrato de un tibetano

Tíbet es un lugar que se visita no solo para verlo, sino para vivirlo. Te propongo acompañarme en un viaje de descubrimiento por el Tíbet comenzando por el Palacio Potala de Lhasa y sus monasterios. Para seguir por valles y carreteras de montaña que se acercan a los 5000 metros de altura hacia Shigatse, la segunda ciudad más importante de Tíbet. Y de aquí, adentrándonos en la cordillera del Himalaya, hasta el campamento que han montado los chinos con vistas privilegiadas al Everest junto al monasterio de Rongbuk.

Es cierto que esta ruta de una semana no permite profundizar mucho en la compleja realidad del Tíbet. Pero te abre los ojos a su realidad y a  descartar cualquier pensamiento idealizado o romántico sobre lo que es Tíbet. Porque la “chinificación” del Tíbet es evidente a cada paso que das: banderas chinas, carteles en chino, negocios chinos, turistas chinos, infraestructuras con banderas chinas gigantes, puestos de control de la policía china…Y cámaras, muchas cámaras controlándolo todo.

carretera en el Tibet

Si no lo tenías claro, ahora ya sabes que China ha venido al Tíbet para quedarse. Pero, al mismo tiempo, descubres que el alma del Tíbet permanece en lo más profundo de su cultura y en el espíritu de sus habitantes.

Si ya tienes mariposas revoloteando en tu estómago pensando en este viaje, te voy a contar (dentro de su complejidad) la forma más sencilla de hacerlo realidad.

monjes tibetanos

Banderas de oracion en el Tibet

Shigatse segunda ciudad del Tibet

Viajar al Tíbet: de la mística a la realidad de los permisos y el mal de altura

Cómo organizar un viaje de 7 días al Tíbet paso a paso

Antes de viajar hasta el Tíbet me imaginaba despertándome en una meseta altísima, con un cielo limpio y puro, rodeado de los picos nevados del Himalaya dibujando el horizonte. A lo lejos veía las banderas de oración ondeando al viento mientras escuchaba el murmullo lejano de los rezos en un monasterio tibetano. Bienvenido al Tíbet, “el techo del mundo”, me decía a mí mismo.

Monte Everest

Pero la realidad se impone. Antes de viajar a Tíbet tienes que saber cómo organizar el viaje además de conocer otros detalles importantes que has de tener en cuenta:

  • No puedes visitar el Tíbet como viajero independiente. Todo turista extranjero debe estar inscrito en un tour organizado por una agencia autorizada por China. Más abajo Esa agencia gestionará tus permisos, vehículos, guías, alojamientos y entradas a monumentos, monasterios, etc. y te asignarán a un grupo según tu ruta, hotel, horarios, etc. Yo tuve suerte: me tocó un grupo pequeño de 6 personas muy viajadas con un guía tibetano que era todo un profesional.

Aquí te dejo un listado con algunas de las agencias oficiales:

Tibet Vision Tour
Empresa local en Lhasa, especializada en tours privados y en grupo, con experiencia en gestionar permisos para el Tíbet.

TravelChinaTibet.com (TCT)
Tienen oficinas en el Tíbet y en China continental, ofrecen itinerarios personalizados y asistencia con permisos de viaje al Tíbet.

Visit Tibet
Agencia en Lhasa que se presenta como experta en tramitar el Tibet Travel Permit, con varios itinerarios y atención al cliente para extranjeros.

Tibet Tashi Delek International Travel & Tours
Con base en Lhasa, con conexiones a ciudades como Chengdu, Beijing, etc., y reconocida por el Tibet Tourism Bureau como agencia operativa para viajes dentro de la Región Autónoma del Tíbet.

Trips to Tibet (Tibet Holiday International Travel)
Agencia con sede en Lhasa operada por tibetanos locales. Gestionan tours, trekking, permisos, etc.

lago en el Tibet

  • Vas a necesitar una serie de permisos indispensables para poder entrar en Tíbet, y luego poder visitar algunas zonas más controladas. Los permisos principales los va a gestionar la agencia que te organiza el viaje, y son:
  • Tibet Travel Permit (TTP): es el permiso básico para entrar en la región autónoma del Tíbet. Este es el documento clave. Sin él, no podrás abordar un avión o tren hacia Lhasa.
  1. No lo puedes tramitar tú directamente ante autoridades del Tíbet. Solo lo puede gestionar una agencia de viajes china autorizada.
  2. El permiso se emite en Lhasa y luego se envía escaneado o físico a la agencia que te lo gestiona.
  3. Es necesario mostrarlo al embarcar y al llegar al aeropuerto o estación de tren.
  4. Este permiso es obligatorio para TODOS los extranjeros que quieran entrar en la Región Autónoma del Tíbet.
  • Alien’s Travel Permit (ATP): es necesario para moverse fuera de Lhasa y visitar regiones remotas, o para llegar hasta el EBC, el  campamento base del Everest.
  • Planifica tu viaje con la suficiente antelación porque el proceso de solicitud puede tardar entre 10 y 15 días o más si hay días festivos o procedimientos más estrictos.
  • En caso de que tu país no esté en la lista de países exentos de visado, necesitas una visa china válida (turista) antes de poder solicitar los permisos tibetanos.
  • Necesitas contratar un seguro de viaje que cubra la evacuación médica en altitud, gastos hospitalarios en China, y una eventual repatriación. Como siempre, yo viajé con mi seguro de HeyMondo que me cubría todas estas eventualidades y muchas otras.

Glaciar del Tibet

  • El mal de altura es uno de los desafíos más reales del Tíbet. Los síntomas del mal de altura pueden variar, pero no falta el dolor de cabeza continuo, la fatiga, las náuseas y mareos, la falta de apetito y la dificultad para dormir. Pero esta es una cuestión muy personal. Hay personas que se adaptan enseguida a la altitud. Y luego estamos los desgraciados que ni tras 10 días conseguimos quitarnos ese malestar. Por eso siempre es aconsejable pasar unos 3-4 de adaptación en Lhasa para intentar mitigar en lo posible esa  desagradable sensación de asfixia, agotamiento y dolor de cabeza que te puede acompañar durante el resto del viaje. Síntomas que van a desaparecer en cuanto bajes de los 3.000 metros.
  • Para reducir los efectos del mal de altura, se recomienda beber mucha agua, evitar el alcohol y el café, hacer comidas ligeras, y moverse despacio. Aunque hay medicamentos que prometen aliviar los síntomas, a mi nunca me ha hecho efecto ninguno. Ni en mis viajes al norte de Pakistán, a Ladakh en la India, o a los Andes del altiplano boliviano. Para mí, pasar de los 3500 metros es una tortura. Pero como se suele de decir, sarna con gusto no pica.
  • Se flexible ya que las condiciones climáticas o las obras en las carreteras pueden alterar el itinerario previsto. En la alta montaña nunca se sabe.
  • Lleva dinero en efectivo chino (yuan) ya que en algunas zonas remotas puede que tengas que efectuar algún pago en efectivo, aunque lo normal es pagar con las aplicaciones chinas AliPay o WePay. Si no sabes de que estoy hablando en este artículo te lo explico todo: China: todo lo que tienes que saber antes de viajar (y alucinar allí)

monasterio Rongbuk en Tibet

monasterio budista Shigatse

Descubriendo el alma del pueblo tibetano

Conocer el Tíbet no es solo visitar templos y monasterios, también es acercarse a su gente. Tanto en Lhasa como en otros lugares, verás hombres y mujeres vistiendo el chuba (las túnicas tibetanas), capas de piel, gorros de fieltro, y llevando en la mano ruedas de oración o largas cuentas de oración (mala). Los tibetanos tienen una actitud hacia la vida y el paso del tiempo que nos puede servir como reflexión sobre nuestra propia existencia. Aquí la vida puede parecer austera, pero parece llena de sentido.

Porque la religiosidad del pueblo tibetano lo impregna absolutamente todo. No es solo una cuestión de templos o rituales; es un modo de entender la vida. Los tibetanos llevan su religión en cada gesto y es parte de su paisaje diario: las ruedas de oración alrededor de los templos, los mani, las estupas en los caminos, los chorten, las banderas de oración, el repicar de las campanas, los rezos, el olor a incienso… Aquí todo está impregnado de simbolismo.

monjes tibetanos

Toda esta religiosidad contrasta con la modernidad impuesta por el gobierno chino. En Lhasa las modernas edificaciones, las tiendas, el intenso tráfico, los cafés, el despliegue de luces decorativas al anochecer y los turistas, sobre todo chinos, te harán creer que estás en cualquier ciudad china. La modernidad de aeropuertos, trenes, carreteras y otras infraestructuras puede ser decepcionante para el que se sigue aferrando a la idea de ese Tíbet remoto, ancestral y espiritual. Pero esta mezcla es parte de los contrastes que te vas a encontrar en el Tíbet de hoy. Porque no queda otra que aceptar que los tiempos cambian.

tibetanos con sus smartphones

Los tibetanos son hospitalarios, pero reservados y pronto descubrirás que sienten un respeto profundo por lo espiritual. Si tienes preguntas, siempre puedes pedirle a tu guía que traduzca e intentar mantener alguna conversación. Pero la situación política del Tíbet es un tema sensible ya que existen tensiones culturales y políticas entre parte de la comunidad tibetana y la administración china. Para evitar problemas te aconsejo respetar las normas oficiales y no comentar demasiado públicamente temas sensibles. Porque tú vas a volver a la comodidad de tu casa, pero la gente de aquí, aquí se queda. Y están muy controlados.

retrato a mujer tibetana

Lhasa hoy: entre la espiritualidad y la modernidad china

La mayoría de los viajes por el Tíbet empiezan en Lhasa, capital histórica y espiritual del Tíbet. Los primeros días en Lhasa (a 3650 m.de altura) son cruciales para aclimatarte: camina despacio, beber mucha agua y tómate las cosas con calma.

Es inevitable llegar a Lhasa cargado de expectativas, pero te vas a encontrar que Lhasa es una ciudad de contrastes. Hoy las construcciones modernas de estilo chino (uniformes y aburridas) conviven con casas tradicionales tibetanas de adobe y madera, con restaurantes chinos y con monasterios antiguos donde los fieles caminan haciendo la “kora” (la vuelta de veneración) llevando sus ruedas de oración, recitando mantras y haciendo postraciones.

haciendo la kora en Lhasa

Sí, sentirás una mezcla de asombro y contradicción. Porque Lhasa ha cambiado mucho en las últimas décadas. Las calles tradicionales del casco antiguo, muy renovadas, conviven con avenidas modernas, hoteles nuevos, trenes de alta velocidad y una fuerte presencia del gobierno chino. Algo que se hace evidente a cada paso que das.

El control político y las medidas de seguridad son visibles: cámaras, controles de pasaporte y presencia policial en zonas religiosas. Aun así, la esencia tibetana sigue viva. Los peregrinos que giran en torno al templo Jokhang con sus ruedas de oración, las voces de los monjes debatiendo en los patios de Sera, las banderas de plegarias ondeando frente al Palacio Potala… Todo eso continúa conservando el alma de Lhasa.
Porque la fe y el alma de los tibetanos no se ha extinguido, solo ha aprendido a sobrevivir. Como me dijo un tibetano, los tiempos cambian y hay que adaptarse.

retrato de una monja tibetana

Para saber más de Lhasa y de cómo visitar el Palacio Potala, el Templo de Jokhang y qué hacer durante al menos 3 días, te aconsejo leer mi artículo dedicado específicamente a Lhasa. Ahí te cuento todo lo que puedes ver, vivir y sentir en la que es hoy la capital de la Región Autónoma del Tíbet.

Lhasa: guía para viajar al corazón espiritual del Tíbet entre fe, cultura y permisos

Palacio de Potala en Lhasa

El trayecto hacia el campamento base del Everest y el Monasterio Rongbuk

Aunque en el Tíbet se pueden realizar diferentes rutas, siempre gestionadas por las agencias oficiales, elegí hacer la más popular: la que lleva desde Lhasa hasta el Everest Base Camp (EBC) en la cara norte del monte Everest, unos 700 Km. A diferencia del lado sur en Nepal, aquí la subida no es un largo trekking a pie, sino que es una mezcla de ruta por carretera con paradas en algunos hitos naturales, una visita a Shigatse, la segunda ciudad del Tíbet, y una estancia en el campamento que han montado los chinos para ver el Everest. Y todo hay que decirlo, desde bastante lejos.

Desde el EBC puedes optar por volver a Lhasa o, como hice yo, seguir por carretera hasta la frontera con Nepal con destino final en Katmandú.

De Lhasa a Shigatse

Saliendo de Lhasa la carretera comienza a ascender por una sucesión de pasos de montaña en los que los turistas chinos se dedican a fotografiarse con yaks y mastines tibetanos. Los pobres animales permanecen sin moverse durante horas mientras son montados y toqueteados por cientos de turistas.

Esta forma de satisfacer al turismo es realmente aberrante, y no entiendo cómo todavía hay gente que no lo entiende. Tanto en estos pasos de montaña, como en el escénico lago Yamdrok, se repiten las mismas escenas que quitan todo el encanto a estos lugares.

lago Yamdrok Tibet

abuso de animales Tibet

La parada más espectacular se hace frente al glaciar Karo La, un enorme glaciar a más de 4.000 metros que, como tantos otros en el mundo –Perito Moreno, Mont Blanc, Humantay, Vatnajökull…- está en franco retroceso.

glaciar Karo La Tibet

Las banderas tibetanas ondean al viento en lugares todavía considerados sagrados mientras la carretera se adentra en la meseta tibetana. Finalmente paramos a comer en una casa típicamente tibetana que ofrece comidas a los turistas de paso. Es mi oportunidad para adentrarme en las estancias de esta gran casa donde residen todos los miembros de una gran familia entre amplios salones decorados profusamente y una gran cocina de leña. Y de paso, intentar establecer alguna conversación amable.

Después de una buena paliza por carretera llegamos a Shigatse, la segunda ciudad más importante de Tíbet y donde donde puedes visitar el Monasterio de Tashilhunpo, residencia tradicional de los Panchen Lamas. Pero después de ver tantos templos en Lhasa, preferí hacer la Kora ceremonial que rodea todo el templo ascendiendo por la montaña donde está enclavado. Sólo tienes que seguir los cientos de Ruedas de la Fortuna doradas que marcan el camino a seguir.

Ruedas de la Fortuna en Shigatse Tibet

La recompensa está garantizada por las vistas que se tienen de la ciudad y del monasterio desde el punto más alto del camino. Al regreso, podrás darte una vuelta por las tiendas de artesanías y disfrutar de una cena en alguno de los restaurantes típicos tibetanos que hay en la calle principal.

Monasterio de Tashilhunpo Tibet

Monasterio de Tashilhunpo Shigatse Tibet

Shigatse Tibet

De Shigatse a Rongbuk y el EBC, el Campamento Base del Everest

Tras pasar un nuevo control policial para entrar en la zona del EBC, nos adentramos en ambientes más remotos. Los valles se estrechan y los picos nevados de la cordillera del Himalaya aparecen en el horizonte. El único pueblo por esta zona se llama Tingrit. Aquí los nuevos hoteles impersonales crecen como setas, pero está lejos del EBC y el pueblo es feo, feo. Así que cuando organices el viaje di a la agencia que quieres dormir en Rongbuk, en el campamento que hay en el EBC.

Rongbuk, a 5000 m. de altura, es el monasterio más alto del mundo (o eso dicen por aquí). Además, es el único del mundo en el que conviven monjes y monjas budistas. Antes de que los chinos crearan el EBC, este debía ser uno de los lugares más remotos del mundo, con vistas directas al glaciar del Everest y a su cara norte. Hoy sus viejas edificaciones quedan desdibujadas ante el gran campamento que se ha instalado a sus pies.

Monasterio de Rongbuk Tibet

En una gran explanada se han levantado decenas de construcciones prefabricadas que albergan la recepción, el servicio médico, un gran salón-restaurante, instalaciones de baños y una sucesión de pequeñas habitaciones donde pasaremos la noche. No esperes lujos porque estos alojamientos son muy básicos: las habitaciones son tan pequeñas que apenas entra la maleta, pero al menos tienen calefacción y mantas eléctricas. Los baños compartidos no tienen duchas y el agua caliente está limitada.

En realidad el Campamento Base desde donde salen las expediciones que intentan escalar el Everest por la cara norte, mucho más complicada que la cara sur en Nepal, está al final de una carretera que parte de aquí. En realidad, desde el EBC  sólo se puede acceder a pie hasta los miradores al Everest. La verdad es que son apenas 2 km. que hay que hacer a pie, pero a esta altura, todo esfuerzo cuesta horrores.

¿Merece la pena venir hasta Rongbuk y el EBC?

La verdad es que os confieso mi desilusión. Estar aquí es un privilegio, lo sé. Pero el Everest queda tan lejos que su cumbre es apenas visible entre las nubes. Hay una carretera que lleva hasta el primer Campamento Base de los escaladores, ya muy cerca del glaciar. Hay agencias que organizan este último tramo, pero en el momento en que fui, la carretera estaba cerrada y no se podía pasar.

Además, el acceso a pie está limitado por un cercado metálico vigilado con cámaras (sí, aquí también hay cámaras que lo observan todo) que impiden acercarse un poco más. La verdad es que vislumbrar a lo lejos (muy lejos) la montaña más alta del mundo resultó una muy escasa recompensa por llegar tan lejos, pagar un dineral y sufrir ese p… mal de altura que me estaba dejando KO.

Cima del Everest Tibet

Rodeado de centenares de turistas chinos haciéndose selfies aferrados a sus botellas portátiles de oxígeno, esperé con la cámara preparada para hacer la foto soñada. Pero las nubes siguieron cubriendo el Everest durante el atardecer, frío y gris. Es lo que tiene la Naturaleza, que es ajena a nuestros deseos recordándonos nuestra pequeñez y nula importancia en el devenir del Universo. Y eso que se supone que he venido en uno de los mejores momentos del año, entre septiembre y octubre, cuando se suceden los cielos claros tras el monzón, hay menos turistas y el Everest se ve totalmente despejado.

Esa noche en mi pequeño cuarto, con un dolor de cabeza insoportable, apneas e insomnio, fue de las peores que he pasado nunca. Así que, ya que no podía dormir, me levanté temprano para ver si con el amanecer tenía más suerte. En plena noche y a unos -10ºC, me arrastre por el sendero de tierra y piedras hasta donde la valla marcaba los límites del EBC. Allí, medio congelado, esperé el amanecer. Fue un amanecer tristón, entre gris, morado y azulado, con un cielo encapotado en el que apenas pude ver, cubierto de nieve, el lugar más alto del mundo.

Cuando por fin el sol se asomó entre las nubes, era ya mediodía. Tras tomar unas últimas fotos era hora de subirse a la furgoneta y seguir camino hacia la frontera con Nepal. Adiós Everest, supongo que nunca tendré la oportunidad de verte en todo tu esplendor.

Cara norte del Everest Tibet

De Rongbuk a la frontera nepalí

Visitados los lugares más importantes de esta ruta por el sur de Tíbet, poco más queda que ver. Los monótonos paisajes de la meseta tibetana se ven salpicados de vez en cuando por alguna pequeña aldea, o por pequeños valles donde pastan manadas de yak. El trayecto por la llamada Carretera de la Amistad hasta la frontera nepalí y Katmandú se hace en dos etapas, pasando noche en la pequeña ciudad de Kerung muy cerca de la frontera. Una ciudad sin nada destacable y desde la que se inicia el pronunciado descenso hacia el valle de Langtang.

Atrás quedan las montañas nevadas y las áridas estepas. Como por arte de magia, todos los males provocados por el mal de altura desaparecen. Y a la alegría que siento por ello, se une un paisaje exuberante de altas montañas y profundos valles cubiertos de una espesa vegetación de verdes intensos salpicada de cascadas y riachuelos.

El cruce de los 2 pasos fronterizos exige paciencia, serenidad y mucha calma. Sobre todo, si al llegar al lado nepalí la carretera que va a Katmandú ha dejado de existir porque las lluvias torrenciales se la han llevado entre el barro y los deslizamientos de tierras. Pero esta es otra historia que se suma a los días vividos en Nepal durante la revuelta estudiantil que en unos días logró derribar al gobierno acusado de corrupción. Nepal cerró sus fronteras y yo me quedé sin poder salir de Katmandú durante varios días.

¡Qué cosas que me pasan viajando!

Conclusiones tras una semana en el Tíbet en la que el oxigeno no te llega al cerebro

Viajar al Tíbet durante una semana es, al mismo tiempo, una prueba física y una especie de recorrido espiritual disfrazado de aventura. Uno llega pensando que va a ver paisajes épicos y monasterios milenarios, y se va descubriendo que el Tíbet es mucho más que eso.

Lo primero que aprendes en el Tíbet es que la paciencia es una herramienta de supervivencia. A partir de los de 3.500 metros de altura todo se mueve a otro ritmo: la respiración, los pasos, incluso el wifi (si es que aparece). Cada subida a un monasterio se convierte en una meditación forzada: inspiras, exhalas, te paras y agradeces las horas de ejercicio pasadas haciendo cardio.

En Lhasa, entre los rezos de los fieles que hacen girar las ruedas de oración, banderas de colores ondeando al viento y monjes que sonríen con serenidad, descubres que la espiritualidad tibetana no necesita traducción. Luego llega la carretera hacia Shigatse y el Everest Base Camp. En ese trayecto entre curvas imposibles, yaks tranquilos y paisajes que parecen salidos de otro planeta, algo ocurre: la inmensidad de la meseta tibetana y su silencio te atrapan.

Porque aquí, además de respirar, también cuesta hasta hablar. Todo eso forma parte del “encanto” de un viaje de altura en el que el buen humor es el mejor compañero de viaje. Por eso hay que reírse cuando pruebas esa comida picante que desafía tu paladar hecho a todo tipo de gastronomías. O cuando intentas pronunciar la socorrida “Tashidelek” sin parecer un turista con mal de altura.

Retrato a un hombre tibetano

Finalmente, cuando ves el Everest frente a ti, te das cuenta de nuevo de lo pequeños y frágiles que somos enfrentados a una Naturaleza indomable. A más de 5.000 metros ciertas certezas pesan demasiado, así que lo mejor es dejarlas aparte junto con los prejuicios que arrastramos y una buena parte de nuestro ego. Porque viajar al Tíbet no es solo una aventura viajera más, también es una expedición a tu interior. Entre la falta de oxígeno, las sonrisas tibetanas, el olor de la grasa de yak y el sonido de los rezos, uno aprende algo esencial: que a veces, para encontrarte, tienes que quedarte sin aliento.

Algo que en el Tíbet vas a conseguir sin ninguna duda.

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