¿Qué hace alguien como yo en un viaje organizado como este?.

Egipto es uno de esos lugares míticos que evoca un pasado glorioso todavía lleno de misterios por descubrir. Viajar a Egipto es hacerlo a una de las primeras civilizaciones, a lugares míticos como las pirámides, el Nilo, Karnak, Luxor, Abu Simbel, El Cairo… ¡Que levante la mano el que no ha soñado con viajar a Egipto, crucero por el Nilo incluido!

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Pero, a priori, organizar un viaje a Egipto por libre no parece fácil. En las redes sociales puedes leer todo tipo de comentarios sobre el tiempo necesario y las complicaciones que conlleva recorrer el país de un extremo al otro, lo difícil que es llegar a ciertos lugares, o la suerte de encontrar guías fiables. Confieso que conocer el país del Nilo, las pirámides y los faraones en un viaje organizado nunca estuvo entre las opciones más deseables. Por eso, año tras año, fui retrasando un viaje que tenía en mente desde hacía años.

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No se me da bien confiar a ciegas en una agencia de viajes organizados de forma impersonal, para acabar empotrado en un grupo de desconocidos. Sin saber qué guía me va a tocar, sin poder elegir qué voy a comer o dónde dormir. Y, sobre todo, renunciando a la libertad de viajar a mi gusto, de dedicar el tiempo que yo quiera a un lugar, de viajar con la gente que yo quiero.

He viajado casi siempre en solitario. También con amigos, en pareja y en grupos pequeños para viajes muy especiales. Aun así, la idea de entrar en la dinámica de viajar en plan «rebaño humano» con 50 desconocidos del avión al hotel, del hotel al bus, del bus al monumento, del monumento al bus…y así sucesivamente un día tras otro, no me seducía en absoluto.

Pero en la vida hay que probar de todo para poder opinar. Así que, decidí ponerme en contacto con una agenda mayorista de las muchas que organizan viajes a Egipto, y me lie la manta a la cabeza. ¿Qué mejor lugar para dejarse llevar en volandas de templo en templo por conductores y guías que el país de los faraones? Y sin nada de lo que preocuparse.

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Un viaje organizado a Egipto es una lotería

Tras leer muchos comentarios en las redes sociales, comparar ofertas de agencias mayoristas, analizar las visitas incluidas (que no te engañen, siempre hay visitas no incluidas), la calidad de hoteles y cruceros, etc., llegué a una conclusión: un típico viaje a Egipto en viaje organizado es una lotería.

No sabes si en tu grupo habrá 5 personas o 50; no sabes si te tocará un guía profesional, o el típico que sólo está preocupado de llevarte a las tiendas de sus amigos; no sabes si el hotel que te ha tocado en El Cairo estará bien, o si navegarás por el Nilo en el crucero más destartalado con el peor cocinero del país. Durante días me entretuve leyendo todo tipo de comentarios, aventuras y desventuras de personas cuyo viaje se había convertido en una pesadilla. Pero también había otras muchos afirmando que el viaje organizado a Egipto había sido de los mejores de sus vidas.

ramses-memphisEstatua colosal de Ramses II, de unas 100 toneladas de peso, en Memphis
La fotografía no está reñida con la elegancia

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Al final, me di cuenta de que todo es cuestión de suerte. Que viajar a Egipto de esta forma se convertía en una especie de lotería del turista que acaba recorriendo el país de sur a norte, ciudades, templos, monumentos y miles de años de Historia en poco más de una semana. Sin descanso, y sin apenas tiempo para dormir.

piramide-zoser-egiptoLa pirámide escalonada de Zoser (2650 a.C.) en Saqqara, considerada la más antigua de las pirámides de Egipto

Si no te gusta madrugar, este no es tu viaje

Tras un largo viaje con escala en El Cairo, aterrizo de noche en el aeropuerto de Luxor. Primera recomendación: intenta que tu agencia contrate vuelos directos sin escalas. El representante de mi agencia en Egipto me está esperando (bien 😊) y tras las formalidades de entrada en el país (puedes traer el visado o gestionarlo en el aeropuerto), me subo en una furgoneta con varios viajeros más para llevarnos a nuestros respectivos cruceros. Por supuesto, el que me toca es el último, que además es el más viejo y menos lujoso de los que he visto anclados en las orillas del Nilo.

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Este viaje comienza en Luxor, sigue en crucero navegando por el Nilo hacia Asuán durante 4 días, y termina con un vuelo interno a El Cairo donde pasaré 2 días. Casi todos los viajes organizados a Egipto siguen una dinámica similar. Y en todos hay que madrugar mucho. En el barco me está esperando Ahmed que es el guía asignado a mi grupo durante el resto del viaje. Es la una de la madrugada y me dice que a las 5 de la mañana hay que estar preparado. El resto de los días los madrugones serán parecidos, salvo el día que nos toca visitar Abu Simbel. Ese día, mejor dicho, noche, hay que estar en pie… ¡a las 2 de la madrugada!

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Y cómo es eso de hacer un crucero por el Nilo?

El camarote de la planta principal que me ha tocado en suerte es de estilo vintage. Su vetusta y espartana decoración cuenta, al menos, con varias décadas de antigüedad. No llega a ser de los tiempos de los faraones, pero casi. Eso sí, como todos los camarotes del barco, tiene un estupendo ventanal para disfrutar de las vistas del Nilo.

Acerca de los ventanales, no te asustes si corres los tiesos y acartonados cortinajes y te topas con las ventanas de otro barco. Los puertos en el Nilo no son muy grandes y los cruceros atracan abarloados, es decir, pegaditos los unos a los otros. Por eso, mientras el barco está atracado, lo más normal es que no veas absolutamente nada. Para ello tendrás que subir a la cubierta superior.

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Los cruceros que surcan el Nilo tienen las mismas dimensiones por las medidas de las esclusas que facilitan el tránsito por el río, y para facilitar este tipo de atraque. Por ello verás que la recepción de tu crucero se convierte en un ir y venir de turistas de otros barcos que han de pasar por el tuyo para llegar a tierra firme. Este es un detalle a tener en cuenta porque a veces tu barco será el primero de la fila, otras el tercero, etc. Nunca olvides cómo es la recepción de tu barco ni su nombre para no acabar en otro distinto, navegando por el Nilo, y sin camarote. Aunque yo estuve tentado de acabar en algún otro a ver si tenía mejor suerte.

Los barcos tienen el mismo número de cubiertas y también la misma altura, pero su capacidad oscila entre 70 y 150 pasajeros. La diferencia se encuentra en el tamaño y categoría de los camarotes. Cuanto más lujoso es el barco, menos camarotes tiene, además de ser de mayor tamaño. Todos cuentan con un restaurante estilo buffet, un bar o salón para todo tipo de reuniones, una tienda de souvenirs y, lo mejor de todo, la cubierta superior al aire libre con tumbonas, bar y piscina. Aquí pasarás muchas horas, ya que las visitas a templos y monumentos se hacen temprano por la mañana, se regresa al barco para comer y se continúa la navegación durante la tarde.

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Habrás oído muchas cosas sobre los inolvidables atardeceres en el Nilo. Esas escenas que surgen mientras dejas atrás barcas de pescadores, campos de cultivo, aldeas ancladas en formas de vida remotas rodeadas de cañaverales y olvidadas canteras de piedra. Lo que la gente no suele contar es la desaforada carrera de los cruceros para llegar los primeros al siguiente puerto. Ni los adelantamientos a toda máquina, o los toques de bocina de los barcos más rápidos pidiendo paso. Ni las nubes de humo negro de los motores que a veces te envuelven mientras te relajas en la terraza de tu barco.

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Al espectáculo de estas carreras se le unen los gritos de los vendedores que en sus lanchas a remos se acercan a los cruceros. Lo alucinante es la precisa maniobra con la que tirando un cabo, se enganchan al barco en marcha sin chocar ni volcarse para dejarse arrastrar durante kilómetros. En el trayecto llaman a gritos la atención de los turistas hablándoles en cualquier idioma conocido, o desconocido. Todo ello para vender sus alfombras, toallas, manteles, bisutería y lo que tengan disponible en su pequeña barca, lanzándolos con una precisión milimétrica hasta la cubierta superior.

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Si piensas en refugiarte en tu camarote para dormir la siesta por las tardes, olvídate. Los gritos de los vendedores aferrados a los laterales del barco y las sirenas de los demás barcos te lo impedirán. A cambio, disfrutarás de un espectáculo único. Pero dormir, lo que se dice dormir, como que no.

Como todas las comidas están incluidas, el restaurante se convierte en el lugar de reunión social por excelencia. Como en un barco pueden viajar varios grupos con diferentes guías, te asignarán a una mesa donde disfrutarás de la compañía, sí o sí, de las personas del grupo asignadas a tu guía. Si eres un tanto asocial como yo, tendrás la oportunidad de socializar, quieras o no, con tus compañeros de mesa.

El restaurante se convierte también en el lugar donde practicar deporte. Si en tu crucero viajan grupos de chinos te entrenarás, sobre todo, en las carreras cortas. Corre para llegar el primero antes que el grupo de chinos acabe con todo. Corre para hacerte con ese trozo de jugoso pavo que acaba de salir de la cocina antes que lo vean los chinos. Corre para hacerte con ese postre que tanto te gusta (y a los chinos también). De una forma u otra, ellos siempre ganan. Son los primeros en llegar al buffet y los últimos en irse. Y son muchos más.

Correrás los primeros 2 días. Al tercero verás que la comida se repite con una monotonía persistente. Tanto es así, que el último día en Aswan preferí darme una vuelta por el mercado del centro, muy recomendable. Y, de paso, comer en un restaurante antes que competir con los chinos por la repetitiva e insulsa ensalada, la misma pasta de todos los días y el mismo arroz blanco con pollo del buffet.

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Viajando en grupo por Egipto

Como ya he dicho, soy un tanto asocial. Por eso, antes de viajar a Egipto, hice varios cursillos del estilo: “Disfruta de viajar con desconocidos en autobús”, “Cómo sobrevivir a un viaje en grupo con jubilados y divorciadas”, o “Cómo esquivar las charlas sobre enfermedades, política y fútbol en un viaje en grupo”.

Está claro que lo de viajar encajado entre desconocidos no es lo mío, pero tengo que confesaros que esta vez tuve suerte. En vez de 50 personas, nuestro grupo no llegaba a 20. En vez de turistas ocasionales que no distinguen un templo egipcio de la época ramésida de una tienda de IKEA, esta vez disfruté de la compañía de personas acostumbradas a viajar. Y para muchas era también la primera vez que se apuntaban a un viaje organizado de este tipo.

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¡Qué gusto poder hablar de otros viajes y destinos desconocidos con personas que saben lo que es viajar! Personas que disfrutan de las explicaciones del guía, que se interesan por saber más de lo que estamos viendo. Personas a las que no les importa madrugar para llegar los primeros a los templos y así poder disfrutar de ellos con tranquilidad unos minutos. Personas que no se quejan por nimiedades, y a las que no les importa descartar la visita a algunas tiendas (de la de piedras talladas y de la de perfumes no nos libramos, pero de la de papiros, sí).

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La suerte de tener un buen guía en tu viaje por Egipto

Al igual que con el grupo de compañeros de viaje, que te toque un buen guía es una lotería. En un viaje de este tipo por Egipto el guía será vuestro líder y vuestro dios. Él decidirá sobre vuestro día a día, marcará los horarios, las visitas que hay que hacer, donde ir y no, que hacer y no hacer. El os acompañará de la mañana a la noche, satisfará vuestras necesidades y será fuente de saber e informador de la realidad social del país. Cambiará dinero, solucionará problemas, aconsejará lugares, os cuidará y acompañará allá donde vayáis. Y en nuestro caso con Ahmed, todo con una educación y un saber estar exquisitos.

Nuestro guía Ahmed explicándonos el calendario egipcio grabado en una pared del templo de Kon Ombo

Pero Ahmed, además de ser un GUíA con mayúsculas, también es egiptólogo. Durante todo el viaje nos contó anécdotas de reyes y reinas del Antiguo Egipto y nos tradujo incansable la escritura jeroglífica de templos y tumbas. Nos explicó con paciencia infinita los diferentes periodos de la civilización egipcia con sus 32 dinastías y sus principales faraones; nos detalló las diferencias en el arte y la arquitectura según la época de construcción de cada monumento; nos habló de las creencias de los antiguos dioses y de las costumbres del antiguo Egipto; de los momentos más gloriosos y de la decadencia, de guerras, conquistas y batallas.

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Ahmed resultó ser una biblioteca andante y durante todo el viaje nos detalló fechas, nombres, materiales y técnicas de construcción, las excavaciones que se están llevando a cabo… Y lo mejor de todo, es que lo hizo de una forma amena dentro del poco tiempo que teníamos y de la cantidad de cosas que teníamos que ver.

Además, se esforzó por llevarnos a los templos y monumentos cuando los demás no habían llegado. Y si tenía que madrugar más, madrugaba. Gracias a él visitamos el templo de Karnak casi sin nadie, al igual que las pirámides de Saqqara. Y yo pude entrar en solitario a Abu Simbel, el maravilloso templo levantado y construido por orden del faraón Ramses II y dedicado a sí mismo. Uno de esos momentos inolvidables de mi vida viajera que me hizo recordar mi visita en solitario al Palacio de Versalles.

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El acoso al turista, el regateo y las propinas

 Parece inevitable, un castigo divino, un peaje insalvable, irremediable. Porque es casi imposible evitar a los vendedores que convierten la visita a los templos, pirámides y lugares más conocidos en una auténtica pesadilla. Casi todos los accesos a estos lugares se han convertido en bazares por donde los turistas han de avanzar en una penosa procesión acosados por los vendedores locales.

La persecución al turista resulta agobiante para quien no quiere comprar nada. Incluso en el Zoco de Marrakesh se siente menos presión que aquí. Peor es preguntar el precio de algo, ya que el vendedor entiende que quieres comprarlo, sí o sí. Entonces empieza el interminable ceremonial del regateo. Los egipcios son muy buenos vendedores, son unos expertos consumados en el arte del regateo, y son inagotables. Hazte a la idea de que, de una forma u otra, ellos siempre van a salir ganado. Cuanto antes lo aceptes, mejor.

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Luego está el tema de las propinas, la famosa “baksheesh, algo que hay que entender que es cultural ya que en Egipto no dar propina se considera como una falta de respeto. Aquí se acostumbra a dar propinas por todo, por cualquier servicio o atención. Que le dejas el móvil a alguien para que te haga una foto, pues hay que darle propina. Al conductor, propina, al guía, propina, al camarero, propina, al maletero, propina; al señor que pasaba por delante cuando fotografiabas la pirámide, propina; que fotografías un camello, propina para el propietario…y así indefinidamente. No tienen que ser cantidades grandes, así que intenta llevar siempre contigo una buena cantidad de billetes de poco valor. Asúmelo como una parte más del viaje y te evitarás muchos problemas.

Egipto también es su gente, pesados e insistentes muchas veces, pero también amables y educados. Por desgracia, la mayor parte del contacto que tienen los turistas de viajes organizados con la gente local es con los vendedores que te asedian en la calle, en los mercados o a las puertas de sus monumentos. Desgraciadamente, la mayoría de los viajes en grupo impiden, por su propia dinámica, conocer mejor a los habitantes del país.

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Afortunadamente la mayoría de la gente en Egipto es muy amable y acogedora con los extranjeros. Pero es inevitable que en las zonas más turísticas te encuentres personas que sólo ven en ti una billetera andante.

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El problema del turismo masivo en Egipto

Egipto es un país fascinante. De eso no hay duda. Su combinación de Historia, arte, vida diaria, museos, templos, pirámides y mercados es increíble. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. La masificación turística impide disfrutar de muchos de estos lugares en unas condiciones aceptables. Los viajes estandarizados ofrecidos por las agencias mayoristas, inciden una y otra vez en visitar los mismos lugares y a las mismas horas.

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Una masificación que resulta agobiante en las tumbas del Valle de los Reyes, en el interior de la sala donde se guardan parte de los tesoros de Tutankamón, o a la hora de visitar ciertos templos. El atasco de cruceros en el embarcadero frente al templo de Kom Ombo es algo digno de ver por ser un auténtico despropósito. Visitar la Mezquita de Muhammad Ali en El Cairo con un poco de tranquilidad es casi misión imposible. Al igual que tener que entrar casi a codazos en el recinto desde el que se puede admirar la Esfinge, otro de los iconos del Antiguo Egipto.

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Creo que otro modelo de turismo es posible. Y más en un país dependiente económicamente de esta actividad. Porque Egipto es mucho más que los monumentos más reconocidos que, por supuesto, hay que conocer. Por eso ya hay agencias que promueven viajes a Egipto saliendo de los recorridos habituales. Por ejemplo, viajes especializados en arqueología, viajes que promocionan destinos alternativos como Alejandría o el desierto blanco, o variando los horarios de los cruceros por el Nilo.

Sí, Egipto es el Nilo, El Cairo, el mar Rojo, pero también es mucho más.

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Conclusión, viaje organizado ¿sí o no?

Si no quieres complicarte mucho la vida, si no dispones de tiempo, si es la primera vez que viajas a Egipto, si te gusta viajar en grupo, si quieres conocer los monumentos más importantes del país con un buen guía local, si no quieres preocuparte por organizar vuelos, traslados, hoteles, etc., entonces la respuesta es un sí rotundo.  Porque, hay que reconocerlo, un viaje organizado resulta mucho, mucho más cómodo.

Aquí te dejo este artículo con esos lugares que vas a visitar en un viaje organizado a Egipto. Casi todas las agencias ofrecen lo mismo, y la verdad es que todos estos lugares son algo excepcional que hay que ver al menso una vez en la vida.

Si no es tu primer viaje a Egipto, si te gusta viajar a tu aire y dispones de tiempo y energías. Si te gusta el contacto con la gente local y no tienes miedo a las largas negociaciones, o a quedarte tirado en algún lugar. Si quieres descubrir la vida real del Egipto de hoy junto a sus joyas del pasado; si en vez de en crucero no te importa recorrer el Nilo en faluca, o adentrarte en el desierto; si eres un viajero independiente que sabe moverse, entonces debes decirte por el viaje por libre. Puedes recorrer Egipto en transporte público, ya que es un país bastante seguro, y puedes organizar rutas a destinos concretos recurriendo a agencias locales para viajes puntuales.

Viajes de la forma que viajes, Egipto es un destino que es una auténtica maravilla. Incluso embutido en un viaje organizado. Es cierto que he tenido suerte con el grupo de personas con las que viajé, y con el guía. Pero si alguna vez regreso a Egipto, que pienso hacerlo, lo haré viajando por libre. La independencia, la libertad de movimientos, el contacto directo con la gente, el control de los tiempos, o la sensación de perderse y reencontrarse, no tienen comparación. Al menos para mí.

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