Amanecer sobre Teotihuacán.

Teotihuacán,” la ciudad de los dioses”. Ese es el nombre que los mexicas le dieron en náuhatl a una de las mayores ciudades prehispánicas construidas en Mesoamérica. Y la llamaron así porque no sabían su nombre. Ni tampoco quienes fueron sus habitantes.

Curiosamente nosotros seguimos sin saberlo 600 años después. Cuando los mexicas, luego mal llamados aztecas, llegaron a la abandonada Teotihuacán quedaron admirados de su grandeza. Y así me encuentro en este amanecer, admirando la belleza de esta ciudad en ruinas desde 300 metros de altura. Porque estoy viendo Teotihuacán como no la vieron ni sus creadores, ni los mexicas, ni luego los españoles. Estoy sobrevolando Teotihuacán en globo.

Todo empezó un par de días antes con la compra por Internet de la excursión a la empresa que organiza el viaje, y listo. El día programado del vuelo salimos a las 5:40 de la mañana de Ciudad de México, antes DF y ahora CDMX. Una hora después y todavía de noche llegamos al Globopuerto de Teotihuacán. Sobre una gran explanada decenas de globos yacen como ballenas varadas en la playa. Sus enormes siluetas perfiladas en el fondo del incipiente amanecer van inflándose lentamente.

Todo es eficacia y puntualidad. Del coche a la oficina de despacho del vuelo. Allí todo está correcto, firmo un par de hojas con mis datos, y en seguida se me asigna globo, piloto y grupo. El proceso no tarda más de unos minutos. Una furgoneta nos lleva junto a nuestro globo que se está inflando apenas a 200 metros de la oficina en la explanada del globopuerto.

No es la primera vez que hago un vuelo en globo. Me estrené en uno de los mejores lugares del mundo para hacerlo: en Capadocia, en el centro de Turquía. Ese vuelo en globo por la Capadocia lo recuerdo siempre como una de las mejores experiencias de mi vida. Ahora, a los pies de la barquilla de mimbre reforzada de este globo, me pregunto si sobrevolar Teotihuacán me aportará parecidas sensaciones. La del placer de moverse lánguidamente en el aire, la de los largos silencios sólo interrumpidos por los fogonazos del quemador. Y la sensación de volar sobre uno de los lugares más misteriosos del planeta.

El globo se levanta mientras las llamaradas del quemador calientan el aire del interior de la lona envolvente. Las primeras tonalidades azules del cielo anuncian la hora de partir. El objetivo es conseguir ver amanecer sobre las grandes pirámides de Teotihuacán; la del Sol y la de la Luna. Comparto el vuelo con dos parejas, una de mexicanos y otra de hindúes. Ricardo, el piloto, nos da las instrucciones de seguridad obligatorias y nos conmina a hacerle todo tipo de preguntas. Pero sobre todo nos dice que disfrutemos del vuelo.

Nos elevamos con tanta suavidad que apenas nos damos cuenta de que el suelo va quedando allí abajo. Tenemos suerte. Hoy el viento sopla en dirección a las pirámides. Cuando esto no pasa, es un problema. En un globo no puedes elegir la dirección, ni sabes dónde vas a aterrizar con exactitud. Sólo puedes subir y bajar dejándote llevar allá donde te lleven las corrientes de aire. Ernesto nos dice que eso hace que cada día el vuelo sea diferente. Esa incertidumbre es parte de la magia de volar en globo.

Ascendemos y a lo lejos vemos la Pirámide del Sol recortándose en el horizonte. Unos minutos después, mientras la luz de la mañana va perfilando las formas y los colores, nos situamos a un lateral de la gran pirámide, la mayor construcción de Teotihuacán. Cada lado de la base mide aproximadamente 220 metros y su altura alcanza los 63 metros. Una auténtica enormidad de piedra rellena de adobe en su interior. Se cree que en su cúspide hubo un templo que ha desaparecido con el  paso de los siglos.

Estoy volando sobre casi 2.000 años de historia perdida, olvidada. Los investigadores, historiadores y científicos siguen afanándose hoy en encontrar algo que les permita reconstruir qué fue Teotihuacan y quiénes la construyeron. Poco a poco, en diferentes excavaciones, van encontrando enterramientos, túneles y restos de la que fue una de las civilizaciones más importantes de América. Una ciudad que extendió su influencia religiosa, artística, política y militar hasta lugares tan alejados como la ciudad maya de Tikal, situada a más de 1200 km. de distancia.

Otros globos sobrevuelan Teotihuacán. Todos mantienen una distancia prudencial para evitar incidentes. Disfruto como nunca mientras el sol se asoma tras las lejanas colinas del este. La luz del día comienza a definir formas y perfiles. Seguimos ascendiendo y cuando llegamos a unos 1.000 metros Ricardo nos dice que miremos a lo lejos. Allí se distinguen los conos de los volcanes Iztaccíhuatl y del Popocateptl, este último de 5.500 metros de altura y todavía activo.

Teotihuacán queda allí abajo. La Calzada de los Muertos, la gran avenida de un kilómetro que hace de eje central de la ciudad se ve claramente. En su extremo norte se levanta la Pirámide de la Luna de 43 metros de altura rodeada de un conjunto de pirámides truncadas. Hacia allí nos dirigimos al tiempo que descendemos para verla más de cerca. Sólo puedo decir que son instantes inolvidables. En ese momento soy consciente del silencio que se siente aquí arriba. Un silencio que sólo se rompe por el lejano cacarear de un gallo, o por el repique de las campanas de algún pueblo cercano.

Buscando las corrientes de aire iniciamos un pequeño giro que nos va llevando hacia alguno de los campos cercanos. Ricardo busca un lugar despejado para aterrizar entre las plantaciones de nopales. En todo momento se ha mantenido en contacto por radio con el resto de su equipo en tierra dándoles indicaciones del vuelo. Vemos como el 4×4 con el remolque de trasporte del globo se acerca por una pista buscando nuestra posible posición de aterrizaje.

Unos minutos después Ricardo, ayudado por el resto del equipo en tierra, consigue depositar la barquilla del globo directamente sobre el remolque. El aterrizaje es perfecto. El vuelo de una hora ha sido perfecto. Todos bajamos a tierra satisfechos y con una sonrisa dibujada en la cara. Es el momento de celebrarlo con un vino espumoso y dar gracias a los dioses, a todos, por haber regresado de las alturas sanos y a salvo. Y por ser tan afortunados de haber visto amanecer un nuevo día flotando sobre Teotihuacán.

La visita continúa por tierra, dejando que recorra a mi aire durante un par de horas este lugar que para mi resulta fascinante.

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Información práctica:

– Los viajes para hacer los vuelos en globo sobre Teotihuacán se organizan tanto desde México, como desde otras ciudades cercanas como Puebla.

– Prepárate para un buen madrugón, pero te aseguro que merece la pena. Lleva algo de ropa de abrigo, sobre todo si vas en invierno. Por lo demás sólo necesitarás tu cámara para inmortalizar estos momentos únicos.

– Varias empresas ofrecen este tour. Las diferencias entre unas y otras están en los detalles, por ejemplo, en que ofrezcan la posibilidad de que te vengan a buscar al hotel y te traigan de regreso. Por lo general el servicio que ofrecen es muy profesional (globos en perfectas condiciones, pilotos bien formados, licencias de las autoridades de Aviación de México, etc.) y los precios similares. Aún así no está de más venir con las espaldas cubiertas.

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