Los tambores kalash, los dholaks, resuenan en el valle de Bumburet.

Los kalash hacen retumbar sus tambores anunciando el inicio del Chilam Joshi, el Festival de la Primavera. Las mujeres comienzan a bailar girando sobre sí mismas, o avanzando de lado unidas por las manos detrás de las cintura. Mientras, los punjabís, los pakistaníes del centro del país, las rodean mirándolas con avidez. En su mayoría son hombres jóvenes atraídos por estas mujeres de piel clara que bailan en público sin un velo que les tape el rostro. Algo totalmente prohibido en el mundo musulmán.

Los Kalash, uno de los pueblos más antiguos de Asia.

Guiados por el sonido incesante de los tambores los Kalash bailan y cantan sin cesar. Apenas quedan unos 3.000 integrantes de esta etnia que ha vivido aislada durante siglos en los remotos valles fronterizos del norte de Pakistán y Afganistán. Durante generaciones han preservado su idioma, cultura y religión. Pero la influencia del mundo moderno y los intentos de conversión religiosa al Islam, amenazan el presente y el futuro de los Kalash.

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