Una mina de sal abandonada.

Cascadas de sal, afloramientos salinos, piscinas de decantación, túneles que se hunden en la tierra y un intenso olor a sal que lo invade todo. Bajo a las profundidades de la tierra para adentrarme en el oscuro mundo de la mina de sal de Nemocón.

Un mundo que ha permanecido oculto durante dos siglos, sólo visible para los mineros que a golpe de pico y pala extraían la sal que daba de comer a este pueblo colombiano.

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Durante muchos años, desde 1801, casi todos los hombres del pueblo trabajaron en la mina de sal hasta que la empresa que la explotaba decidió cerrarla. La consecuencia fue la ruina de Nemocón y el paro general que casi logró hundir al pueblo en la miseria. Hasta que se decidió reabrirla al turismo 38 años después de su cierre. Hoy os llevo a recorrer las galerías abandonadas de esta mina que es todo un espectáculo y que visto el éxito de visitas tiene proyectadas ya futuras ampliaciones.

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Nemocón se encuentra a un par de horas de carretera de Bogotá, pero si decidís ir en fin de semana quizás os apetezca más la opción de llegar hasta aquí en un viejo tren turístico, el llamado Tren de la Sabana. Este tren que sólo funciona los fines de semana y los días festivos hace un recorrido de ida y vuelta desde Bogotá hasta el pueblecito de Nemocón. El tren sale de la Estación de la Sabana a las 8 de la mañana y hace una parada a las 9 en la Estación de Usaquén, al norte de Bogotá. El tren desde luego no es un prodigio de velocidad y tras recorrer la conurbación de Bogotá, sale al campo atravesando campos y bosques de eucaliptos. Para animar el recorrido una banda de músicos toca temas típicos colombianos y de paso, también podemos tomar algo en el pequeño bar del tren.

Unos setenta km. después y pasadas la 11 y media se llega a Nemocón donde tendremos 2 horas para ir a visitar la mina de sal. El pueblo no tiene mucho que ver aunque tiene su placita y podemos comer en alguno de sus restaurantes de comida casera. Pero lo más interesante se encuentra a 80 metros bajo tierra. La entrada a la mina se encuentra en un pequeño valle encajado entre verdes montañas a 2800 m. de altitud.

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Tras pagar la entrada me doy una vuelta para curiosear por lo que fueron los edificios de mantenimiento de la mina, hoy reconvertidos en Museo de Historia Natural de la Sabana. Cuando llega la guía que nos acompañará durante la visita me coloco el casco amarillo y nos adentramos por una galería recubierta de sal que desciende hacia el interior de la mina. Es inevitable humedecer un dedo y pasarlo por esa pared salina para probar la sal con la punta de la lengua.

En este descenso a las entrañas de la tierra por el resbaladizo túnel, la guía nos explica la utilidad de los refuerzos de las llamadas “puertas alemanas” hechas con troncos de eucalipto para asegurar los techos de las galerías. En pocos años la sal se va infiltrando por las fibras vegetales y solidifica el tronco convirtiéndolo en un soporte pétreo que ayuda a soportar el techo de la mina. Fijaros en el color blanquecino de los troncos en proceso de petrificación. Es algo realmente curioso.

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La cámara principal con sus 30 metros de altura provocan un unánime «¡¡Oooohh!!» de admiración. Aquí se encuentran unas balsas de agua de 80 cm. de profundidad y varios metros de largo llamadas tanques de saturación utilizadas para disolver la roca salina y permitir la recuperación de la sal por disolución. Estos tanques ofrecen un curioso efecto en el que el techo de la mina se refleja en la superficie del agua. La cuidada iluminación y el reflejo del techo provoca el efecto visual de encontrarnos ante un abismo en la tierra. El engaño a la vista es tan perfecto y real que hay gente que sufre vértigo ante la visión de esa especie de abismo que se abre a nuestros pies.

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El paseo continúa por las distintas galerías abiertas a base de pico en las entrañas de la montaña hasta llegar a la capilla de la Virgen del Carmen. Los mineros que trabajaban en la mina hacían su vida en ella: trabajo, comidas, ocio… ya que sólo salían para dormir en sus casa. Por ello también decidieron construir una pequeña capilla bajo tierra.

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En las distintas galerías de la mina se han labrado algunas esculturas como la del famoso corazón tallado en cristal de sal (halita) iluminado de rojo de más de una tonelada de peso que se encuentra en la Cámara del Pálpito.

Pero lo más destacado de esta mina son los sorprendentes afloramientos de sal que forman estalactitas y estalagmitas de formas caprichosas y casi imposibles originadas por las cambiantes corrientes de aire.

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No menos curiosas e impresionantes son las cascadas de sal en zonas de mucha humedad donde el efecto es el de caminar rodeados de nieve congelada. Estos afloramientos salinos de extrañas formas son de lo mejor de la mina y sólo por ver este espectáculo natural merece la pena acercarse hasta aquí.

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Todavía quedan galerías por rehabilitar en esta vieja explotación así que esperamos que Nemocón siga recuperándose gracias a su mina pues además se está trabajando en la apertura de un Museo Mineralógico. Si no tenéis la posibilidad de acercaros a Nemocón en fin de semana hay varios autobuses, aquí llamados chivas, que hacen el recorrido desde Bogotá.

Además de la mina también encontraremos algunas rutas arqueológicas por los alrededores, un museo de la sal en el parque principal del pueblo y algunas tiendecitas de artesanías. Si decidís almorzar tomaros un ajiaco típico o un plato de frituras aquí llamado el “plato del minero” a base de pollo, morcilla, salchicha, lomo de cerdo, papa salada, yuca guisada y guacamole. También se puede encontrar el ajiaco o el sancocho en los restaurantes que ofrecen comida típica de la región de Cundinamarca donde nos encontramos. Y no olvidéis probar la cuajada fundida con melado. Sin duda un destino muy interesante para pasar el día no muy lejos del bullicio y contaminación de la capital.

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Información práctica:

– La mina de sal de Nemocón abre todos los días desde la 9 de la mañana hasta las 6 de la tarde.

– El precio de la entrad es de 18.000 pesos para los adultos (unos 6,50€) y de 10.000 (3,60€) para niños de 4 a 12 años y mayores de 60 años.

– la visita es guiada y puede durar más de una hora.

– Llevar calzado con suela que agarre bien ya que hay tramos muy húmedos y resbaladizos. También algo de ropa de abrigo ya que el clima de Nemocón suele ser fresco y lluvioso.

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