Natal, descubriendo el noreste de Brasil.

Un clima cálido con una media de 28º, playas eternas de arena blanca y dorada, paisajes casi vírgenes, dunas enormes como montañas, poco turismo y una rica gastronomía fueron un reclamo ineludible para mi curiosidad viajera.

Esas fueron las razones por las que decidí hacer un recorrido por uno de los estados más pobres y a la vez más hermosos de Brasil: Río Grande do Norte. Situado en el extremo nororiental de Brasil es el punto de América del Sur más cercano a Europa. Siete horas de vuelo nos separan de sus inmensas playas y de sus grandes espacios sin aglomeraciones que nos harán olvidar el estrés. Aquí todo tiene otro ritmo, otra cadencia, todo va más lento. Por eso dicen que la gente de aquí tiene mucho “ta-lento”. A pesar de la pobreza de la región es bastante tranquila y desde luego está alejada de la inseguridad imperante en determinadas zonas de ciudades como Río o Sao Paulo

La ciudad de Natal es la capital del estado y con su apenas millón de habitantes está dividida en tres áreas claramente diferenciadas. Por un lado está la zona céntrica urbana de escaso atractivo con la excepción de algún viejo edificio del XIX como el Teatro, la Prefectura o la Vieja Catedral. Aquí os encontraréis con el contraste brutal de los lujosos apartamentos del barrio de Petrópolis alzándose sobre las míseras chabolas situadas a sus pies.

.Natal Catedral 24w.

Por otro lado está la zona de playas de la ciudad con la Praia dos Artistas y el Fuerte de los Reyes Magos como principales referencias. Y luego se encuentra la zona más turística donde se asientan los principales hoteles, restaurantes y lugares de ocio: la Vía Costeira y la playa de Punta Negra. Esta zona está situada detrás de la ciudad y separada de ella por un gigantesco parque de dunas que forma la segunda reserva natural urbana más grande de Brasil y que además es visitable. Si queréis conocer sin problemas la ciudad os aconsejo una excursión organizada por Natal con guía.

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La vida en la playa de Punta Negra

Punta Negra es un lugar especial. La vista de esta magnífica playa de arena dorada con una gran duna al fondo, el Morro de Careca, justifica las horas de viaje. Y es en esta zona donde la playa está viva, vibrante de una actividad que la convierte en todo un espectáculo que no debéis perderos. Acomodaros en una tumbona a la sombra de una sombrilla y deja pasar la vida por delante de tus ojos. Por los kilómetros de arena dorada de esta playa se pasean bañistas, turistas, y sobre todo una procesión de vendedores con sus carritos cargados de todo tipo de productos.

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Verás que por la playa ruedan carritos-tienda con vestidos expuestos en maniquís; carritos-restaurante con espetinhos de carnes, pescados o camarones; carritos-discoteca que se alquilan para fiestas y venden música; carritos de  bebidas, sobre todo caipirinhas y piñas coladas; carritos con los famosos cocos de agua para mitigar la sed; vendedores de frutas, de sombreros, de hamacas, de artesanías, de pareos, de bañadores y bikinis… En fin, que no hay que moverse de la hamaca para ver satisfechas todas nuestras necesidades vitales. Y lo más importante, todo ello sin molestar ni incordiar, con una gran amabilidad y con un trato exquisito hacia el visitante.

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Cuanto más nos acerquemos al Morro de Careca, más cerca estaremos de las zonas con más animación nocturna. Los restaurantes compiten en ofrecernos platos enormes con todas las variedades posibles del producto estrella de la zona: el camarón. Normalmente un plato llegará de sobra para dos personas hambrientas tras un día de playa. Todo ello regado con abundante cantidad de cerveza Brahma en cubos llenos de hielo, y con música de salsa de fondo y bailes de forró o de capoeira en directo. Por aquí todavía veremos las barcas de vela latina de los pescadores y muchas viejas casas que están siendo derruidas para dejar paso a nuevos hoteles y apartamentos. La verdad es que si quieren atraer al turismo internacional la zona necesitaría una limpieza profunda. Y terminar las infraestructuras de depuración de aguas porque aquí todavía se ven tuberías que van a parar al mar.

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Si buscáis un lugar especial para degustar las especialidades culinarias locales, el lugar que os recomiendo es el restaurante Camaroes Potiguar. Entre toda la variedad de platos preparados a base de camarones hay uno que se sirve dentro de una calabaza en su salsa que es para tirar cohetes y hacer una fiesta…¡qué delicia! También en Ponta Negra, pero ya en el paseo y más de batalla destacaría el “Barraca do Carangueijo”, con actuaciones y bailoteo todas las noches. Y es que por esta zona es donde se concentran casi todos los garitos nocturnos donde se puede rematar la jornada trasegando caipirinhas hasta que el cuerpo aguante.

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Aunque en Natal no abundan los edificios históricos hay uno que no se puede dejar de visitar: el Fuerte de los Reyes Magos. Su aislada y sencilla estructura blanca destaca entre la zona de manglares donde está ubicado. En realidad la construcción de este fuerte ordenada por el rey Felipe II cuando Portugal era parte integrante de la Monarquía Hispánica está en el origen de la fundación de Natal. Y también es la única huella colonial de importancia en la ciudad. Se inició su construcción en 1598 sobre el arrecife que se encuentra en la desembocadura del río Potengui.

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Su estructura en forma de estrella sólo se distingue desde el aire porque desde su único acceso por tierra, el Puente de Todos, no se aprecia la totalidad de su estructura. Dentro hay un pequeño museo sobre la historia colonial de esta zona de Brasil. Pero lo más interesante son las vistas del mar y de la ciudad y ver a los grupos de niños que vienen hasta aquí a darse un baño en esta zona de aguas remansadas.

Si lo que buscáis es algún recuerdo de vuestra visita encontraréis unos cuantos centros de artesanía repartidos por la ciudad. Aquellos que sean adictos a las compras y los souvenirs verán colmadas aquí sus expectativas de compra. Una recomendación: si necesitáis una hamaca para vuestra casa este es el lugar para comprarla.

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Más playas y dunas en los alrededores de Natal

El gobierno central brasileño está interesado en potenciar el turismo como principal fuente de ingresos y convertir a esta región en una de las principales atracciones turísticas del país. Porque lo más interesante de este estado no se encuentra sólo en Natal, sino en sus alrededores. Hacia el norte tenemos el Parque de las dunas de Genipabú, una sucesión de gigantescos toboganes de arena que podremos recorrer si contratamos una excursión en buggy. Estos vehículos están preparados para hacer el loco por playas, dunas y arenales y sus conductores son expertos conocedores de la zona además de tener permisos especiales del gobierno del estado. Si queremos disfrutar recorriendo playas interminables, montando en camello por las dunas, bañándonos en las cálidas aguas del mar y rematar la jornada degustando pescado y camarones en algún restaurante playero, no debéis perderos esta excursión que también se puede prolongar visitando las lagunas de Pitangui y Jacumá.

Un poco más al norte, a unos 60 km. de Natal, se encuentran los llamados “Parrachos de Maracajaú”. Esta es una zona de rocas coralíferas situadas a 7 km. de la costa. Allí se han situado unas plataformas desde las que sumergirse en unas aguas transparentes para disfrutar con unas simples gafas y un tubo de la vida submarina. En las plataformas nos dejarán hasta unos flotadores para no cansarnos y así estar más tiempo en el agua viendo peces de colores. El ambiente es muy familiar, las aguas están a una temperatura ideal, todo está bien organizado, pero las rocas de coral en las zonas acotadas están muy degradadas. Desde aquí te organizan esta excursión más que recomendable, y sin complicaciones.

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Cuando te canses de estar en el agua, a bordo de las plataformas también ofrecen riquísimas caipirinhas que aquí, rodeados de un océano amable de tonalidades verdosas, saben mucho mejor. Pero lo más interesante de esta visita no está en el mar, sino en tierra, en la misma orilla de la playa donde se cogen las lanchas que llevan a las plataformas flotantes. En la playa de Maracajaú la vida parece haberse detenido en algún momento del pasado. Los pescadores del pequeño pueblo todavía recogen las redes a mano tirando desde la orilla en un esfuerzo titánico de varias horas que cada día consigue arrancar del mar parte de sus tesoros en forma de pescado.

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Mientras tanto decenas de pequeñas barcas de fondo plano y vela latina van y vienen desde la orilla. Cuando llegan son arrastradas a las zonas más altas de la playa rodando sobre troncos de palmeras poniéndolas así a salvo del oleaje y de las mareas. Otras pequeñas barcas no tienen ni vela y son impulsadas por la superficie del mar usando largas pértigas que los pescadores hunden en el fondo y empujan con el esfuerzo de todo su cuerpo.

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Pocas horas más tarde, recogidas las redes y el pescado, unos pequeños buitres negros descienden a la orilla para devorar los restos de la jornada de trabajo de estas gentes. Parecemos transportados a otra época intemporal donde los ritmos de los hombres los establecen el sol y el mar y donde las miserias de la vida diaria quedan enterradas en la arena de la playa. El siglo XXI parece que todavía no ha llegado hasta aquí.

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Unos pocos kilómetros más al norte se encuentran la playa y las dunas de Punaú. Aquí podremos remar en kayak por las lagunas, deslizarnos por las dunas en una tabla de madera hasta caer al agua, dejarnos caer en tirolina o simplemente disfrutar del paisaje de cocoteros y finísima arena blanca que nos rodea por todas partes. Todo un paraíso de arena, palmeras y agua.

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Y para terminar, en un viaje a Natal no puede faltar una estancia de varios días en el pueblo de Pipa. Ubicada a 80 km. al sur de la capital, el que fuera un pequeño pueblo de pescadores ha ido creciendo impulsado por un turismo atraído por sus playas, dunas, acantilados y por su animada vida nocturna. En este artículo dedicado a Pipa podrás conocer las poderosas razones por las cuales personas de todo el mundo se han enamorado de este lugar: Pipa, playas y más playas en Rio Grande do Norte

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Información práctica:

– Tanto TAM como TAP ofrecen vuelos directos entre Natal y Lisboa. Otras compañías que vuelan a Natal son Avianca o GOL.

– Para moveros por Natal os recomiendo el trasporte público (Ônibus o taxis).

– Recuerda que un buen Seguro de Viajes te puede ahorrar preocupaciones y resolver muchos problemas. Así que ni lo dudes. Desde aquí te recomiendo MONDOel seguro de viaje inteligente para viajeros inteligentes.  Además contratando tu seguro desde esta página tienes un 5% de descuento.

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– Para hospedaros en Natal la mejor zona es Punta Negra. Aquí encontraréis una gran variedad de hoteles y apartamentos para todo tipo de bolsillos. Desde hoteles de lujo a habitaciones para mochileros.

– El centro de la ciudad no ofrece grandes atractivos, así que lo más probable es que no te muevas de Punta Negra. Allí, además de la estupenda playa, encontrarás todos los restaurantes y bares que quieras.

– También encontrarás agencias de viaje que organizan todo tipo de excursiones por los alrededores. Os recomiendo muy especialmente las excursiones en buggy por las dunas de Genipabú a unos 25 km. de Natal. Las excursiones suelen incluir el almuerzo, baño en las lagunas, etc.

– En la playa de Punta Negra no dudes en probar las especialidades culinarias que preparan en los carritos playeros. Inolvidables los camarones, los espetinhos de frango, las caipirinhas y las piñas coladas servidas dentro de una piña vaciada.

– Para viajar entre Natal y Pipa hay autobuses que salen de la Rodoviaria de Natal. La empresa de ônibus Expresso Oceano ofrece salidas casi cada hora los días de diario y 6 frecuencias los fines de semana.

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