Una sorpresa tras otra en Morelia.

Un fin de semana en Morelia puede suponer una cura de estrés para aquellos que lleven ya unos días soportando el ruido y la contaminación de Ciudad de México Desde la capital podemos tomar los autobuses que salen directos cada hora desde la estación Central Observatorio (unos 350 Pesos).

También los que salen desde la Central del Norte que van parando por los pueblos de Guanajuato y tardan más de 5 horas. En cualquier caso os recomiendo siempre preguntar por los autobuses que van directos y que sean de primera clase para hacer el viaje más cómodo y con wi-fi en muchos casos. Aunque el trayecto no resulta muy interesante a excepción de una zona montañosa poblada de extensos pinares donde viene a hibernar la mariposa monarca, la universitaria ciudad de Morelia guarda algunas sorpresas que vengo dispuesto a descubrir.

Mexican Power

La ciudad fue fundada por los españoles en 1541 con el nombre de Valladolid, pero tras la Guerra de la Independencia cambió su nombre en honor a uno de sus más insignes ciudadanos, Don José María Morelos, una de las figuras más destacadas de la independencia mexicana. El centro histórico de Morelia, Patrimonio Cultural de la Humanidad, es una pequeña maravilla que hay que descubrir a pie.

mapa del centro de Morelia

Mi recorrido se inicia en la Avda. Madero que transcurre a lo largo del centro histórico. Es aquí donde se encuentran la mayoría de hoteles, restaurantes, cafeterías y terrazas bajo un conjunto de soportales. Aquí os recomiendo el Café Catedral con sus terrazas casi siempre llenas donde podéis degustar platillos de comida local, o mejor, venir a desayunar con un chocolate bien caliente mientras disfrutas del comienzo del día con vistas a la Catedral barroca que sin duda es el edificio más impresionante de Morelia.

Soportales en Morelia

Construida en piedra rosada de cantería y finalizada en el S.XVIII está situada justo al lado de la vieja Plaza de Armas reconvertida hoy en parque urbano y que en la época colonial sirvió como punto de partida para marcar el trazado de la ciudad. También con entrada desde los soportales se encuentra el restaurante La Casa del Portal especializado en comida michoacana como las corundas, una variedad de tamal con distintos rellenos como el mole de olla a base de carne y verduras y los uchepos, otro tipo de tamal más dulce que se acostumbra a servir de postre. Además el restaurante es como un pequeño museo de artesanía local y las vistas de la Catedral desde el segundo piso son de lo mejorcito de Morelia.

Catedral de Morelia

A partir de aquí se suceden uno tras otro templos barrocos y churriguerescos, antiguos palacios con grandes fachadas en piedra de cantería gris y amplios patios interiores convertidos en museos, centros universitarios o edificios de gobierno. Lo mejor es acercarse y entrar a curiosear aquí y allá. Nadie os impedirá el paso por ejemplo al Palacio Clavijero, una enorme edificación jesuita del S.XVI y uno de los monumentos más importantes de Morelia. Tras varias remodelaciones se ha convertido en un Centro Cultural de primer orden con exposiciones de arte fijas y temporales. Justo al lado está la Biblioteca Pública que ocupa parte del antiguo templo de la Compañía de Jesús. Sus paredes interiores todavía están revestidas con enormes estanterías repletas de viejos volúmenes que nos hacen viajar en el tiempo. Aquí los estudiantes de la Universidad Michoacana llenan la sala de consulta a pesar de que el trasiego de visitantes y turistas no les facilita la tarea de concentrarse en el estudio.

Biblioteca de Morelia

Bajando por la calle Nigromante y bordeando una agradable placita donde se encuentran un par de restaurantes con sus terrazas correspondientes, me encuentro con el templo y Conservatorio de Música de las Rosas, antiguo colegio de estilo barroco y hoy escuela de música. La riqueza de la vida cultural de Morelia está presente a cada paso que doy sin duda influenciada por su animada vida universitaria. Al final de estos cortos días de estancia no me quedará ninguna duda de que Morelia no es sólo un hermoso muestrario de arquitectura colonial, sino que es también una ciudad viva que ha sabido reacondicionar los viejos espacios del pasado para adecuarlos a las necesidades actuales de sus habitantes.

Imagen del Ché en un edificio universitario

Me dirijo hacia la calle Benito Juárez donde aparecen a mi izquierda unas cúpulas rojizas que enmarcan la fachada del Templo del Carmen, antiguo convento cuyas obras se iniciaron en el S.XVI y no finalizaron hasta el XIX. Hoy alberga entre sus muros varias salas de exposiciones y el curioso Museo de la Máscara.

Templo del Carmen

A la salida tomo la calle Emiliano Zapata y me acerco hacia la enorme fachada barroca del templo de San José rodeada de dos enormes torres-campanario y rematada con una cúpula de azulejos de colores amarillo y azul.

Desde aquí opto por regresar hacia la Avda. Madero con la vista fija en la torre del Templo de las Monjas para dirigirme un poco más adelante a curiosear entre las exquisiteces del Museo del Chocolate donde paso un buen rato curioseando entre chocolates, pastelitos, golosinas y licores. No hay duda de que se convertirá en uno de tus lugares favoritos en Morelia porque a los visitantes nos resulta inevitable entrar una y otra vez atraídos por ese olor dulce que sale de la puerta y por la decoración de sus escaparates.

Dulces en el Museo del Chocolate de Morelia

Otro lugar muy concurrido en el centro para comer o tomar la típica merienda de chocolate con churros es el Mesón Agustinos. Y es que no hay que olvidar que en México el uso del chocolate goza de una tradición milenaria. Este Mesón situado en la zona peatonal ubicada a espaldas de la Catedral es uno de los recomendados por la Oficina de Turismo y en su carta abundan las especialidades típicas mexicanas aunque las he comido mejores en otros lugares.

Me dirijo ahora hacia otra de las zonas más tranquilas de Morelia que comienza en el Acueducto. Aunque no es nada del otro mundo aquí se inicia un agradable paseo por la peatonal Calzada Madero que me lleva hasta el sorprendente Santuario de Guadalupe, quizás la iglesia más espectacular y de decoración más recargada de Morelia. Traspasar las pesadas puertas de madera de esta iglesia y soltar una exclamación de sorpresa es todo uno.

Bóveda del Santuario de Guadalupe

Al revés que la mayoría de las iglesias y templos en Morelia donde las decoradas fachadas barrocas dan paso a unos interiores más bien tristones, el Santuario de Guadalupe esconde tras su insulsa fachada de granito rosado un magnífico interior decorado con coloridos motivos florales, estucos y dorados que cubren todos los rincones de paredes, muros y cúpula.

Cúpula del Santuario de Guadalupe

A esa hora de la tarde y sentadas en los bancos de la iglesia un grupo de señoras mayores rezan de forma monótona el Rosario dando un poco de ambiente religioso al festivo interior del templo. A la salida, la estatua ecuestre de Morelos preside la plaza que me conduce de vuelta hasta el Acueducto.

Estatua de Morelos

Desde aquí regreso al centro mientras atardece a la búsqueda de alguna terraza donde sentarme a tomar algo mientras hago un poco de tiempo para la cena. La Catedral se ilumina de forma brillante mientras a mi alrededor los lugareños se reúnen para charlar y comentar como les va la vida. Si os apetece cenar en un ambiente distinguido y selecto tanto el restaurante Las Trojes como Los Mirasoles pueden ser el lugar adecuado, eso sí, preparad la cartera. Y si no, sentaros en alguna terraza donde el menú ofrezca exquisiteces culinarias locales como las enchiladas placeras o cualquier platillo de la rica cocina mexicana que sin ninguna duda es una de mis preferidas. Si os apetece pescado, la especialidad local es el pescado de Pátzcuaro y si os apetece algo más contundente, buscar la llamada «olla podrida«, un guiso de carnes y verduras que os recordará a los guisos que se sirven en España. Otro de esos lugares únicos en Morelia que hay que visitar es el restaurante San Miguelito, que además de por su cocina y la decoración del local, es conocido por albergar el llamado «Rincón de las Solteronas» donde se encuentran más de 500 tallas de San Antonio a las que se acercan las chicas solteras para rezarles una oración que les consiga marido.

Para terminar la noche no hace falta irse muy lejos pues casi todos los locales de copas de ambiente universitario se concentran a ambos lados de, como no, la Avda. Madero y tras un día pateando la ciudad habréis pasado por delante de algunos de ellos, así que a divertirse tomando una charanda, el aguardiente de caña local, o unos tequilitas.

Exterior de la Biblioteca de Morelia

El día amanece soleado y me regalo con un desayuno de huevos rancheros con salsa mole que despierta a un muerto. Las calles de Morelia se llenan de paseantes mientras busco en el mapa que me han dado en un puesto de información de la Oficina de Turismo las cosas más destacadas que me quedan por ver. Inicio mi recorrido atravesando la Plaza de Armas para ver los frescos del Palacio de Justicia vecino del pequeño Museo Regional Michoacano.

Mural en el Palacio de Justicia

En la entrada al Palacio de Justicia

Muy cerca encuentro el antiguo Templo de San Agustín, donde me sorprende encontrar una pequeña pinacoteca de la época colonial. A la entrada y bajo unos soportales ya están montadas las mesas y los puestos de comida callejeros tan abundantes en la geografía mexicana. Y es que aquí se puede comer a cualquier hora y de manera muy económica gracias a las típicas botanas.

A continuación decido perderme por las calles buscando el Museo Casa Morelos para hacerme a la idea de cómo era una vivienda de familia acomodada del S.XVIII. Aquí consigo enterarme de cómo los criollos iniciaron el proceso de secesión de la Corona española en esta época aunque, claro está, partiendo de la figura de Morelos. La guerra de Independencia (1810-1821) consiguiente fue terrible, una auténtica guerra civil en la que perecieron decenas de miles de personas y que puso fin a 300 años de historia compartida.

Inicio la última parte de mi recorrido por las calles del centro de Morelia. Aunque algunas de las casa bajas están pintadas de vivos colores, reina un ambiente austero propio del origen colonial de la ciudad donde muchos de sus rincones son espacios de la vieja Castilla traspasados a tierras americanas.

Austera fachada del Palacio de Gobierno

Llego a la plaza situada enfrente de la Iglesia y Convento de San Francisco, el punto fundacional de la ciudad. Hoy la Casa de Artesanías ocupa los viejos pasillos del claustro del convento donde es posible encontrar un amplio muestrario del buen hacer de los artesanos de Michoacán.

Una vieja imprenta todavía en funcionamiento

Finalmente llega la hora de regresar a México D.F. con la sensación de dejar un remanso de paz para volver al infierno. Morelia me ha dejado un buen sabor de boca a pesar de que no es tan espectacular o colorista como otras ciudades coloniales mexicanas. Los hoteles no son caros, la vida cultural es digna de reseñar y el ambiente de calles y plazas invita a pararse, disfrutar de los pequeños detalles y a charlar con sus habitantes mientras tomamos algo en una de sus muchas terrazas.

Una heladería en Morelia, aquí llamadas neverías.

Y no debemos olvidar que Morelia puede servir de punto de partida para explorar el estado de Michoacán con lugares tan atractivos como el lago Pátzcuaro donde todavía se conservan muchas tradiciones indígenas; los numerosos pueblos que guardan auténticas joyas del arte colonial en forma de conventos, palacios e iglesias repartidos por toda la meseta purépecha; la zona de aguas termales de Los Azufres, una de las más hermosas del estado; y, por supuesto, las reservas naturales de El Rosario y de Sierra Chincua donde millones de mariposas monarca vienen a pasar el invierno en sus todavía extensos pinares ofreciendo un espectáculo único en el Mundo.

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