Subir a un volcán es adictivo.

Hace algunos años tuve la oportunidad de subir al cráter del volcán Pacaya en Guatemala convirtiéndose en una experiencia inolvidable. El suelo de cenizas se estremecía bajo mis pies mientras a lo lejos se escuchaban las explosiones del cráter.

Liberando tortugas y mucho más en Monterrico.

En mi mano llevo a un pequeño ser que ha nacido hace unas pocas horas. Su cuerpo es como de goma dura, de tacto suave, y su instinto vital le empuja a patalear con insistencia. No se defiende, lo que quiere es dirigirse hacia el lugar donde va a vivir el resto de su vida.

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