Las Highlands.
Uno de esos nombres de la geografía que provoca en muchos viajeros la dilatación de las pupilas y el aumento del ritmo cardíaco. La abundancia de literatura y más recientemente de películas filmadas en este entorno único no han hecho sino aumentar el interés por este lugar tan especial.
Las Highlands, las Tierras Altas de Escocia, son un territorio mítico plagado de historias, batallas y leyendas. Aquí la geografía es protagonista de primer orden con horizontes dibujados por colinas cubiertas de turba, hierba y agua, donde sopla implacable el viento. Una orografía de montañas cubiertas de nieve por donde descienden cascadas y ríos salvajes de aguas limpias donde todavía abundan los salmones. Un paisaje agreste, casi salvaje, salpicado de lagos y viejos castillos que cuentan las historias de los antiguos clanes escoceses.
Me he marcado una intensa ruta de 3 días conduciendo por este territorio que me llevará desde la capital, Edimburgo, hasta Inverness 250 km. más al norte. Un plan que al final se ha mostrado demasiado ambicioso debido a varias razones. La principal ha sido los accidentes de tráfico provocados por las condiciones de las estrechas carreteras sumada a unas condiciones climatológicas adversas. La segunda, la gran belleza de muchos de los paisajes que iba encontrando por el camino. Ha sido inevitable detenerme cada poco a admirar, fotografiar o pasear por los lugares que iba cruzando. Incluso bajo la intensa lluvia o azotado por el viento. En esos momentos la magia de las Highlands se apoderaba de mí y perdía completamente la noción del tiempo. En pocos lugares de Europa uno puede sentir todavía el pálpito salvaje de unas tierras apenas alteradas por la mano del hombre.
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El hombre gallina que quiso volar desde el castillo de Stirling
Salgo de Edimburgo en una mañana que se vuelve cada vez más gris mientras conduzco por la autopista que me lleva a Stirling. En esta pequeña ciudad a orillas del río Forth se encuentra uno de los castillos más visitados de Escocia. Desde el S.XIV el castillo de Stirling se convirtió en uno de los principales baluartes defensivos contra las invasiones inglesas. Y más adelante en el S.XVI en residencia real de la Corona escocesa por decisión del monarca James V.
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Unos años antes, en 1507, el alquimista y cortesano escocés John Damian proclamó que podría volar desde el castillo de Stirling hasta Francia vestido como una gallina. El día que anunció su vuelo el rey James IV y toda su Corte se apelotonaron en lo alto de las murallas para disfrutar de tal proeza humana. Alzado sobre una de las más altas murallas del castillo, Damian comenzó a batir sus alas revestidas con plumas de gallina, y se tiró al vacío agitándolas frenéticamente arriba y abajo. Unos segundos más tarde se estrellaba contra el duro suelo escocés rompiéndose solo una pierna. Damian sobrevivió para seguir con sus experimentos en la corte del rey renacentista. Pero la frontera entre la magia y la ciencia aún tardaría unos siglos en delimitarse por completo.
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Esta es una de las curiosas historias acaecidas en este castillo y residencia real. Llegar es muy fácil ya que las indicaciones te llevan hasta el estacionamiento habilitado bajo las murallas. Cuando accedo al interior tras pagar la entrada me dirijo directamente a los baluartes. El viento sopla con fuerza y desde lo alto de sus murallas construidas en una colina rocosa cortada a pico, se domina un paisaje fértil de verdes llanuras. La ciudad de Stirling se ve pequeña allí abajo. Al fondo sobre una colina se levanta una gran torre de piedra. Es el monumento a William Wallace, el héroe escocés conocido por todos de la película Braveheart. Justo debajo de donde me encuentro está el campo de batalla donde el primer monarca escocés, Robert the Bruce, derrotó a las tropas inglesas en 1314. Todo aquí parece recordar el secular enfrentamiento entre Escocia e Inglaterra. Muy cerca está el bastión desde donde Damian se tiró al vacío agitando sus alas de gallina. No puedo ni imaginar cómo pudo salvarse viendo la distancia hasta el suelo.
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El barco cargado de sirenas que entró a cañonazos en la fiesta del bautizo
El castillo de Stirling está muy renovado. Excesivamente. El Great Hall donde se celebraban las fiestas y bailes reales parece un edificio nuevo. Aquí se celebró el famoso bautismo del príncipe Henry en 1594. Mientras se servía el banquete a base de pescados se introdujo un barco entero cargado de mujeres disfrazadas de sirenas. Mientras tanto el barco disparaba sus cañones a babor y estribor a medida que entraba en el Great Hall ¡Qué época más alocada y vaya fiestas que se montaban de aquellas los monarcas escoceses!
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El Palacio de James V es del estilo renacentista imperante en la época. En el exterior del palacio real se encuentra una gran representación iconográfica a base de estatuas y gárgolas de piedra muy deterioradas por el paso del tiempo. En una de las esquinas principales está representado el monarca escocés con unos leones sobre su cabeza.
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En el interior, muy renovado, os encontraréis con paredes recién pintadas y salas vacías. Con la excepción de las habitaciones de la reina María Estaurdo y la sala decorada con los tapices representando la Caza del Unicornio. Los tapices originales se crearon hacia 1500 en Flandes y los originales se encuentran en el Cloisters Museum dependiente del Metropolitan Museum de Nueva York. Los que vemos en esta sala son una recreación actual elaborados siguiendo los diseños y las técnicas originales. Su elaboración llevó 13 hace años y su costo superó los 2 millones de libras. En algunas de estas salas encontraréis a figurantes vestidos de época que os informarán acerca de las curiosidades del castillo.
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Otra gran sala recrea la decoración del techo con las llamadas «Cabezas de Stirling«. Más adelante se encuentra una sala donde se exhiben estas cabezas originales talladas en madera. La verdad es que son una maravillosa recreación de los rostros, vestimentas, peinados, modas y simbolismo imperante en la corte escocesa a mediados del S.XVI. Y de lo mejor del castillo del Stirling.
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Termino este recorrido visitando la Capilla Real y las cocinas, una interesante recreación del mundo de los fogones y la gastronomía de la época. Por supuesto, de aquellos privilegiados que se lo podían permitir. Dejo el castillo de Stirling con una sensación agridulce mientras me acerco hasta el cementerio de la cercana iglesia de Holy Rude. Allí, caminando entre la hierba verde, las viejas lápidas y las cruces celtas contemplo el castillo en la lejanía. Y decido que ya no necesito ver más interiores de castillos escoceses.
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William Wallace was here
La siguiente parada me lleva hasta el cercano Wallace Monument. Una enorme torre de piedra de 67 metros de alto levantada ex profeso para honrar la memoria del héroe escocés. Wallace derrotó en 1297 a las tropas del rey inglés Eduardo I aquí en Stirling, pero luego fue traicionado y ejecutado. Si quieres visitar el interior de la torre con su exhibición acerca de las batallas, proezas y heroicidades de Wallace, has de pasar por caja. Nada más y nada menos que 10 libras. Entre el precio de la entrada y la prohibición de volar drones he de contentarme con tomar el sendero que asciende hasta la torre levantada en 1869. Sopla un viento de mil demonios y comienza a llover. Aparte del paisaje y la estatua de Wallace alzando la espada desde una esquina de la enorme torre, poco más hay que ver aquí. Sinceramente, me parece que estoy ante una de las torres de «El Señor de los Anillos«.
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Hacia el Trossachs National Park
Mi siguiente parada es mi homenaje particular a una de las películas míticas de los Monthy Piton: Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores. Esa escena de la llegada a un castillo trotando y golpeando cocos para simular el galopar de los caballos es mítica. Pues ese castillo es el de Doune y se encuentra muy cerca de Stirling en la carretera que lleva hacia el Trossachs National Park. Aquí también se han grabado escenas de Juego de Tronos y de la película Outlander. Entrar cuesta 6 libras, así que me contento con verlo desde el exterior. Sólo me faltan la compañía del sonido de los cocos para acercarme al trote.
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Siguiendo la A84 me adentro en un paisaje cada vez más salvaje salpicado de granjas, bosques a donde apenas ha llegado la primavera y verdes prados donde pastan caballos y ovejas. Miles de ovejas. Y también algunas de las típicas vacas peludas escocesas de las Highlands.
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Cuando decidí viajar a Escocia tenía muy claro que la mejor forma de recorrer las Highlands con el poco tiempo que disponía, era en coche. Me gusta conducir y llevo muchos años alquilando coches por medio mundo. Es la mejor forma que he encontrado de llegar a lugares a los que el trasporte público no llegaría jamás o de aprovechar mejor mi tiempo de viaje. Y a veces, de tener una especie de refugio provisional. Finalmente me decidí por un coche de SIXT debido a la gran flota con la que cuentan convirtiéndose en la mejor opción para realizar este viaje. Así es cómo hice este recorrido por el noroeste de Escocia, con un precioso Mercedes C220 casi de estreno. Un cochazo con el que pude moverme con seguridad por las reviradas carreteras escocesas.
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Salgo de la vía principal entre los lagos Lubnaig y Voil para adentrarme por una de esas carreteras locales por las que sólo cabe un vehículo, y justito. Debido a su estrechez en este tipo de vías existen pequeños huecos en los arcenes donde apartarse para ceder el paso al que viene de frente. Pero hay que conducir con mucho cuidado, sobre todo al tomar las curvas y en los cambios de rasante. El camino se adentra entre bosques de viejos árboles cubiertos de musgo. Hay tramos en los que el paisaje parece otoñal. Un maravilloso bosque antiguo donde los ocres se mezclan con el verde de los musgos y las diferentes tonalidades de los líquenes.
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A medida que me adentro en el Parque Nacional Trossachs el clima se va haciendo más frío y húmedo. Los bosques van quedando atrás y atravieso un páramo de turba negra cubierta de hierba de colores ocres salpicada de lagunas. Ahora sí que estoy en las Highlands. Este paisaje es el que se está intentando recuperar en amplias áreas de Escocia. Hace décadas se inició un plan de reforestación que alteró el paisaje y la composición del suelo de turba. Con el tiempo se ha demostrado que la vegetación de herbáceas que crece en este suelo es capaz de retener mucho más CO2 en el suelo que cualquier bosque de coníferas. Por ello se están arrancando miles de árboles restituyendo grandes áreas de terreno a su estado original.
Cada vez llueve más intensamente. Un coche se acaba de salir de la carretera y está semi volcado en el arcén de turba. Sus ocupantes están fuera comprobando los daños y nadie parece ni herido ni muy preocupado. Será el primero de los accidentes similares con los que me encontré en las Highlands. Sigo mi camino bajo un aguacero que no me permite disfrutar el paisaje de colinas, riachuelos y montañas que todavía guardan algo de nieve. La carretera hacia Glencoe trascurre por paisajes fantásticos, casi primigenios, salpicados de montañas, ríos y páramos inmensos cubiertos de hierba. Durante kilómetros sólo veo algunas casas aisladas que parecen estar en medio de la nada. Cuando desciendo hacia Glencoe por un gigantesco valle sé que tendré que regresar para fotografiar lo que la lluvia apenas me ha dejado ver.
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Fort William, mi base de operaciones
Finalmente alcanzo la costa en Glencoe, una pequeña población a orillas del lago Leven. La carretera hacia Fort William bordea la costa del Linnhe, otro lago que comunica directamente con el mar configurando un pequeño fiordo. Fort William será mi base de operaciones durante los próximos días. Esta pequeña ciudad vive sobre todo del turismo ya que muy cerca se encuentra el Ben Nevis que con sus 1.345 m. es la montaña más alta de todo el Reino Unido. Mientras atardece sigue lloviendo. Espero que en los próximos días no termine por salirme musgo en el cuerpo con tanta humedad.
Amanece y el cielo sigue gris pero ha parado de llover. Esta mañana tengo pensado acercarme hasta Glenfinnan para fotografiar el viaducto por el que pasa el Jacobite Train. Este es uno de los pocos trenes a vapor que todavía circulan por el Reino Unido y se ha hecho mundialmente famoso ya que en la ficción es el Hogwarts Express de las películas de Harry Potter. Se encuentra a unos 30 Km. de Fort William en la carretera que lleva hacia Malaig y mi objetivo es fotografiar al tren cuando pasa justo por el viaducto.
Glenfinnan es muy fácil de encontrar. Los paneles indicadores en la carretera no dejan lugar a dudas. Cuando llego aquello es un hervidero de gente. Es lo que tiene viajar durante las vacaciones. Esto es algo que me ha sorprendido en Escocia: parece que estás solo, pero cuando llegas a tu destino los Bed&Breakfast están completos, los restaurantes están a tope (en Fort William tuve que entrar en 4 restaurantes hasta que encontré una mesa libre para cenar). Y por supuesto los lugares más turísticos están siempre llenos de gente. Glenfinnan además se encuentra a orillas del lago Shiel, un lugar donde el paisaje es sencillamente fantástico. Aquí se encuentra el monumento a los Jacobitas que lucharon en defensa de la causa del príncipe Charles Edward Stuart. Los Jacobitas se alzaron en armas justo aquí en 1745 en un último intento por restaurar a los Estuardos en el trono de Gran Bretaña. Fracasaron, pero su recuerdo permanece muy presente en tierras escocesas.
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Llega el Hogwarts Express
Me subo a una loma cercana para dejar atrás el estacionamiento lleno de coches del Centro de Visitantes. Desde aquí tengo unas vistas maravillosas del lago a un lado y del viaducto al otro. A pesar del cielo encapotado y las rachas de viento despego mi Mavic para grabar unas vistas del Glenfinnan Monument a orillas del lago. Justo mientras estoy sobre el lago escucho un pitido y al girarme veo una nube de humo elevándose de la maquina del Jacobite Train entrando a toda velocidad en el viaducto. No tendré otra ocasión como esta y decido dar media vuelta al Mavic a toda velocidad. No puedo perder la oportunidad de hacer esas tomas aéreas. El dron avanza a duras penas hacia el tren frenado por un viento racheado que no me permite acercarme más a mi objetivo antes de que se aleje. Todo pasa muy deprisa, unos instantes en los que el Jacobite Train me llevó por unos momentos al fantástico mundo de Harry Potter. Ese mundo mágico imaginado por J.K.Rawling en una de las pequeñas mesas del Elephant House con vistas al castillo de Edimburgo.
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Minutos después veo al tren que retrocede lentamente marcha atrás. Luego me enteraré que está haciendo los ajustes para la puesta en marcha de la temporada de verano, ya que este tren turístico sólo funciona desde mediados de abril hasta finales de octubre. Desde la distancia estoy seguro de que algún día tendré la oportunidad de fotografiarlo mucho más de cerca.
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Vuelvo hacia Fort William para tomar la carretera hacia el norte que me llevará hasta dos de los lugares más icónicos de Escocia: el castillo de Eilean Donan y la isla de Skye. Hasta el castillo hay poco más de 100 km. que trascurren por ondulados paisajes de verdes praderas donde pastan miles de ovejas. Comienza a llover de nuevo. Pasado el lago Lochy, uno más de esos lagos encajonados en un valle de origen glaciar tan típicos de las Highlands, el tráfico se detiene. La carretera es de 2 carriles sin arcenes. Y allí me quedo bloqueado entre decenas de vehículos. Pasa un buen rato hasta que viene un cartero hablando con los conductores. Un autobús ha volcado un poco más adelante bloqueando totalmente la carretera. Hay gente herida. Llega la policía, los bomberos, las ambulancias…Finalmente la policía cierra la carretera y nadie pasará por aquí en todo el día. Tras una hora esperando acontecimientos me despido de mi viaje al castillo de Eilean Donan y la isla de Skye. No hay otra forma de llegar si no es dando un rodeo enorme de varias horas. La situación exige un cambio de planes sobre la marcha.
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Cambio de planes. Vuelta al principio
Todos los coches empezamos a dar la vuelta. No queda otra que regresar a Fort William e improvisar. Por el camino decido que esta adversidad es, en el fondo, una oportunidad. Y regreso al principio de mi viaje, a Glencoe y a la carretera de los Trossachs que apenas había podido ver entre la lluvia el día anterior. La tarde seguía cubierta de nubes, pero esta vez sí pude disfrutar de una de las carreteras más escénicas que recuerdo.
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El paisaje de turba, hierba, montañas y cascadas se sucedía cada vez más hermoso. Volví para respirar el aire cargado de humedad y de olor a tierra mojada, para caminar por sendas solitarias,para sentir el viento del norte en mi cara y también para fotografiar. Aquí un par de gaiteros escoceses caminando por un valle solitario, allí la carretera que desciende entre las montañas…Y más adelante un atardecer inolvidable en el que los rayos de sol jugaban a colarse entre las nubes.
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Fueron momentos en los que me rendí a la evidencia. Como muchos otros antes que yo, había caído irremediablemente prendado de la magia de las Highlands. Y todavía me quedaba mucho por descubrir. Muy pronto os seguiré contando lo que me encontré a lo largo de este corto pero intenso viaje.
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Información práctica:
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– Si piensas recorrer las Highlands en coche, cosa que aconsejo vivamente, no dudes en hacerlo en un buen automóvil. En mi caso la experiencia con SIXT fue perfecta desde el principio y finalmente agradecí conducir un vehículo de las características del Mercedes C220. Además SIXT cuenta con oficinas en Edimburgo, tanto en el aeropuerto como en en el centro de la ciudad, y el trato de todo su personal fue profesional al 100%.
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– En Escocia las carreteras están bien asfaltadas, pero la mayoría son muy estrechas y no tienen arcenes. Los laterales son de hierba o turba, con lo que si te sales un poco puedes perder el control del coche. Precisamente los accidentes que vi fueron debidos a salidas de la carretera al pisar la hierba y perder el control del vehículo. Así que ya sabes, conduce con prudencia, disfruta y recuerda que un buen Seguro de Viajes te puede ahorrar preocupaciones y resolver muchos problemas. Así que ni lo dudes. Desde aquí te recomiendo MONDO, el seguro de viaje inteligente para viajeros inteligentes.
– Dependiendo de la época en la que vayas te puedes encontrar que en las Highlands las gasolineras están cerradas a partir de las 6 de la tarde. Sé previsor y no esperes a llenar el depósito hasta el último momento.
– Durante todo este recorrido por Escocia no encontré autopistas de peaje. Pero sí muchos radares para el control de velocidad.
– Reserva tu hospedaje con antelación. En periodos vacacionales esta es una zona muy turística y tanto los hoteles como los Bed&Breakfast suelen llenarse. Con los restaurantes pasa exactamente lo mismo.
– Aunque por las carreteras encontrarás algún que otro alojamiento, Glencoe y Fort William son los lugares donde encontrarás una oferta muy variada y con todo tipo de servicios.
– El aparcamiento del castillo de Stiling es gratuito. El coste de la entrada es de 15 libras. Si además de este castillo visitas el de Edimburgo y algún monumento histórico más, es posible que te interese adquirir el Explorer Pass desde 31 libras. ¿Merece la pena visitar el castillo de Stirling? Si te interesa el Arte y la Historia, sí. En caso contrario te puedes ahorrar las 15 libras.
– La entrada a la torre del Wallace Monument cuesta 10 libras. Sólo veo justificado pagar esa cantidad para entrar a la torre si eres un fan incondicional del héroe escocés.
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