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Grecia en 7 días: mi ruta perfecta por la Grecia continental.

Si alguna vez has soñado con un viaje que mezcle historia antigua y paisajes únicos, Grecia es tu destino. Prepárate para un recorrido que comienza en Atenas, el corazón de la antigua Grecia, continúa por Meteora, uno de los paisajes más surrealistas de Europa, y termina a las orillas del mar Egeo en el Peloponeso.

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En la primera parte de este viaje te llevaré a conocer lugares míticos como Atenas, Delfos o el Paso de las Termópilas, montañas escarpadas entre valles vestidos de olivos y monasterios ortodoxos construidos sobre rocas imposibles en Meteora. En la segunda parte, cruzaré el Canal de Corinto para adentrarme en el Peloponeso y llevarte hasta la mítica Micenas, al Teatro de Epidauro, o subir hasta lo más alto de las fortalezas venecianas de Nauplia. Y, por supuesto, te mostraré por qué la maravillosa gastronomía griega está entre las mejores del mundo.

Para mi estaba claro que la mejor forma, y la más práctica, de recorrer la Grecia continental es en coche. Así que, tras pasar unos días en Atenas, alquilé un coche tras comparar precios y ofertas en DiscoverCars.com. Un portal comparativo en el que podrás elegir entre numerosas empresas de alquiler de autos con precios para todo tipo de bolsillos. Y muy buenas ofertas.

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Atenas: donde todo comienza

La aventura arranca en Atenas, ciudad que podría describirse como una combinación de impresionantes restos arqueológicos, un tráfico caótico, multitudes de turistas y tabernas con platos irresistibles a pie de calle en el archiconocido barrio de Plaka.

Atenas es una ciudad que combina una historia de siglos, caos moderno y un ambiente tan vibrante que hasta los mismos dioses griegos querrían tomarse un respiro en alguna de sus terrazas. Aunque podría llevarnos mucho tiempo explorar cada rincón de la capital griega, dos días bien organizados son suficientes para empacharnos con una sobredosis de yacimientos arqueológicos, museos, vistas impresionantes y, por supuesto, deliciosas comidas griegas.

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Día 1: Atenas clásica y panorámicas épicas

Comienza tu día en la Acrópolis y el Partenón. Porque si no has caminado a los pies de las columnas del Partenón, ¿realmente estuviste en Atenas? Visible desde casi toda la ciudad, la roca de la Acrópolis se eleva imponente sobre Atenas. Y, atrayendo todas las miradas, el Partenón, ese majestuoso templo dedicado a Atenea que lleva más de 2.400 años vigilando la ciudad. El Partenón es el símbolo más icónico de Grecia y, posiblemente, de toda la civilización occidental. Aunque sus columnas han resistido guerras, terremotos, el saqueo inglés y oleadas de turistas, sigue siendo impresionante, incluso destrozado.

Aquí te dejo unos consejos y curiosidades acerca de la Acrópolis:

  • Te aconsejo visitar la Acrópolis muy temprano, o por la tarde a última hora. Evitarás el sol achicharrante y las multitudes de turistas que comienzan a llegar en masa a partir de las 10h. Aquí os dejo una imagen que tomé tras terminar mi visita a la Acrópolis a las 10:30 de la mañana, cuando  llegaban centenares de turistas subiendo por los Propileos.

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  • Cuando camines bajo el Partenón, fijate en la perfección de sus proporciones. La razón es que hace ya 2.400 años sus arquitectos, Ictino y Calícrates, además de Fidias que elaboró todas las metopas y la decoración, crearon el Partenón utilizando la proporción aurea, el número aúreo o la espiral aúrea, como también se le denomina.
  • Creo que Fidias se dejó los andamios tras colocar los frisos del Partenón. Llevan ahí desde que visité Atenas por primera vez hace muuuuchos años. Seguro que si vuelvo dentro de 30 años, seguirán ahí.

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  • Las Cariátides que se ven en el Erecteion de la Acrópolis son copias. Las originales están en el Museo de la Acrópolis a buen resguardo del mal tiempo y de los ingleses, que se llevaron una para exponerla en el Museo Británico.

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  • Lo cierto es que el Partenón se conservó bastante bien hasta que los venecianos intentaron tomar la ciudad a los turcos durante el dominio otomano. En 1687 una bala de cañón disparada por los venecianos acertó de pleno en el Partenón, donde los turcos habían puesto un polvorín. Todo voló por los aires y por eso lo vemos así ahora. Desde luego, los turcos podrían haber elegido un lugar menos visible para poner el polvorín.
  • Por si fuera poca desgracia, entre 1801 y 1812 los ingleses, con Lord Elgin a la cabeza, se llevaron a Inglaterra las mejores metopas, esculturas y mármoles que quedaban en la Acrópolis. Los griegos llevan reclamando esas piezas sustraídas desde hace décadas, pero los ingleses hacen oídos sordos y dicen que están muy bien en el Museo Británico (el menos británico de los museos). Y esta historia lleva a la siguiente visita.

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El Museo de la Acrópolis de Atenas

Una vez que hayas cansado de ver columnas dóricas rodeado de centenares de turistas, baja al Museo de la Acrópolis. Un museo que fue creado para albergar todas las piezas recuperadas de la Acrópolis, incluidas las piezas que están en Inglaterra. Aquí puedes ver los mármoles y frisos que sobrevivieron a siglos de guerras, terremotos y ladrones ingleses. También las cariátides originales del Erecteion, esas damas de piedra inmutables tras siglos de historia a sus espaldas. Están todas, menos una que se llevó Lord Elgin a Londres, y allí sigue, triste y solitaria en el Museo Británico.

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Si vienes a Atenas, el barrio de Plaka te va a encantar

Después de la sobredosis de Historia, acércate al barrio de Plaka, el barrio más antiguo de la ciudad. Muchas de sus calles son peatonales y están repletas de tiendas de souvenirs, terrazas acogedoras y tabernas típicas donde podrás disfrutar de un souvlaki, una taramosalata, un gyros o una moussaka para reponer energías. Si puedes, búscate una terraza con vistas a la Acrópolis (nunca me cansaré de sus vistas).

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Esos atardeceres de Atenas

Después de darte una vuelta por Plaka, sube a la Colina de Filopapos (Filopappou Hill) para ver el atardecer. Las vistas desde esta colina con la Acrópolis iluminada justo delante son inolvidables. Es el lugar perfecto para para tomar unas fotos de las que gustan en Instagram. Además, está mucho menos concurrido que otros miradores como el de Licabeto.

Para cenar, puedes volver a Plaka o a Psiri, uno de los barrios más animados de Atenas por la noche. Lleno de bares y tabernas, es ideal para cenar al estilo griego. Y si hay suerte, con músicos griegos improvisando y echándose algún baile.

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Día 2: Atenas más allá de las ruinas

Puedes comenzar el día acercándote al Mercado Central de Atenas. Este es un mercado como los de antes, bullicioso y colorido, en el que encontrarás desde aceitunas hasta carnes recién cortadas colgando en ganchos, con unos vendedores que parecen competir para ver quién tiene la voz más potente. La sección de las pescaderías es todo un regalo para la vista.

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A poca distancia del mercado, puedes acercarte al Ágora Antigua y el Templo de Hefesto. Lo que ahora es un campo de ruinas y piedras desparramadas fue hace 2400 años el corazón social, político y comercial de la antigua Atenas. Aquí, bajo la imponente silueta de la Acrópolis, es donde Sócrates solía incomodar a la gente con preguntas filosóficas y donde se discutían las ideas que dieron forma a la democracia. Por cierto, el Templo de Hefesto es uno de los mejor conservados de Grecia y merece una visita.

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Monastiraki, el centro comercial y turístico de Atenas

A la salida, te encontrarás con otro de los barrios más típicos de Atenas: Monastiraki, famoso por sus calles comerciales y su mercado de antigüedades. Este es el lugar perfecto para comprarte un casco de guerrero espartano, aunque seguramente esté hecho en China. No te pierdas la plaza Monastiraki con sus puestos de fruta presidida por la iglesia Kapnikarea y la antigua Mezquita Tzisdaraki que se levanta junto a la Biblioteca de Adriano. Esto es Atenas, con sus capas superpuestas de pueblos, culturas y religiones que se superponen y se mezclan entre las riadas de turistas y los habitantes de la ciudad.

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Para comer, busca una terraza con vista al Ágora y al Partenón. Puedes empezar con un tzaziki, unas dolmades o una ensalada griega con queso feta y aceite de oliva local. Y seguir con un gyros o un souvlaki, y terminar con unos baklavas de postre.

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El Museo Nacional de Arqueología, un «must» de Atenas

Por la tarde, con el sol cayendo a plomo, ha llegado el momento de refugiarse en el Museo Nacional de Arqueología. Si todavía tienes energía y ganas de arte, este museo es un ‘must’. Aquí encontrarás las máscaras funerarias de oro de Agamenón del Tesoro de Atreio encontradas en Micenas, secciones enteras llenas de piezas de cerámica, y una colección de estatuas que te harán pensar si todos los griegos antiguos eran atletas.

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No te puedes ir de Atenas sin darte una vuelta por la Plaza Sintagma y ver el curioso cambio de Guardia delante del Parlamento Griego. Podrás verlo a cada hora en punto, pero el más espectacular es el que se celebra los domingos a las 11 de la mañana. Si os preguntáis de dónde han sacado esos extraños pasos los “evzones”, los soldados de guardia, pensad en caballos.

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La historia es muy curiosa, y según las leyendas urbanas que corren por ahí, viene de un príncipe caprichoso que quería tener un establo propio con caballos. Como su padre no se lo regaló, hizo que los soldados de su guardia personal imitaran el paso de los caballos a su paso. Unos años después, ese príncipe caprichoso acabó siendo el primer rey de Grecia, Oton I. Tras su independencia del imperio Otomano, las potencias europeas impusieron a Grecia un rey extranjero de origen alemán (Oton I) que nunca fue aceptado por los griegos. Por eso cuesta creer que los soldados griegos aceptaran la imposición de caminar como caballos. Y más, todavía hoy, 200 años después de su independencia.

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El mirador más alto de Atenas: la Colina de Licabeto

Para terminar el día, acércate hasta el mirador más alto de la ciudad: la Colina de Licabeto (Lycabettus Hill). Desde aquí puedes ver toda la ciudad, incluyendo la Acrópolis, el puerto del Pireo y las montañas que rodean Atenas. Es especialmente bonito al atardecer cuando las luces de la ciudad se iluminan a tus pies. Puedes subir a pie, o en teleférico pagando. Si quieres alejarte de las multitudes que abarrotan el mirador, desciende por el camino que lleva a la ciudad. Te aseguro que las vistas al atardecer desde aquí son increíbles.

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Conclusión: dos días en Atenas es muy poco tiempo para tanto que ver

Y así, con los pies cansados pero con el alma rebosante de arte y el estómago lleno, concluye esta visita de dos días a Atenas. Es cierto que sólo he visto una pequeña parte de esta ciudad milenaria, y que te aconsejo pasar muchos más días descubriendo sus rincones más o menos secretos. Pero ha llegado la hora de subirme al coche, y escapar de los atascos de Atenas para dirigirme hacia el norte del país.

Mi destino es Meteora, sus paisajes y sus monasterios construidos en lo alto de rocas imposibles. Pero antes decido desviarme un poco y dirigirme hacia uno de los lugares que todo griego de la antigua Grecia ansiaba visitar: el Santuario de Delfos.

El lugar donde para conocer tu futuro debías conocerte antes a ti mismo 

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El Santuario de Delfos

Una vez que salgas del caos urbano ateniense, dirígete hacia el norte. Aunque hay autopista directa a Meteora, decido desviarme por la carretera que me lleva, tras 2 horas y media, al Santuario de Delfos. Bajo una lluvia incesante, apenas veo sus ruinas al estar casi oculto entre olivares centenarios a los pies del monte Parnaso y sus casi 2500 m. de altura.

Los restos del que fue el lugar más sacrosanto de la Grecia clásica es hoy un conjunto de ruinas. Pero ¡qué ruinas! Esas piedras desparramadas por el suelo y esos muros donde todavía se ven sus grabados en griego antiguo arrastran una carga de energía, algo especial, que termina por tocarte el alma. Quizás sea ese entorno casi salvaje, esos valles vestidos de olivos centenarios, o las altas montañas rocosas que lo rodean.

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Y como en tantos otros lugares historicos que he visitado, la misma reflexión que viene a mi cabeza: Así acaban todos los imperios. Con las piedras con las que edificaron su grandeza desparramadas por el suelo.

Desde luego los griegos antiguos del S.VIII a.C. eligieron el lugar adecuado. Aunque la leyenda dice que fue Zeus el que decidió que este era el centro del mundo arrojando una roca que todavía es visible a la entrada del Santuario. Sea como sea, caminar por el lugar al que venían los griegos para conocer su futuro y tomar las decisiones personales o políticas que debían regir su vida, es hacer un viaje a un pasado que ya no existe.

Aquí, oculto a la vista del mundo en el ádyton, una de las hendiduras de la roca sobre la que se construyó el templo de Apolo, el Oráculo de Delfos dejaba oír sus palabras. Aunque más bien habría que hablar de Orácula, ya que eran mujeres sacerdotisas las que ejercían esta labor adivinatoria.

Hoy día todavía puedes ascender por la vía Sacra, caminar frente a uno de los pequeños templos de las ciudades donde se guardaban los tesoros donados por las principales polis griegas, en este caso el de Atenas, y llegar a lo que queda del Templo de Apolo. Las mejores vistas de todo el complejo sagrado se tienen desde lo alto del teatro de Delfos, con capacidad para 5.000 personas.

Allí, rodeado de montañas y con el valle a tus pies, es donde puedes sentir lo que aquellos griegos debían sentir hace 2500 años. Jenofonte, Plutarco, Leónidas en su camino a las Termopilas, Alejandro Magno o Heródoto entre muchos otros estuvieron aquí antes que yo.

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Todavía puedes seguir subiendo hasta el Estadio de Delfos, el más grande y mejor conservado de Grecia, construido para los Juegos Píticos. Y así hacerte una idea de cómo debieron celebrarse los Juegos de Olimpia.

TIP.- Antes de irte date una vuelta por el Museo, y déjate sorprender ante la perfección de algunas de sus piezas, aunque la mayoría se encuentran en el Museo Arqueológico de Atenas.

Termópilas: donde los espartanos dijeron: ‘¡Hasta aquí hemos llegado!’

Siguiendo hacia Meteora llegas a las Termópilas, el famoso paso donde Leónidas y sus 300 espartanos (más algunos cientos de griegos de los que la película se olvidó) se enfrentaron a los persas en el 480 a.C. El sitio es muy modesto, sólo reconocible por una estatua de Leónidas. Cuesta imaginarse que aquí, en esta llanura recorrida por una carretera y una autopista, sucedió una de las batallas más conocidas de la Antigüedad.

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El paisaje, después de 2400 años, ha cambiado totalmente. Los sedimentos de los ríos cercanos han colmatado toda la zona convirtiéndola en una llanura aluvial que ha hecho retroceder la linea de costa varios kilómetros. Hay que hacer un auténtico ejercicio de imaginación para visualizar cómo debía ser el entorno físico de entonces. Aun así, el lugar todavía emana esa sensación de ‘aquí se libró una batalla épica’.

Si eres de los que le gustan los datos curiosos, puedes contarles a tus amigos que la batalla en realidad se libró en agosto, bajo el achicharrante calor griego. Que duró 3 días y que Leónidas murió el segundo día. O que el sacrificio de los espartanos fue inútil, ya que los ejércitos persas de Jerjes finalmente arrasaron el Ática griega para atacar Atenas en el 480 a.C. Y destruirla por completo, incluyendo el antiguo Templo de Atenea y el Hecatompedón, el Partenón antiguo.

Por eso, cuando mires hoy a la Acrópolis y el Partenón, no olvides que es una reconstrucción ordenada por Pericles en el el 447 a.C., 33 años posterior a la invasión de los ejércitos aqueménidas de Jerjes.

Llegada a Meteora, el lugar donde los monjes no tienen vértigo

Finalmente, tras otras dos horas y media de viaje conduciendo desde Delfos, llego a Meteora bajo cortinas de una intensa lluvia primaveral. Aquí es donde las cosas se ponen realmente impresionantes. Meteora es famosa por sus monasterios construidos en la cima de formaciones rocosas que parecen salir directamente de un sueño surrealista. Originalmente, estos monasterios se construyeron para proteger a los monjes de las invasiones otomanas y, según dicen, para estar más cerca de Dios.

Hoy en día, seis de los monasterios originales son visitables, incluyendo el Gran Meteoro, que es el más grande y el más antiguo. Las vistas desde los monasterios y los miradores de la ruta son tan impresionantes que hasta mi drone se quedó sin batería de la emoción.

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Meteora y sus vistas de ensueño

Ascender por la carretera que va de la pequeña ciudad de Kalambaka hacia los monasterios de Meteora es un ejercicio de conducción. Y no precisamente por las curvas de la carretera. Es que las vistas son tan increíbles que vas a querer parar cada pocos metros. Afortunadamente hay muchos miradores donde parar y bajarse del coche para admirar estos paisajes.

Asomarte a las montañas de Meteora declaradas Patrimonio de la Humanidad te hace sentir un privilegiado. Incluso en días lluviosos, grises y con los cielos cubiertos de nubes como los que me tocaron. A lo largo de mi vida he visto muchos paisajes maravillosos, pero estos de Meteora saltaron directamente a los primeros puestos de mi ranking personal de “paisajazos del mundo”. Esas gigantescas moles de rocas me recordaron a las de Río de Janeiro, a las montañas de Tam Coc en Vietnam, a las que bordean el río Li en Guilin, China, o a las moles de piedra de Guatapé en Colombia.

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Guía para visitar Meteora en 2 días: monasterios, miradores y arte en las alturas

Meteora, en el corazón de Grecia, es uno de esos lugares que parecen salidos directamente de un sueño. Sus enormes pilares de piedra, coronados por antiguos monasterios que desafían la gravedad, te harán sentir como si estuvieras en un capítulo de Juego de Tronos. En esta guía de dos días te llevaré por los mejores monasterios y los miradores más espectaculares para que disfrutes al máximo de esta maravilla natural y artística.

Pero esto lo dejaré para el próximo capítulo de este road-trip por Grecia, en el que te llevaré al Canal de Corinto, al Teatro de Epidauro, a las míticas ruinas de Micenas o a la bella y coqueta ciudad de Nauplia.

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