Tikal, un inolvidable viaje al pasado maya.

Estoy en Tikal. A mi alrededor una selva lujuriosa se enreda y lo ocupa todo creciendo todavía sobre las ruinas de las viejas construcciones mayas. Desde las potentes raíces que sustentan los enormes árboles hasta las hojas de las copas que no dejan pasar la luz del sol muchos metros más arriba, la selva es omnipresente.

Hacia Chichicastenango.

Si hay que ir a Chichi algún día ha de ser un jueves o un domingo, días en los que se celebra uno de los más importantes mercados indígenas de Centroamérica. Hay numerosas empresas de turismo que facilitan el traslado en una confortable furgoneta de cristales tintados y aire acondicionado desde Panajachel, Antigua o Guatemala Capital.

Subir a un volcán es adictivo.

Hace algunos años tuve la oportunidad de subir al cráter del volcán Pacaya en Guatemala convirtiéndose en una experiencia inolvidable. El suelo de cenizas se estremecía bajo mis pies mientras a lo lejos se escuchaban las explosiones del cráter.

Liberando tortugas y mucho más en Monterrico.

En mi mano llevo a un pequeño ser que ha nacido hace unas pocas horas. Su cuerpo es como de goma dura, de tacto suave, y su instinto vital le empuja a patalear con insistencia. No se defiende, lo que quiere es dirigirse hacia el lugar donde va a vivir el resto de su vida.

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