Bahía de San Diego, Virreinato de la Nueva España, año 1769.

Decenas de hombres y bestias marchaban lentamente hacia el norte desde Baja California bordeando la árida costa del Pacífico. No había tiempo que perder. Y tanto Gaspar de Portolá, gobernador de Las Californias, como Fray Junípero Serra lo sabían. Su misión era fundar una serie de establecimientos que dejaran claro que la Alta California estaba bajo la soberanía de la Corona española. El año anterior de 1768 se habían avistado barcos rusos de cazadores de focas.

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