Las verdes praderas de Fairy Meadows frente al Nanga Parbat.

La carretera de Fairy Meadows es una de esas rutas que te hielan la sangre, donde sientes que tu vida pende de un hilo y donde el mínimo error se paga con la muerte. El trazado sinuoso e irregular de esta ruta excavada en la cordillera del Himalaya asciende hasta 3000 m. de altura. Es el comienzo de la ruta para llegar al primer campo base del Nanga Parbat, la novena montaña más alta del mundo.

El valle de Hunza: el «reino perdido del Himalaya».

El valle de Hunza es uno de esos lugares del mundo bendecidos con una belleza que supera lo imaginable. Un destino en el norte de Pakistán que aúna la aventura, la amabilidad de sus habitantes y las huellas que dejó a su paso la mítica de la Ruta de la Seda. Todo ello aderezado con una naturaleza de alta montaña que te deja con la boca abierta.

¿Viajar a Pakistán? ¿Estás loco? Sí, claro que sí.

Porque Pakistán es un sueño hecho realidad para cualquier amante de los viajes auténticos. Si buscas esa sensación de aventura en una Naturaleza descomunal, alejarte de los destinos trillados y masificados, y encontrar el contacto directo con una gente que te ofrece una hospitalidad sin límite, Pakistán se convertirá en uno de tus destinos favoritos.

Ta Prohm o como sentirte un explorador de otros tiempos.

Ta Prohm es el templo con una atmósfera más especial de Angkor. El abrazo de la selva ha convertido a este lugar en uno de los más icónicos de Camboya. Sus torres desmoronadas y sus muros aprisionados por las gigantescas raíces de los árboles crean un ambiente único que te hará sentir como un explorador de otra época.

El Fuerte Rojo: más allá del Taj Mahal

El emperador Shah Jahan se asomó una vez más a la balconada del Fuerte Rojo. Tal como lo llevaba haciendo cada día de los últimos años. A lo lejos, surgiendo de entre la neblina mañanera que ocultaba el río Yamuna, vio aparecer la silueta de su más magnífica creación: el Taj Mahal.

La frenética Jaipur

Jaipur tiene el color rosado del salmón. Huele a especias y al aire polvoriento y contaminado de un tráfico alocado. Su música es la del petardeo de los tuk tuk acompañado por el ruido de miles de claxon, timbres y bocinas. El frenético ritmo de Jaipur te hace sentir perdido en este caos de gente, vehículos, ruido, polvo, vacas y elefantes. Pero cuando te vas, sólo deseas volver. Es como si siempre quedara algo por ver.

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