Edimburgo parece no tener fin.

Porque es de esas ciudades que hay que saborear poco a poco. Recuerdo el día de ayer y no puedo evitar pensar en la suerte que estoy teniendo. Cuando salgo del hotel aparecen unas nubes y a los 5 minutos está diluviando. Vuelve a salir el sol, sopla el viento y de nuevo aparecen las nubes.

Hace calor en Edimburgo.

Estoy en Edimburgo y un sol primaveral se abre paso entre las nubes iluminando los oscuros edificios de piedra de la capital escocesa. Las rectas fachadas grises y los inclinados tejados de pizarra adquieren diferentes tonalidades. Y esta luz de la mañana invita a recorrer las calles empedradas del centro de esta vieja ciudad cargada de Historia.

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