Katmandú y su mezcla de caos organizado, espiritualidad y vida cotidiana.

Visitar Katmandú es asomarse a un mundo que se resiste a ser domesticado por la globalización total. Un lugar donde el pasado convive con el presente sin pedir permiso en un torbellino de olores, colores, cláxones, templos, mercados y gente. Lo mejor es que esta mezcla desconcertante y a veces agotadora es, precisamente, su mayor encanto.

Katmandu Durbar Square

El Katmandú soñado resiste al paso del tiempo y los terremotos.

Katmandú no es una ciudad fácil. No es silenciosa, limpia ni ordenada. Pero es profundamente viva. Es una ciudad para quienes aman viajar de verdad, sin filtros ni concesiones. Es para quienes buscan algo más que monumentos. Es para los que buscan experiencias, una energía vital que no se olvida, encuentros, sonrisas e historias que contar. Y Katmandú tiene muchas para regalarte.

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