Katmandú y su mezcla de caos organizado, espiritualidad y vida cotidiana.
Visitar Katmandú es asomarse a un mundo que se resiste a ser domesticado por la globalización total. Un lugar donde el pasado convive con el presente sin pedir permiso en un torbellino de olores, colores, cláxones, templos, mercados y gente. Lo mejor es que esta mezcla desconcertante y a veces agotadora es, precisamente, su mayor encanto.


