estambul-santa-sofia-4957

Una vuelta por el Estambul moderno.

Estambul no es sólo Sultanahmet. Hay mucho por ver y conocer en las zonas más modernas de la ciudad. Y una forma muy cómoda de recorrerlas es a bordo de un autobús turístico. Por eso decido subir a uno de esos autobuses de 2 pisos que realizan paradas en algunos de los sitios de mayor interés para el visitante.

La parada principal se encuentra junto a Santa Sofía y tras pagar el billete me subo a la parte de arriba y al aire libre para dejarme llevar por la ciudad. Rodeado de turistas y como uno más de ellos, me refugio en el asiento de plástico y me abandono al caos del tráfico mañanero. El autobús recorre lentamente el Puente Gálata hasta el barrio de Kabatas y para frente a las puertas del Palacio Dolmabahçe, que no pienso visitar. No tengo gran interés en pasarme la mañana recorriendo las 248 habitaciones y 43 salones de este palacio construido en un estilo totalmente occidental a mediados del XIX en plena decadencia del Imperio Otomano. Hoy, además de servir como museo y lugar de recepción de personalidades, se ha convertido en el lugar favorito de las parejas de Estambul para casarse. De paso se toman las fotos de rigor a orillas del Bósforo, junto a la elegante Torre del Reloj y la hermosa Mezquita de Bezmi Alem Valide Sultan Camii o Dolmabahce Camii.

El lento recorrido del autobús turístico continúa ascendiendo hacia el centro del Estambul más moderno entre hoteles de cadenas internacionales, el estadio de fútbol del Galatasaray y modernos edificios sin carácter. Desde luego esta parte de Estambul llamada Beyoglu carece del atractivo de Sultanahmet. El desorden y abigarramiento de calles y barrios sólo queda endulzado por las vistas que se tienen desde algunas zonas de la colina sobre la que está ubicada la Plaza Taksim, epicentro de la vida del moderno Estambul. La primera sensación al llegar a esta plaza es la de estar en cualquier ciudad europea con su ajetreado tráfico y el bullicio de gente vestida a la occidental que corre de aquí para allá. La plaza no tiene nada especial a no ser el monumento dedicado a la Guerra de la Independencia con Atatürk como figura destacada. La Istiklal Caddesi, la calle más famosa de Estambul, se encuentra en uno de los extremos de la plaza. Curiosamente las torres gemelas que vemos al fondo corresponden a los campanarios de una de las más grandes iglesias de rito católico ortodoxo existentes en la ciudad.

estambul-4508

estambul-13

Mientras camino hacia la calle Istiklal un viejo tranvía rojo avanza lentamente a mi lado en una escena sacada de principios del S.XX. Es el tranvía que recorre esta gran arteria urbana a paso de tortuga hasta llegar a la estación de Tünel, al final de Istiklal, ya cerca de la Torre Gálata. Me adentro en una de las calles más transitadas del mundo. Se dice que por aquí pasan hasta un millón de personas al día. Desde donde estoy la calle Istiklal inicia un suave descenso. Sólo alcanzo a ver una multitud de cabezas que pasea entre puestos de comida ambulante o entra y sale de cafeterías, restaurantes, tiendas de todo tipo, cines, pasajes laterales y calles adyacentes. Afortunadamente la calle está cortada al tráfico y toda esta marabunta de gente hormiguea en una tranquila animación entre edificios de hermosas fachadas, palacetes, consulados extranjeros y galerías de arte.

estambul-istikal-1

Entre los pasajes laterales más afamados está el Çiçek Pasaji, o Pasaje de las Flores, uno de los lugares frecuentados a principios del S.XX por escritores, intelectuales y artistas. Debe su nombre a que en los años 40 floristas rusas empezaron a establecerse aquí entre pequeñas tiendas, pastelerías, tabernas y restaurantes que ponían sus mesas en la calle convirtiéndose en uno de los lugares más animados de Estambul. Y todavía hoy a pesar de que se renovó totalmente en 1988, mantiene algo de ese espíritu a pesar de la afluencia de turistas que quedan para comer o tomar algo bajo sus techos cubiertos y decorados con parterres de flores. De nuevo en el exterior la calle Istiklal desborda animación. Está claro que estoy en un inmenso centro comercial al aire libre donde pasar las horas muertas. Si es que se tiene tiempo para perder.

.

Las viejas murallas de Teodosio II

Como no es mi caso regreso hacia la Plaza Taksim para subir de nuevo al autobús turístico. Ahora nos dirigimos hacia el Cuerno de Oro entre barrios degradados y casas de madera que se vienen abajo. Tras cruzar por el Puente Atatürk comenzamos a bordear las antiguas murallas construidas por orden de Teodosio II en el S.V. Este sistema de murallas cerraba la ciudad a lo largo de 7 km., el espacio existente entre el Cuerno de Oro y el mar de Mármara. Hoy una autopista bordea la muralla construida para proteger a la rica Constantinopla y que aparece destrozada en algunas de sus secciones, aunque mantiene otras perfectamente reconstruidas. Del otro lado de la autopista sólo hay bosques de pinos y grandes extensiones ocupadas por cementerios. La muralla está salpicada de puertas vigiladas por torres desde donde se accede al interior de la ciudad. La muralla original tenía más de 5 m. de grosor y 12 m. de altura con casi 100 torres defensivas que protegieron la ciudad hasta el definitivo asalto otomano en 1453 liderado por Mehmet II. Intramuros quedaba el antiguo barrio judío, hoy muy degradado, y los barrios más pobres de Estambul donde todavía queda alguna vieja iglesia bizantina como la de San Salvador de Chora. En ella se conservan perfectamente restaurados algunos de los mejores mosaicos de la época bizantina.

Apenas si da tiempo a ver la ciudad que se oculta tras las murallas pero está claro que son barriadas populares. No es extraño ver a gente trabajando en pequeñas huertas bien cuidadas a los pies de las viejas murallas donde se encontraba el antiguo foso de 20m. de ancho. Viendo escenas así es como si los siglos, los terremotos, las guerras y las invasiones no hubieran pasado por aquí.

estambul-4600

Tras kilómetros y más kilómetros de murallas, paredes y torres de piedra alcanzamos la orilla del mar de Mármara donde cientos de barcos anclados parecen esperar algo. Las murallas que cerraban la ciudad siguen por este lado entre pequeños jardines y zonas cada vez más habitadas. El autobús hace una parada turística en un mercado de pescado rodeado de restaurantes que bordean un paseo sobre el mar. Como en todos los mercados, las sardinas, el atún, el pez espada, la lubina o el salmón tienen unos precios sorprendentemente elevados y todos los restaurantes permanecen casi vacíos.

De nuevo en el autobús inicio el regreso hacia Santa Sofía y mi querido Sultanahmet. Allí me esperan esos animados restaurantes donde poder tomar unos börek (hojaldres rellenos de queso), unas dolma (hojas de parra rellenas de arroz y piñones) o un plato de pinchos de cordero acompañado de una rebanada de pan, arroz aromatizado y ensalada acompañado de un ayran…¡mmhhh! Y para terminar una copita de raki, un licor con sabor a anís muy típico aquí.

zestambul-9013

.

La Mezquita de Solimán o Suleimaniya Camii

Hace una tarde con una temperatura magnífica y camino de nuevo por la Divanyolu Caddesi. Paso por delante del hamman de Cemberlitas, dejo atrás el Gran Bazar y las puertas de la mezquita Çorlulu Ali Paça. Finlamente llego a una plaza donde se encuentra la monumental entrada a la Universidad de Estambul y la gran mezquita Bayezid Camii. Toda esta zona es un hervidero de gente que sube y baja de los tranvías, que toma algo en las pastelerías o en los puestos de comida rápida; y más gente que compra en las tiendas de ropa y baratijas que dan a la calle Ordu. Además en las cercanías se encuentran varios hoteles y un par de mezquitas además de la Universidad. Aquí la animación no falta y tengo que caminar esquivando familias, vendedores ambulantes, bicicletas, tranvías, motos y carros tirados por caballos.

estambul-4217

Desde aquí hay un paseo de unos minutos hasta la obra maestra de las mezquitas de Estambul, la obra cumbre del genial arquitecto Sinán, la joya de la arquitectura clásica otomana: la Mezquita de Solimán o la Süleimaniye Camii. Recientemente restaurada luce ahora en todo su esplendor y majestuosidad dejando boquiabierto a todo el que se adentra en ella. Ya desde el exterior ofrece la imagen de elegancia característica del genial arquitecto Mimar Sinán, favorito del Sultán Solimán I el Magnífico. Sinán fue el creador de las obras civiles y religiosas más destacadas de la arquitectura otomana. Y es que esta mezquita supone el máximo exponente de la conjunción del genio del arquitecto imperial y de la visión y el poder de Solimán I.

estambul-4847

La mezquita y el complejo de Süleimaniye fueron construidos entre 1550 y 1557 formando una serie de edificios anexos construidos alrededor de la propia mezquita en forma de U. Además del cementerio con el panteón en el que está enterrado Solimán I hay varias escuelas coránicas, un hospicio, baños y bibliotecas abarcando un área de 70.000 m. cuadrados. El hecho de ocupar una gran explanada en lo alto de la colina de Kulliya, un mirador privilegiado sobre el Cuerno de Oro, permitió a Sinán jugar con las formas y volúmenes del complejo a su antojo. Para ello decidió construir la mezquita con la fachada orientada a La Meca y a partir de este punto elaboró todo un proyecto urbanístico que transformó todo su entorno. Además Sinán, que ya contaba con 60 años y una larga experiencia a sus espaldas, concibió el diseño de Süleimaniye en contraposición a la omnipresente basílica de Santa Sofía.  Ésta había marcado el camino a seguir en la arquitectura de grandes edificios públicos durante los 1.000 años anteriores. Para ello decidió que el centro de la mezquita estuviera señalado por una gran cúpula que alcanzara los 23 m. y medio de altura, la más alta de todas las mezquitas otomanas. Aún así Santa Sofía siguió superándola en dimensiones. En lo que Sinán sí supero a la basílica cristiana fue en la elegancia de su exterior y en la de su magnífico interior donde la enorme bóveda central se asienta sobre unos arcos que se apoyan a su vez sobre 4 gigantescas columnas.

estambul-889

Todo en la Mezquita de Solimán está pensado al detalle con exquisita sencillez y cuidadísimas proporciones. La obra cumbre del gran arquitecto otomano Sinán quizás no es tan impactante como la Mezquita Azul. Aún así el conjunto, a pesar de sus dimensiones y volúmenes, es de una elegancia y esbeltez que hace parecer etérea a la mezquita en comparación con la masiva y pesada grandiosidad de Santa Sofía. Aquí todo está pensado al detalle: el patio ajardinado, enorme, y que aún así no permite tener una perspectiva completa de la mezquita; el Patio de la Fuente donde todo el suelo es de mármol; las bóvedas del nártex, o los 4 minaretes en forma de prismas con sus 10 balcones. Por supuesto las placas con versículos del Corán, los azulejos y piezas de porcelana de Iznik, la enorme alfombra roja que cubre todos los lugares de reunión o la decoración interior de los arcos que recuerda a los de la mezquita de Córdoba. Todo ello no hace sino completar la estampa única de esta joya arquitectónica.

estambul-886

Tras entrar en la mezquita con sus grandes espacios dibujados por columnas de mármol y granito, hay algo que resulta inevitable: los ojos se van solos a esa enorme lámpara central suspendida sobre la sala de oración coronada por una cúpula perfecta casi desnuda de decoración. La luz tamizada tras su paso por las vidrieras resalta todavía más el color rojo de la alfombra que tapiza el interior. Así como los tonos verdeazulados de los azulejos que decoran el arco del mihrab. No queda sino sentarse y admirar tanta sencilla belleza. Más tarde, mientras atardece y paseo por el cementerio de Süleimaniye, intento encontrar la respuesta a la pregunta del millón: ¿cuál es la mezquita más hermosa de Estambul?

estambul-4852.

Un día en las Islas de los Príncipes

La noche de ayer recorriendo el barrio de Ortakoy buscando algo de ambiente festivo me ha permitido deducir que Estambul no es una ciudad con una vida nocturna muy loca y agitada. A la gente de aquí, sobre todo a los hombres (ya que las chicas parecen todas desaparecidas) lo que les gusta es reunirse en bares con actuaciones en directo a tomarse una cerveza o unos rakis hasta las dos de la mañana. Y si quieren algo más, han de pasar por caja en alguna de las discotecas que abren hasta las 4 como PaçaReina (la de más famoseo ahora mismo con una estupenda terraza a orillas del Bósforo), RoxyBabylon… Como en la mayoría de los lugares es en los fines de semana cuando hay más ambiente nocturno por las zonas de Taksim y la ya citada Ortakoy. Aunque en las calurosas noches de verano las terrazas ubicadas en las orillas del Bósforo acaparan todo el protagonismo.

El caso es que me levanto un poco más tarde de lo habitual. Salgo corriendo para subirme al  tranvía que me lleva en apenas 15 min. desde Sultanahmet hasta el muelle de Kabatas en la parada del mismo nombre, muy cerca del Palacio Dolmabahce. Mi destino de hoy son las islas Adalar, también llamadas Islas de los Príncipes, y en concreto la isla de Büyükada. Este lugar se ha convertido en uno de los lugares preferidos por los habitantes de Estambul para escapar de la ciudad los fines de semana o en época de vacaciones. Y es que en apenas una hora y media de trayecto en barco es posible escapar de la vorágine del tráfico urbano y de las masas de personas que pueblan cada rincón de la ciudad. A cambio disfrutarás de la tranquilidad de unas islas en las que apenas hay vehículos a motor y que se recorren en bicicleta, a pié o en carruajes tirados por caballos.

estambul-5098

Durante el verano entre 6 y 10 barcos salen del puerto de Kabatas con escala en los puertos de Burgazada, Heybeliada y finalmente el de Büyükada, la isla más grande y que a priori parece la más interesante de las islas Adalar. Su sobrenombre proviene de la época bizantina cuando los numerosos monasterios allí existentes se convirtieron en lugar de retiro y exilio para nobles y príncipes bizantinos con problemas. Todavía hoy conservan algo de ese espíritu de alejamiento a pesar del masivo desembarco de turistas y veraneantes en los períodos vacacionales. Es en esos días cuando no hay que venir hasta aquí por la sencilla razón de que los barcos van y vienen sobrecargados. No es raro quedarse en tierra y con cara de idiota si decidimos coger el último de los barcos del día.

Afortunadamente hoy es un día de semana normal y por 6 LT compro mi billete para el barco que sale a las 11:30 con destino Heybeliada y Büyükada. Tampoco tengo problemas para sentarme en uno de los bancos al aire libre en la cubierta superior mientras disfruto del incesante tráfico de barcos y de la suave brisa del Bósforo. A mi izquierda se encuentran la mezquita y el Palacio Dolmabahce y enfrente está la costa asiática. El barco se llena de pasajeros y salimos puntualmente aproando hacia el sur y dejando a Estambul y el Cuerno de Oro a estribor. La ciudad luce magnífica en esta mañana de otoño y tras pasar la lengua de tierra sobre la que se asienta el Topkapi, nos adentramos en el mar de Mármara. Echando la vista atrás aparecen las murallas de Teodosio y las imponentes construcciones de Santa Sofía y de la Mezquita Azul enmarcadas por el caos urbano de las estrechas calles y los viejos edificios de madera de Sultanahmet.

estambul-4959

A medida que avanzamos nos vamos acercando a la costa asiática de Estambul, una sucesión  interminable de construcciones, edificios, grúas, muelles de carga, puertos, barcos y más edificios que pueblan toda esta costa. En la cubierta hacen acto de presencia vendedores ambulantes de exprimidores de cítricos además del vendedor de tés que no puede faltar en ningún barco. Por una Lira me pido un té de manzana que me sabe delicioso mientras en la lejanía aparecen ya las siluetas de las Islas de los Príncipes. En cuanto nos aproximamos al puerto de Heybeliada decido no bajarme: el mar azul y transparente está plagado de miles de pequeñas medusas blanquecinas que me van a impedir refrescarme en alguna de sus playas.

Istambul-5083

Tras una breve parada seguimos viaje. Veinte minutos después llegamos al puerto de Büyükada donde el agua parece libre de medusas. En el puerto donde atracan otros barcos reina una gran animación y es que esta isla es la más grande de las Adalar. Cientos de personas ocupan el paseo adyacente al muelle que está repleto de restaurantes y terrazas al borde del mar. Los camareros llaman a los posibles clientes mostrando las cartas y los pescados y mariscos expuestos a la puerta de sus locales mientras todo el pueblo bulle de actividad. Si esto es así en un día de semana fuera de temporada, en vacaciones esto tiene que ser una locura. Me alejo andando por el paseo hasta encontrar una zona entre las rocas donde la gente se está bañando y allí mismo me zambullo en las frescas aguas del mar de Mármara. No es una playa de arena como las afamadas de Heybeliada, pero para darse un chapuzón no está mal.

Entre la amplia oferta de restaurantes me decido por uno donde pido un surtido de entrantes con mejillones rellenos, yaprak dolma, esas hojas de parra rellenas de arroz que me encantan y gambas, además de una lubina que no está mal. No es barato pero teniendo en cuenta lo que cuesta aquí el pescado me parece un precio correcto. Y más estando sentado al borde del mar disfrutando de la animación del paseo, del ir y venir de barcos y del paisaje azul de este mar tranquilo. Es entonces cuando empiezo a darme cuenta de la influencia griega todavía muy presente en estas islas. La abundancia de restaurantes griegos, de gente hablando en griego, de la música que suena por la radio o el ouzo que corre por las mesas es una muestra de que los griegos han ocupado estas tierras durante siglos. Y aquí siguen a pesar de las guerras y de las sucesivas olas de expulsiones por parte de las autoridades turcas que casi liquidan su presencia secular.

estambul-4979

Llega el momento de darse un paseo por el pueblo donde sólo hay que tener cuidado de no ser atropellado por una bicicleta o una calesa. No hay semáforos, no hay coches y la gente pasea tranquilamente por sus calles donde los konaks, los viejos edificios de madera tradicionales, compiten por su supervivencia con las nuevas construcciones de nulo carácter. Dudo entre alquilar una bicicleta o darme un paseo en calesa por la isla, pero el bochornoso calor de la tarde me empuja hacia la comodidad de la tracción animal, la de los caballos, claro. En una de las principales plazas y muy cercano al puerto se encuentra el lugar donde contratar la excursión por la isla en calesa. Hay diferentes precios según la duración del recorrido. La verdad es que por los precios que manejan creo estar en Austria o en Suiza:¡¡60€ por un paseo completo de 90 minutos!! Pero a la gente que forma una larga cola para subir a su calesa parece no importarle. Finalmente opto por un paseo de una hora con un recorrido que pasa por delante de viejos monasterios ortodoxos como el de la Transfiguración o el de San Jorge inmersos entre los bosques de pinos. Además de por las zonas residenciales donde las adineradas familias de Estambul tienen su residencia de verano.

estambul-4983

La plaza donde una larga fila de visitantes aguarda su turno está junto a otra llena de calesas tal cual parada de taxis de un aeropuerto. Un penetrante olor a heces y orines de caballo que fermentan bajo el sol de la tarde golpea mi olfato. Quizás por eso muchos de los conductores portan unos magníficos mostachos que quizás les sirvan como filtro de este aire enrarecido. Los recorridos con sus precios están indicados en un panel bien visible antes de llegar a la “zona de embarque”, así que cuando subes a la calesa le dices al conductor a dónde quieres ir, le pagas y arranca con un pequeño golpe de su fusta sobre el lomo del equino.

En cuanto empiezas a subir cuestas y calles pobladas de grandes casonas de madera y cuidados jardines, los niños del pueblo surgen de cualquier parte pidiendo permiso para engancharse a la parte de atrás de la calesa y ahorrase el esfuerzo de la subida. Adelantamos a turistas que pedalean penosamente en sus bicicletas y a otras calesas mientras subimos y bajamos bajo el trote constante del animal. En las calles más anchas los caleseros compiten entre sí adelantándose entre las risas y los trompicones de los clientes sobre los desgastados asientos de forma que es casi imposible disfrutar del paisaje de grandes casas señoriales ocultas entre árboles y grandes matas de buganvillas. De pronto salimos de la zona habitada y nos metemos en un bosque de pinos por una cuesta que los caballos ascienden con paso cansino. El descenso hacia el otro lado de la isla continúa entre verdes pinares y numerosos cementerios ortodoxos de lápidas blancas con un fondo dibujado por el mar de un intenso azul.

estambul-5028

La verdad es que en la isla no hay mucho más que ver. No se ven playas hermosas, sino pequeñas calas apenas visibles en la distancia y quizás eso explique la abundancia de piscinas. El trote del caballo se ralentiza cuando entramos de nuevo en el casco urbano que mantiene gran parte de su belleza gracias a los renovados edificios de madera pintados en colores claros, muchos reconvertidos en acogedores (y caros) hoteles. Y poco más. Evidentemente esta isla es un lugar de veraneo para familias que vienen a descansar y a tomarse las cosas con calma, así que finalizado el recorrido me voy a tomar un té de manzana en una de las terrazas del puerto para reponerme del ajetreado trayecto y decido regresar a Estambul en el barco de las 5. Así me quedará tiempo para mi siguiente visita: el mirador del café Pierre Loti. Tras desembarcar en el muelle de Kabatas hago una breve visita a la mezquita Dolmabahce donde destaca su amplio y luminoso interior y sus lámparas de cristal.

estambul-5103

Desde aquí decido tomar un taxi que me lleva en plena hora punta hasta el teleférico que sube hasta el mirador del café Pierre Loti, situado en la otra punta de la ciudad. Este escritor francés quedó prendado de Estambul y se estableció en la casa que ahora ocupa el café que lleva su nombre. Desde la terraza, siempre llena de familias y turistas, las vistas de Estambul en la lejanía mientras atardece es inolvidable. Y más cuando empiezan a iluminarse los minaretes de las mezquitas mientras los cánticos de los muecines avanzan como flotando sobre el Cuerno de Oro. Sin duda un excelente lugar para comenzar la despedida a esta gran ciudad que ha conseguido emocionarme en unas cuantas ocasiones, lo cual no es una cuestión baladí.

estambul-pierre-loti

.

El Museo Arqueológico de Estambul

El último día apenas si me llega el tiempo para dar un nuevo paseo por el Hipódromo, entrar de nuevo en la Mezquita Azul, pasear alrededor de Santa Sofía y entrar en los jardines del Palacio de Topkapi. Finalmente me lanzo a recorrer, aunque sea a toda prisa, uno de los lugares de la larga lista de sitios que todavía me quedan por conocer en Estambul: el Museo Arqueológico. Este museo está considerado como uno de los 10 más importantes del Mundo en el periodo que abarca la arqueología antigua y que va desde las primeras civilizaciones mesopotámicas hasta el imperio romano. No hay palabras para expresar la belleza y la perfección de las tallas del Sarcófago de Alejandro, una auténtica maravilla escultórica en un estado de conservación envidiable aunque perteneciente en realidad al rey Abdalomynus de Sidón. Pero hay mucho más: sarcófagos egipcios, estelas acadias, una copia del Código de Hammurabi, el primer texto legal del que se tienen noticias, el Sarcófago de Tabnit o el de las Mujeres Llorosas proveniente de la Necrópolis Real de Sidón, los coloridos relieves en terracota de uros, leones y dragones de las Puertas de Ishtar en Babilonia, esculturas griegas como las de Oceanus o Ephebus…y muchísimas piezas únicas que nos hablan de un pasado marcado por los primeros códigos de la Humanidad y en el que el arte alcanzó algunos de sus momentos de gloria más sobresalientes…¡hace más de 2.000 años!

estambul-museo-arqueologico

No puedo irme de Estambul sin volver a disfrutar con otro tipo de patrimonio turco, el culinario. Para ello me subo al restaurante que se encuentra en la terraza del Hotel Blue House y empiezo a alimentar el pecado de la gula con unos börek, una especie de crepes rellenos de vegetales y pollo acompañados por una copita de raki, el anís tradicional. Mientras contemplo las cúpulas y los minaretes de la Mezquita Azul ataco sin piedad un plato llamado Sultan Kebab, albóndigas de carne especiadas. Vienen acompañadas de pilaf, un arroz preparado con canela y clavo y lo riego todo con un par de ayran, ese líquido yogur de ligero sabor salado. Para terminar me tomo un té de manzana acompañado de unas porciones de samsa y baklava, esos pringosos pastelitos hiper calóricos hechos de nueces picadas y miel en abundancia.

A punto de reventar me digo a mí mismo que sí, que ahora sí que tengo fuerzas para decir “hasta pronto”, recoger mis maleta y salir disparado para el aeropuerto. Mientras el avión toma carrerilla por la pista y ascendemos hacia un cielo cada vez más oscuro atravesando el mar de Mármara pienso en la cantidad de lugares que me han quedado por ver. Pero sobre todo pienso en los que han dejado una marca indeleble en mi memoria viajera. Lugares a los que ya pienso regresar.

estambul-3310.1

 .

Artículos relacionados:

Estambul: allí donde se cruzan Oriente y Occidente. 1ª parte

Sultanahmet, un viaje en el tiempo por el centro de Estambul. 2ª parte

El Bósforo, Santa Sofía, el Gran Bazar…Estambul es única. 3ª parte

Del Palacio de Topkapi a la Torre Gálata, Estambul es única. 4ª parte