Pero ¿qué es Petrópolis?

En una de esas insoportables olas de calor y humedad que de vez en cuando se abaten sobre Río de Janeiro durante el verano, decido seguir la ruta de los reyes y emperadores brasileños. A principios del S.XIX y asfixiados por ese mismo calor los monarcas de la recién independizada nación decidieron construir su residencia de verano.

Para ello eligieron uno de los exuberantes valles cubiertos de vegetación semi tropical de la Serra dos Órgãos, a sólo unos 65 Km de Río de Janeiro, por entonces la capital de Brasil. Y resalto lo de «sólo» porque viendo por donde pasa hoy la carretera no quiero ni imaginar lo que debía costar llegar hasta aquí en aquella época.

Playa de Ipanema, Rio de Janeiro.

Cómo llegar a Petrópolis

Desde Rio de Janeiro hay conexiones aproximadamente cada media hora desde la estación de autobuses Rodoviaria Novo Rio justo en el extremo opuesto a Copacabana, así que para no liarme mucho con el transporte decido tomar un taxi a primeras horas de la mañana (25R). Tras media hora de atasco y tráfico intenso llego a la Rodoviaria donde es fácil encontrar el local de la empresa UNICA que junto a otra empresa llamada FACIL cubren el servicio de transporte de autobuses, aquí llamados ónibus, a Petrópolis.

Pago por el billete sólo ida 20R, y tras salir de Río a las 10:00 llego a las 11.10 a la Rodoviaria de Petrópolis situada a unos 6 km. del centro. De aquí hay que tomar otro ónibus que por 3,50R me lleva hasta el centro de la ciudad en otros 15 minutos.

Para regresar se toma el mismo ónibus a la Rodoviaria, y de aquí el que sale hacia Rio que curiosamente me cuesta 18,75R. Si llegas a la Rodoviaria ya de noche, cuidado con los numerosos adictos al crack y vagabundos que frecuentan la zona. No te aventures por los alrededores en busca de un ónibus o un taxi, porque hay una parada de taxis en la misma puerta de salidas.

Tras salir de la abigarrada conurbación de Río de Janeiro repleta de feos edificios comerciales e industriales, nos adentramos en las montañas por una carretera que asciende entre una densa mata de bosques y selva que lo cubre todo. Las curvas y el ascenso se hacen cada vez más pronunciados mientras a un lado queda un abismo con varios centenares de metros de caída y al otro una vegetación que parece impenetrable.

Vegetación en Serra dos Orgaos

Desde luego este paisaje selvático salpicado a finales del verano de flores amarillas, violetas y azules es digno de ver. Es ahora cuando me doy cuenta de lo que debía ser hacer este recorrido en el S.XIX cuando este era el paso que daba acceso al estado de Minas Gerais donde se localizaban las más ricas minas de oro del Brasil. Mientras tanto en el ónibus el aire acondicionado me hace sentir de excursión hacia el Polo Sur.

Tras poco más de una hora de trayecto llegamos a la Rodoviaria de Petrópolis ubicada en las afueras de esta ciudad de más de 300 mil habitantes. El ónibus que tomo para llegar al centro recorre calles que bordean canales de agua y feas construcciones de cemento y ladrillo que retrepan por las laderas peleando con hacerse un sitio entre la exuberante vegetación. Cualquiera que conozca Brasil sabe cómo es el aspecto desordenado, feo y falto de todo tipo de control de las ciudades brasileñas que han crecido de forma desmesurada en las últimas décadas.

Escalinata trepando por las laderas que rodean Petrópolis

Y este es uno de los temas que salen en las conversaciones que entablo con las gentes de aquí: corrupción gubernamental, descontrol urbanístico, deforestación para construir en las laderas sin permisos…y me relatan con detalle los terribles momentos que se vivieron en Petrópolis y las ciudades vecinas de Teresópolis y Friburgo en enero de 2011 cuando las inundaciones y corrimientos de tierras favorecidos por la deforestación salvaje provocaron más de un millar de muertos. Por supuesto políticos y gobiernos se volcaron en ofrecer buenas palabras y muchas promesas, pero a día de hoy muchos de los damnificados siguen viviendo en casas de familiares sin haber recibido nada. Desde luego por el tono de enfado y hasta resignación de la gente con la que hablo veo que la corrupción, las falsas promesas y las mentiras siguen siendo una característica irrenunciable para los gobernantes de muchos países.

Detalle decorativo del Palacio de Río Negro en Petrópolis

Tras cruzar la Praça da Liberdade y callejear un poco entre viejas mansiones de estilo europeo (esto va mejorando) el ónibus tiene su parada final cerca de la principal avenida de Petrópolis, la Rua do Imperador donde se concentra la mayoría del comercio de esta ciudad que vive del turismo y de una industria textil venida a menos. Aún así los sábados sus centros comerciales (shoppings) y tiendas se llenan de gente venida desde Rio y desde las ciudades cercanas que vienen para comprar ropa que por lo que me dicen todos aquí es muy económica. Empieza entonces mi recorrido por esta ciudad que ofrece un ambiente mucho más tranquilo y relajado que el de Rio de Janeiro.

centro_historico.

Un poco de Historia

Petrópolis, la Cidade Imperial, le debe su creación y nombre al rey Pedro II siendo la única ciudad con el rimbombante título de Imperial de toda Sudamérica. Y es que la culpa de todo fue de Napoleón cuando se le ocurrió invadir Portugal atravesando España. La familia real portuguesa no se lo pensó mucho y salió corriendo en 1807 con destino a Brasil escapando de las Guerras Napoleónicas iniciando un retiro dorado en su colonia americana. Rio de Janeiro se convirtió de hecho en la capital del imperio portugués hasta que en 1820 el rey Juan VI regresó a Portugal y dejó a su hijo Pedro en Brasil como regente. Pero Pedro se había acostumbrado a la buena vida en Brasil y no quiso regresar a Lisboa cuando lo reclamaron desde la metrópoli. Fue entonces cuando le quitaron el cargo de regente y poco después en 1822 decidió liderar la independencia de Brasil hasta acabar siendo proclamado emperador de Brasil.

Pedro II

Ya tenemos a Brasil independiente y a un emperador Pedro I que tras abdicar en 1831 del trono imperial en su hijo Pedro II que por entonces tenía 5 años, acabó regresando a Portugal para ser proclamado rey tras la muerte de su padre. Con los años Pedro II, un trabajador incansable, se convirtió en un notable político que transformó a Brasil en un país próspero, en un mecenas de las artes, en vncedor de varias guerras, en abanderado de la abolición de la esclavitud y en un personaje muy popular entre sus súbditos hasta que un golpe de estado militar que instauró la República en 1889 le mandó a él y a su familia al exilio europeo donde murió. Hoy es considerado como un héroe y padre de la patria en Brasil y su imagen y legado sigue siendo venerado por políticos e historiadores.

Plaza de D. Pedro II.

Recorriendo Petrópolis

Pedro II, encantado por la vegetación y el suave clima de esta zona, decidió crear Petrópolis entre 1845 y 1862 como una ciudad de nueva planta y residencia de verano para la familia imperial. Para ello hizo levantar un plan urbanístico al ingeniero alemán Julio Frederico Köeler que siguiendo la compleja orografía de valles y ríos levantó palacios y residencias de estilo europeo.

Pousada Monte Imperial

El rey atrajo hasta aquí a 600 familias de origen alemán para colonizar el lugar y ya en 1959 la población de esta procedencia se elevaba a 3.300 personas. Esta influencia centroeuropea es visible todavía hoy en muchas construcciones de estilo bávaro, en una gastronomía rebosante de salchichas, en los nombres de muchas calles y avenidas como Koeler o Bingen y en la implantación de una de las mayores cerveceras de Brasil, la Bohemia, de la que hablaré más adelante.

Salchichas suizas, schnitzel y pan de queixo

Mi primer objetivo es el Museo Imperial en la Rua da Imperatriz, la antigua residencia de la familia imperial brasileña. El día es magnífico con una temperatura que apenas llega a los 30º y una ligera brisa que corre entre la frondosa vegetación que cubre calles, parques y laderas de las colinas circundantes. La entrada al Museo Imperial cuesta 8R y me encuentro con un palacio rectangular de estilo europeo enclavado entre unos exuberantes jardines con árboles cubiertos de flores y altas palmeras precisamente llamadas imperiales.

Último retrato de la Familia Imperial en Petrópolis

Un poco antes de acceder al antiguo palacio una foto de la familia imperial en blanco y negro antes de partir al exilio europeo me da la bienvenida al que fue su hogar. En la misma entrada del palacio a los visitantes nos ponen un especie de zapatillas con suelo de fieltro para no estropear el suelo de madera original y de paso darle brillo y lustro.

Palacio Imperial Petropolis

Ver a decenas de visitantes arrastrando los pies por las salas del palacio donde residió Pedro II y su familia no tiene desperdicio, así como algunas de las salones como el de la de música, el comedor principal con el servicio original puesto sobre una gran mesa o los dormitorios con sus curiosas cunas y estrechas camas para las princesas solteras.

Una de las cunas del Museo Imperial

No os perdáis los detalles de las caras de algunos cuadros que representan a personajes de la realeza y la nobleza local…los artistas no tuvieron ninguna misericordia con ellos. Las salas más espectaculares son las de la Corona y las del tesoro imperial donde se muestran joyas de diamantes, oro y plata, capas cosidas en oro y piedras preciosas, el cetro real…

Reloj del Museo Imperial

Una advertencia: está prohibido hacer fotografías y hay cámaras además de vigilantes por todos lados. En la sala en penumbra donde se expone la Corona imperial recubierta de perlas y diamantes tras un cristal blindado me vi sorprendido por un vigilante invisible oculto entre las sombras. Cuando saqué a escondidas mi cámara una grave voz a mis espaldas me recriminó: «¡fotografías NO!». ¡¡Vaya susto!! Tras entrar y salir 5 veces en la sala no conseguí verlo, pero estaba ahí, acechando en las sombras como un ninja en la noche y dando sustos a los inocentes que como yo pensaban que no iba a haber nadie vigilando «la joya de la corona».

Plaza de D. Pedro II

Cuando salgo del Museo Imperial me entra el hambre y vuelvo sobre mis pasos hacia una esquina de la plaza presidida por el Obelisco dos Colonizadores y la Estatua de D. Pedro II. Aquí se encuentra el D´Angelo uno de los lugares más conocidos de Petrópolis para comer o picar algo y es que sus bolinhos de bacalao recién hechos y aderezados con aceite de oliva se han servido igual durante los 99 años que lleva abierto este histórico local. Y es que otro de los lugares que me recomiendan llamado Casa do Alemâo me queda un poco lejos ya que está en las afueras de la ciudad.

Bolinhos de bacalao del D´Angelo

Tras reponer energías vuelvo a pasar por delante del Museo Imperial y continúo hasta llegar a la Catedral de San Pedro Alcántara ubicada al final de la Avda. Tiradentes y cuya torre de 70 metros resalta entre el verde paisaje.

Catedral de San Pedro Alcántara

Este edificio de estilo neogótico no tiene nada reseñable con la excepción de que aquí se encuentran la tumba y mausoleo del emperador Pedro II. En una capilla ubicada a la derecha de la entrada se encuentra un doble sarcófago tallado en mármol de Carrara tras un alto enrejado que impide el paso.

Mausoleo del emperador Pedro II

Aquí yacen los restos de Pedro II y la emperatriz Teresa Cristina desde que fueron trasladados desde París en la década de 1920. A destacar también las ventanas con vidrieras de colores no solo en esta capilla sino en el resto de la catedral. Aunque de estilo moderno no dejan de resultar curiosas.

Tras pasar delante de la Casa de Barón de Mauá, la siguiente parada la hago en el Palacio de Cristal un invernadero construido en Francia y muy parecido al que existe en el Parque del Retiro de Madrid aunque más pequeño.

Palacio de Cristal

Además de sus jardines y del propio edificio construido a base de de hierro y cristal, este lugar tiene un importantísimo valor histórico: aquí se firmó la Ley Aúrea el 13 de mayo de 1888 por la cual se abolió de forma inmediata e incondicional la esclavitud en Brasil, ley promovida por Pedro II e instaurada por su hija la princesa Isabel I de Bragança. Justo el día de mi visita me encuentro con una exposición de orquídeas y me harto a hacer fotos disfrutando del colorido y de la belleza casi carnal de la que es mi flor preferida.

Orquidea

Orquidea 2

Orquidea 3

Ya que el calorcito aprieta es el momento ideal de visitar la fábrica (abierta en 1853) y el Museo de la cerveza Bohemia ubicado muy cerca del Palacio de Cristal. Pago 19,5R por la entrada completa que incluye la degustación de dos tipos de cerveza y me adentro en este moderno museo de la cerveza donde cuentan la historia y milagros del dorado líquido y su complejo proceso de elaboración mientras se recorren las instalaciones de la fábrica y se conoce la historia de las familias alemanas asentadas en Petrópolis.

Fábrica de cerveza Bohemia

Mmmhh...a la rica cerveza Bohemia

Un lugar que os recomiendo visitar, además de por la cata de cerveza, por la amabilidad y simpatía de todos los guías y porque al finalizar la visita hay una estupenda terraza donde tomar un «chopp» de Bohemia (una caña) acompañada de un «cachorro quente«, o sea, un perrito caliente, o una «linguiça suiza» una especie de salchicha machacada y rebozada muy popular por aquí.

Así de contento salí de la fábrica de cerveza Bohemia

Recorro ahora la Avenida Koeler plagada de palacetes y grandes casas pintadas de colores claros y decoradas con forjados de hierro, barandas y amplios ventanales rodeados de jardines arbolados y llenos de flores.

Detalle de uno de los palacetes de la Avda. Koeler

Esta es la zona fundacional de la ciudad y aquí se nota ese toque de elegancia centroeuropea inmersa entre una vegetación que se lo comería todo si la dejaran, quizás la zona más hermosa de Petrópolis. Aquí está la Casa da Princesa Isabel y el Palacio de Rio Negro, residencia veraniega de una veintena de presidentes de la República y en cuyo interior lo único destacable es el maravilloso suelo de madera original.

Detalle decorativo de un techado forjado del Palacio de Río Negro

Palacio Rio Negro o de los Presidentes

Suelo del Palacio Rio Negro o de los Presidentes

Sigo caminando hacia la Praça da Liberdade entre palacetes y postes repletos de cable eléctricos que cubren las calles y rivalizan con las ramas de los árboles. A mi lado pasan a veces esas calesas llamadas aquí Vitorias y que ofrecen recorridos turísticos por la ciudad. Su parada principal se encuentra frente al Museo Imperial.

Maraña de cables eléctricos

También aquí, sobre una ladera, se encuentra la pequeña casa blanca y de postigos verdes en las ventanas del aviador más famoso de Brasil: Santos Dumont. Esta casa, conocida como La Encantada se ha convertido en el Museu Casa de Santos Dumont y guarda algunas curiosidades como no tener divisiones entre las habitaciones, no tener cocina ya que Santos Dumont se la hacía traer a diario, o la forma de las escaleras donde por narices tienes que empezar a subirlas con el pie derecho. Aparte de eso, poco más.

Quedan todavía algunas cosas por visitar pero prefiero dejarme llevar y pasear entre avenidas ajardinadas y cuidados palacetes reconvertidos en pousadas en el centro histórico mientras a lo lejos aparece una de las estampas más conocidas de la ciudad.

Catedral de Petrópolis

También paso por calles llenas de ferreterías y locales de material de construcción (aquí no se para de construir) en las zonas más nuevas. Pero lo mejor son  las sonrisas despreocupadas de la gente que pasea por las plazas, jardines y calles más comerciales dándole a Petrópolis un ambiente de ciudad habitable, tranquila y desde luego más barata que Rio. Por cierto, me recomendaron visitarla en Carnavales para vivir unos días de fiesta sin el miedo a los robos y la violencia que estropean los de Rio o Bahía. Un dato muy a tener en cuenta.

Jóvenes de Petrópolis con su cómodo uniforme del colegio

La verdad no me había planteado pasar más de un día aquí, pero en la Oficina de Turismo me comentaron que en los alrededores se pueden hacer excursiones muy interesantes como la que en unos 3 días va de Teresópolis a Petrópolis durmiendo en Pousadas, subiendo a algunas de las más altas montañas de Brasil como el Dedo de Deus de 2.400 m., atravesando la selva entre cascadas y una belleza selvática casi virgen. Hay una empresa llamada Terra Brazil que organiza este trayecto que dejo apuntado en mi agenda para una próxima ocasión.

Estatua de Dom Pedro II

De nuevo en la Rua do Imperador paso a despedirme de la estatua pensante del rey D. Pedro II y me acerco hasta uno de los restaurantes más renombrados de la ciudad, la Churrascaría Majorica donde al parecer tienen una carne excelente. Pero es pronto para cenar y decido regresar a la ajetreada Rio dejando atrás esta ciudad donde todavía flota un cierto ambiente romántico más propio del XIX europeo y que tanto choca en el Brasil de hoy.

Detalle decorativo

Sin duda una visita recomendable para una escapada de fin de semana o si quieres escapar del bochorno y del bullicio del mundanal ruido para perderte entre las montañas de la Serra dos Órgãos a poco más de una hora de la capital carioca.

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