Cabo Polonio, o cómo sentirse casi en el fin del mundo.

Cabo Polonio es uno de esos lugares del mundo donde uno puede sentir el privilegio de estar solo, de no encontrarse con nadie si no quiere. Lugares donde perderse en una Naturaleza apenas alterada donde sólo el viento, el mar y las dunas de arena imponen los límites físicos.

Entornos donde poder reencontrarse con uno mismo disfrutando del rugir del oleaje y de atardeceres de ensueño. Sin nadie cerca. Lugares así son cada día más difíciles de encontrar. Y Cabo Polonio es uno de ellos.

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Ubicado en el sudeste de Uruguay y lindante con la frontera brasileña se encuentra el departamento costero de Rocha. Aquí, al igual que en el resto del país, abundan las explotaciones ganaderas de vacuno. Aunque también te puedes encontrar preciosidades como esta:

Ovejita en Rocha

Pero son otros los atractivos que me han llevado al menos 3 veces a alquilar un coche en Montevideo y tras dejar atrás el balneario de Punta del Este, adentrarme en este territorio escasamente poblado.

La ruta 9 que lleva por el interior desde Punta del Este hasta Rocha no ofrece muchos alicientes. Así que al llegar a la circunvalación de Rocha tomo la ruta 15 hacia el balneario de La Paloma para luego tomar la ruta 10. La carretera bordeada de bosquecillos de eucaliptos y grandes praderas de hierba se vuelve a veces un camino de tierra en el que hay que prestar mucha atención para no derrapar en una curva. Son casi 50 km en los que hay que rodar despacio hasta el lugar indicado para acceder a Cabo Polonio.

Aquí, en el km 264.5, se encuentra la Terminal Puerta de Polonio desde donde parten los camiones 4×4 que llevan hasta este pequeño poblado de casas sin electricidad ni agua corriente ubicado en un cabo rocoso entre dos grandes playas.

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También se puede optar por alquilar caballos o recorrer a pié los 6 km de dunas y arena que distan entre la carretera y Cabo Polonio. Sin duda la opción más cómoda es la de subirse a uno de esos pequeños camiones 4×4 tras comprar el billete de ida y vuelta por 200 pesos en la taquilla del Centro de Recepción de visitantes. Dejar el auto estacionado a la sombra de los pinos  os costará 190 pesos más. Bien, para empezar no está mal ¿verdad? Una vez subidos en la parte trasera del 4×4 el viaje discurre entre caminos arenosos bordeados de matorrales en flor y extensos pinares.

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Pronto el bosque queda atrás y da paso a una playa de fina arena donde al fondo podremos ver el conjunto de pequeñas casas arracimadas entre el mar, las dunas y el azul del cielo.

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Cabo Polonio es uno de esos lugares al que a uno le emociona saber que aún existen. Es una mezcla entre un árido paisaje combinado con fantásticas dunas, un mar bravío, playas desiertas y reminiscencias del movimiento hippie de la década de los 60.

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Existe aquí una especie de amalgama anárquica que se puede apreciar en la forma desordenada de construir esas pequeñas casitas de madera y chapa pintadas de colores, y plantadas donde a cada uno le da la gana. Este espíritu libertario todavía está presente en muchas de las personas que literalmente invaden este lugar de diciembre a febrero. El resto del año es un lugar ideal para alejarse del mundanal ruido.

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Hoy en día ya no se puede construir en el Cabo. Y menos mal porque la situación estaba comenzando a desmandarse. Hasta hace algunos años esta pequeña población de pescadores ubicada a los pies de un faro marítimo era un lugar realmente perdido. Hoy conserva parte de esa magia de lugar olvidado aunque debido a la presión del turismo se ha tenido que limitar el número de construcciones que estaba alterando el sistema dunar de las playas declarando la zona parque natural. Además se ha prohibido la acampada libre y se están llevando a cabo acciones de protección del bosque de pinos costeros y de las colonias de lobos marinos.

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La mejor época para visitar el Cabo Polonio es la primavera en los meses de octubre y noviembre, antes de que la avalancha veraniega de turistas invada la zona, o al final del verano austral. El invierno es frío y húmedo y el verano muy caluroso, así que la elección está clara. Aunque durante las vacaciones estivales abren algunos hostales con servicios más bien precarios, la verdad es que durante el resto del año aquí apenas hay un par de sitios más o menos decente donde quedarse. Uno de ellos es La Perla del Cabo, un pequeño hotel ubicado en la misma orilla del mar.

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La Perla del Cabo se encuentra al final del camino principal andando hacia el faro. Está construido en cemento y madera y tiene un puñado de habitaciones espartanas con vistas al mar frente a una hilera de hamacas. Su terraza de madera a menos de 20 metros de la orilla invita a quedarse y a tomar algo mientras la vista se pierde en el infinito. Pero el sol comienza su declinar y no puedo desaprovechar la magnífica luz de la tarde.

A un lado del Cabo tenemos la Playa de las Calaveras y al otro la Playa Norte. El sol va marcando los contornos y alargando las sombras. Disfruto como un niño fotografiando el paisaje, las casitas como de juguete, los animales, las rocas, las formaciones de dunas…

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Dice la leyenda que en uno de los numerosos naufragios de un barco con cargamento de animales, la playa quedó llena de animales muertos de ahí el nombre Calaveras. Y hablando de naufragios, al parecer Polonio era el nombre de un galeón español que naufragó aquí dando nombre a este rocoso cabo. y es que uno de los frentes del cabo es un mar de rocas donde una colonia de leones marinos viven en estado de libertad. Las casas están esparcidas a su libre albedrío a lo largo de todo el cabo entre sus dos playas, y puede que con un caballo o un viejo jeep amarrado al «garaje». Son casas pequeñas donde no hay luz eléctrica a no ser proveniente de un generador, ni agua corriente. Os podéis empezar a hacer idea del tipo de lugar donde me encuentro ¿verdad? Pues si no sois capaces, mirad este vídeo en el que te muestro Cabo Polonio como no lo has visto nunca:

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Hay pocos sitios en todo el cabo para alojarse que tienen luz y agua pero a las 12 de la noche deja de funcionar el generador eléctrico. Qué lujazo ¿no? Por lo tanto os recomiendo que llevéis una linterna que os será muy útil para daros un paseo por la playa bajo la luz de las estrellas.

Decido acercarme hasta el faro caminando por la hierba y bajo un límpido cielo azul. Las vistas son sencillamente espectaculares y no paro de apretar el obturador de la cámara. Sin tiempo que perder continúo paseando a lo largo del cabo sorprendido por el contraste de la verde vegetación que crece entre las dunas y las rocas.

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El atardecer es un momento mágico mientras el sol cae y el cielo se tiñe de tonalidades anaranjadas. En las rocas a los pies del faro, los lobos marinos rugen mientras las olas del Atlántico se abaten con fuerza sobre ellos en esta tortuosa costa. Sentarse a observarlos a una prudente distancia en estas horas es una de las cosas que hay que hacer en Cabo Polonio.

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Poco a poco llega la noche y lo que me apetece es una buena cena al lado del mar acompañado de un vinito uruguayo que dicho sea de paso no están nada mal. Unos buñuelos de algas marinas y un pescadito de la zona…..brótola. ¿Qué os parece?

El sonido de las olas y la buena conversación con la señora que atiende el restaurante y con una pareja de viajeros hacen el resto. La cena acaba y el cansancio es grande, pero antes me queda una cosa por hacer. ¿Os he dicho que en Polonio no existe alumbrado público? No os podéis imaginar el cielo estrellado que os espera. Las noches sin luna son inolvidables. Me tiro en la hierba y disfruto de un espectáculo increíble amenizado con alguna que otra estrella fugaz. Había tantas estrellas que se formaba una mancha enorme en el cielo, la Vía Láctea. ¡Qué gozada! Este era, sin duda, el colofón a un día maravilloso.

Amanece en Cabo Polonio entre tonos grises y anaranjados del cielo. Antes de desayunar me doy un buen paseo por la playa sin absolutamente nadie a la vista. Sólo me rodea una ligera bruma marina con olor a yodo que se despeja rapidamente bajo los rayos del sol.

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La mañana trascurre entre caminatas y paseos exploratorios en los que me pierdo entre las casitas fotografiando sus decoraciones. Alrededor de muchas de ellas gallinas, patos, pavos y caballos se pasean a su gusto o buscan comida entre la hierba.

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Y estando aquí es inevitable acercarse a visitar a los lobos marinos que se aferran a las rocas soportando sin inmutarse el baño de espuma marina. Cazados durante muchos años, estuvieron a punto de desaparecer de esta costa. Hay una pequeña alambrada que intenta mantener alejados a los curiosos de la zona de rocas batida por el mar donde los lobos retozan al sol. Ellos miran precavidos de vez en cuando a todo aquel que se aproxima a su territorio, así que no intentes acercarte demasiado. Algunos de los machos son animales realmente poderosos, y más rápidos de lo que parecen.

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Sí, es cierto que no hay «mucho que hacer» en Cabo Polonio y en eso precisamente radica gran parte de su encanto. Pero una cosa que sí puedes y debes hacer es subir a lo alto del faro que está abierto de martes a domingo de las 10:00 a las 13:00 y luego desde las 15:30 hasta el atardecer.

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Los 15 pesos de la entrada permiten acceder por la estrecha escalera de caracol hasta el privilegiado mirador desde el que podremos observar todo este tramo de costa. Desde lo alto veremos justo enfrente las Islas de Torres, los lobos marinos allí abajo en las rocas, las dunas, las casitas dispersas a nuestros pies y la inmensidad del océano que nos rodea. Y con suerte, en las mañanas claras, ver pasar a las ballenas francas en su época de migración que coincide con los meses de primavera.

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El tiempo adquiere aquí otra cadencia y los ritmos del día marcados por el sol me hacen pensar en tiempos pasados. Pero es hora de seguir camino. Es viernes y a la zona donde se encuentran las tiendas, los puestos de artesanías y la zona de juegos infantiles comienzan a llegar camiones cargados de visitantes para pasar el fin de semana.

Cabo Polonio Gonzalo Mesquita

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Con desgana me subo al camión que me llevará de vuelta al mundo “civilizado” para dejar atrás estos espacios de soledad y libertad. Me queda la sensación de que en Cabo Polonio el tiempo parece haberse paralizado en algún momento indeterminado. Los bosques de ombúes y los palmerales de Rocha me esperan.

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