De Soweto al Museo del Apartheid.

Hay lugares en Sudáfrica que nos encogen el alma, sacuden cualquier espíritu y despiertan nuestra adormilada conciencia. Lugares como las barriadas de chabolas que rodean Johannesburgo, Pretoria o Ciudad del Cabo donde las calles son de polvo y barro.

Donde las casas se construyen con plásticos y planchas de metal, donde los niños crecen entre la basura y donde se hacinan familias enteras en unos pocos metros cuadrados. Soweto es una de esas «townships» como se llaman aquí a estas ciudades que crecieron en las afueras de las «ciudades blancas» reservadas a los «no-blancos», que a pesar de los años de democracia sigue manteniendo zonas que parecen ancladas en los peores años de la exclusión racial del régimen del Apartheid.

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Soweto 1110663.

A pesar de todo merece la pena visitar estos lugares para conocer de primera mano una realidad que se escapa al extranjero y de paso conocer algo de la agitada y vibrante historia más reciente de este país.Porque todavía aquí se vive una realidad muy dura donde las carencias en higiene y educación se suman al hambre que muestran muchos de los niños que veo jugando entre charcos, polvo y basura. Es por eso que recomiendo visitar Soweto y muy cerca de allí el Hector Pieterson Museum dedicado a este joven estudiante asesinado durante las primeras manifestaciones contra las leyes de educación impositivas del régimen racista del Apartheid, y al movimiento de protesta que se inició tras su muerte en Soweto.

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Y de paso visitar uno de esos museos imprescindibles que guardan la memoria de unos tiempos y un sistema político basado en la exclusión racial y la privación de derechos y libertades que jamás debieron ser vividos, pero cuyo recuerdo contribuye a que no regresen jamás: el Museo del Apartheid.

.Apartheid Museum.

Situado a 5 km del centro de Johannesburgo junto al parque de atracciones de Gold Reef, bien visible gracias a las viejas torres de ventilación de la vieja mina de oro que se encuentra justo debajo, se encuentra el Apartheid Museum, otra de las paradas obligatorias para cualquier visitante de la capital sudafricana. El exterior del edificio de ladrillo visto, suelos de cemento y formas geométricas que alberga el museo no es nada del otro mundo. Pero lo interesante comienza al adquirir la entrada de plástico del tamaño de una tarjeta de crédito y darnos cuenta de que las hay diferenciadas para blancos y para negros. Es el primer paso para adentrarnos en un mundo en el que la diferenciación racial se hacía de forma abierta y obligada por ley.

.Apartheid Museum 2

Entradas diferenciadas para blancos y para negros. La diferenciación y la exclusión se dejan sentir desde que entramos en el Museo.

Llego a la entrada al museo y aquí me topo con dos puertas con los carteles escritos en inglés y afrikáner, una sólo para blancos y otra para negros. Ambas llevan al interior del museo por caminos paralelos, pero permiten sentir al visitante la incomodidad de la imposición y la diferenciación mientras caminamos entre verjas metálicas, carnés de identidad racial y carteles anunciando controles médicos y policiales para ver de qué color es nuestra piel. Por supuesto es una simulación, pero efectista y que muestra cómo eran las cosas en Sudáfrica hasta hace menos de 20 años.

.Apartheid Museum 3

 Durante el apartheid las tarjetas de identificación indicaban los rasgos raciales del portador.

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A partir de aquí hay un auténtico despliegue de fotografías y paneles que explican la historia de Sudáfrica y de cómo se llegó a establecer el régimen del apartheid. A continuación una exposición relata la creación de los townships y el desarrollo de las normas cada vez más estrictas que regían la vida de los sudafricanos, las desigualdades que provocaban y las situaciones kafkianas de un mundo encerrado en sí mismo.Sólo tenéis que leer el cartel de abajo sobre los llamados «camaleones» para haceros una idea del absurdo al que se llegó en este país hace apenas unas décadas.

.Apartheid Museum 5.

Las fotografías y los vídeos parecen sacados de una película de terror. Hay salas donde las horcas cuelgan del techo representando a los ejecutados durante ese periodo reflejando la atmósfera y el régimen de represión y horror en el que fue degenerando el sistema. Esta deriva hacia la nada se enfrentó primero a las primeras revueltas de los años 70, a las detenciones de los dirigentes opositores simbolizados por Nelson Mandela y sus compañeros del Congreso Nacional Africano. Luego a los muertos en las manifestaciones y a la lucha de una mayoría negra por alcanzar los mismos derechos que los blancos tras ser oprimida hasta extremos absurdos.

.Apartheid Museum. Precaución: cuidado con los nativos.
Celdas para prisioneros en el Apartheid Museum

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Las imágenes de los informativos de la televisión en las que se ven a las fuerzas de seguridad entrando a tiro limpio en los suburbios negros, las bombas lacrimógenas, los camiones de la policía atacados con cócteles Molotov y las imágenes de heridos y gente corriendo despavoridos acaban por sumergirnos en un periodo más reciente de la historia de lo que creíamos a priori. Y es que de todo esto apenas han pasado 25 años.

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En el museo podremos subir a bordo de uno de estos vehículos, los Casspir, los más utilizados por la policía durante el apatheid para entrar en los townships y reprimir las manifestaciones contra el régimen.

La exposición avanza hacia los momentos de aislamiento internacional del régimen sudafricano y los primeros signos de apertura que finalmente llevaron a las primeras elecciones democráticas ganadas en 1994 por Nelson Mandela. Los años posteriores de asentamiento del gobierno del CNA todavía débil con la oposición frontal de los afrikáners de extrema derecha y los zulús de Inkatha que acabaron con miles de muertos y casi provocan una guerra civil, ocupan las últimas salas del museo. Y finalmente la reconciliación de blancos y negros promovida contra viento y marea por el gran protagonista de este periodo, Nelson Mandela, y conseguida a duras penas tras estar enfrentados durante generaciones.

.Apartheid Museum 7..

Es este un museo de imágenes poderosas en el que el visitante es conducido en zigzag entre diferentes salas, unas oscuras, otras de techos elevados, otras con celdas e instrumentos de represión y sonidos que dejan claro que el apartheid fue algo más que un sistema político injusto e inmoral.

Al salir es necesario darse un tiempo de reflexión para pensar no sólo en lo evidente, en la ignominia del apartheid, sino también en la grandeza moral y en la lucha por la libertad de un pueblo oprimido que enseñó al mundo cómo ganar sus derechos sin buscar venganza. Es la lección final que se puede extraer, la de la reconciliación de un país que ha vivido enfrentado durante décadas y que ha decidido encarar su futuro con renovadas esperanzas a pesar del sufrimiento pasado y de los acuciantes problemas del presente.

.Apartheid Museum 8.

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