El Parque Nacional de los Tres Ojos.

Recorrer las calles empedradas y en constante restauración del centro histórico de Santo Domingo supone un ejercicio de imaginación histórica. Las viejas casas y palacios coloniales construidos en piedra de arrecife por los españoles hace 500 años son lo que queda de un mundo desaparecido.

Curiosamente ni en la época de la presencia española ni tras la fundación de la República Dominicana, los habitantes de la capital se percataron de la existencia de un lugar realmente curioso a muy pocos kilómetros de sus casas. Un lugar bajo tierra que sí conocían los indios taínos y donde al parecer celebraban algunos de sus ceremoniales.

Alcazar de Colon Santo Domingo viajesyfotografia

Ese espacio natural permaneció olvidado durante siglos. Hasta que fue redescubierto en el año 1916 durante la ocupación norteamericana del país producida entre 1916 y 1924. La gran caverna subterránea donde afloraban pequeños lagos de agua dulce trasparente y cristalina de color azulado se convirtió inmediatamente en todo un reclamo para bañistas y curiosos. Fueron décadas de las que todavía hoy se cuentan historias de desaparecidos y ahogados.

No fue hasta el año 1972 en que el conjunto de cuevas y lagunas se declaró zona protegida con el nombre de Parque Nacional de los Tres Ojos. El nombre hacía referencia a las tres lagunas subterráneas aunque posteriormente se descubrió una cuarta, la más grande y que se encuentra al aire libre. La intención de esta declaración era preservar la belleza natural, el entorno y la fauna y vegetación del lugar.

Reconozco que soy de esas personas a las que les gusta el mundo subterráneo. Y no pierdo oportunidad de adentrarme en una cueva o una gruta para admirar la belleza natural, primigenia y misteriosa de estos entornos muchas veces desconocidos. Por eso en cuanto oí hablar de del Parque de los Tres Ojos en Santo Domingo sabía que sería cuestión de tiempo acercarme hasta allí.

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Cómo llegar

Pues es tan fácil como parar a un taxista y decirle que te acerque hasta el Parque de los Tres Ojos. Aunque muchos turistas no han oído hablar jamás de este lugar, es bien conocido por todos los habitantes de la capital. Si os alojáis en Bávaro, Punta Cana, Uvero Alto, Cap Cana o Bayahibe podéis aprovechar de paso para hacer una excursión organizada a la capital. Desde la Zona Colonial se cruza la desembocadura del río Ozama y se deja atrás la mastodóntica mole de hormigón del Faro a Colón en cuyo frente se encuentra el «papamóvil» utilizado por Juan Pablo II en su visita a la isla. Una obra que en su momento fue muy polémica por su elevado coste y por su escaso, más bien nulo, acierto estético y funcional. Poco después se llega a la entrada del Parque. El recorrido lleva apenas 10 minutos y cuesta unos pocos pesos.

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Es cierto que desde la superficie no se ve nada reseñable. Paseantes que se adentran entre la vegetación tropical, puestos de recuerdos en los que se vende algo de artesanía local, guías que ofrecen sus servicios a los turistas y poco más. A la vista queda una pequeña caseta verde donde se adquiere la entrada por 200 pesos para turistas, unos 4€, y 100 pesos para los locales. A su lado una pronunciada escalinata se adentra directamente bajo la superficie terrestre. Es la vía de entrada a un mundo imposible de apreciar desde el exterior.

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Bajo tierra

La caverna del Parque de Los Tres Ojos se formó hace miles de años tras un cataclismo que provocó el desplome de parte de una gran cueva subterránea. Fue entonces cuando algunas partes del río subterráneo que la recorría quedaron entonces a la vista. Es una rareza natural de origen kárstico que se hace visible en su belleza apenas iluminada en cuanto descendemos por la empinada escalinata. A la vista queda un gran espacio abierto bajo la tierra apenas iluminado por la luz de la mañana.

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Sin apenas transición entramos en otro mundo. Allí abajo está el primero de los lagos de tonalidades azuladas del parque, el Lago de Azufre. Aunque cuando uno se acerca hasta la orilla descubre que ese polvillo que cubre el fondo y que parece flotar en la superficie es en realidad carbonato cálcico disuelto de las rocas circundantes. Con apenas 3 metros de profundidad, lo primero que uno piensa es en quitarse la ropa y zambullirse en esas frescas y limpias aguas celestes. Pero no vas a poder. El baño está totalmente prohibido.

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Sigo la senda marcada rodeado de una densa vegetación. El suelo está cubierto de palmas y altos helechos mientras que desde lo alto las lianas caen desde las aberturas en la superficie rocosa. En unos minutos alcanzo la escalera que baja hacia el segundo lago denominado La Nevera.

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¿Y por qué se llama La Nevera? Porque aquí no llega la luz directa del sol y a medida que se desciende uno tiene la sensación de meterse en un refrigerador. Y es algo que se agradece porque el bochorno, el calor y la humedad son una constante en Santo Domingo…menos aquí. Este lago tiene unas dimensiones que sólo permiten su vadeo y su cruce en una lancha de madera empujada a mano por un barquero.

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Aquí la profundidad alcanza los 5 metros y el lago es subterráneo en su mayor parte. Aquí conocí al señor Bienvenido Cabrera que subido a un saliente de la pared de roca y vestido con un bañador espera pacientemente a que los turistas le paguen una propina por verle zambullirse en las oscuras aguas de La Nevera. Tiene más de 60 años y lleva haciendo esto muchos años, así que es la única persona que tiene autorización para darse un chapuzón en las frías aguas del lago. Es la hora de cruzar y desde la otra orilla del lago veo cómo se aproxima desde la oscuridad la lancha de madera cual barca de Caronte. El trayecto de ida y vuelta cuesta 50 pesos que se pagan al regresar al mismo barquero que mueve la lancha tirando de unas cuerdas.

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Al otro lado nos espera el camino que bajo tierra nos lleva por una serie de cavidades hasta el último lago descubierto, el de Los Zaramagullones. Este es el más grande con sus más de 200 metros de circunferencia casi perfecta y su profundidad de unos 6 metros. También es el único de aguas verdosas ya que se encuentra al aire libre en una oquedad rodeada de vegetación tal como pasa con algunos cenotes del Yucatán mexicano. Su extraño nombre viene de una especie de patos que pasan por aquí en su ruta migratoria, una más de las especies animales que como los murciélagos y algunas especies de peces de agua dulce, cangrejos o tortugas habitan en estas cuevas y lagos. Este es un lugar para sentarse un rato a admirar la belleza casi intacta de un lugar desconocido hasta hace unas décadas.

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El regreso se hace por el mismo camino ya que no hay acceso por tierra a este lago. Así que toca hacer el viaje en la lancha y seguir un camino que nos llevará hasta el más escondido de los lagos, el Lago de las Damas. Debido a su pequeño tamaño, sus apenas 3 metros de profundidad y discreta ubicación era el lugar utilizado por las mujeres que venían a bañarse aquí antes de la declaración de parque nacional. Y de ahí le viene el nombre.

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Poco más queda por ver aquí abajo. El regreso a la superficie se hace por la misma escalinata por la que se baja, así que no hay pérdida. Pero una vez arriba sería un error dar por acabada la visita. Os aconsejo internaros por el camino que lleva hasta el mismo borde del lago de Los Zaramagullones. Es un paseo de unos minutos entre caobas, acacias, helechos gigantes, palmas, flamboyanes y arbustos con flores sobre las que revolotean los colibríes. El camino te conducirá directamente hasta un mirador desde donde se puede ver el lago y el entorno que lo rodea.

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Como dato curioso, gran parte de la vegetación del parque fue arrasada en 1998 por el huracán Georges por lo que ha sido replantada. Casi 20 años después y chorreando sudor bajo el sol del mediodía observo que todavía está en proceso de recuperación. Sinceramente, me dan ganas de bajar de nuevo y zambullirme en las frescas aguas de cualquiera de estos lagos subterráneos. Esta sí sería la forma ideal de terminar la visita ¿verdad? Pues os cuento un “secreto”: si vais a primera hora antes de que llegue muchas gente podréis daros un chapuzón en el Lago de Las Damas. Pero que no se entere nadie…

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Información práctica:

– La entrada cuesta 100 pesos dominicanos y el parque está abierto todos los días desde las 8:30 de la mañana hasta las 5:30 de la tarde. Si no os paráis mucho el recorrido os llevará entre una y dos horas, así que es el lugar ideal para una escapada urbana.

– Por unos pesos más podéis decirle al taxista que os haga una parada en el Faro a Colón, un armatoste inclasificable de hormigón cuya construcción costó una auténtica fortuna.

– No contraté guía, pero puedes hacerlo en la misma entrada a las cuevas donde no dudarán en ofrecerte sus servicios.

– Os aconsejo visitar el parque a primera hora de la mañana o ya por la tarde cuando la luz del sol incide indirectamente sobre la superficie de los lagos resaltando su color azulado.

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– Llevar calzado cómodo que se agarre en superficies resbaladizas. Y también algo de beber.

– No vi indicación alguna acerca del uso de trípode así que no te lo olvides. Yo no lo llevé durante esta visita y fue un fallo. La luz escasa en las cavernas, la vegetación umbría y los contrastes entre zonas muy oscuras y muy luminosas convirtieron en todo un reto poder fotografiar este lugar.

– A la salida y si tienes algo de hambre no olvides darte una vuelta por los puestos de frutas tropicales y helados aquí llamados frío-fríos. Y por qué no, darte una vuelta por los puestos de artesanías para curiosear. Eso sí, por favor NO contribuyas a la desaparición del coral comprando piezas elaboradas con este material. Ni con caparazones de tortugas, conchas marinas o especies animales en vías de desaparición. La naturaleza dominicana te lo agradecerá.

– Recuerda que un buen Seguro de Viajes te puede ahorrar preocupaciones y resolver muchos problemas. Así que ni lo dudes. Desde aquí te recomiendo MONDOel seguro de viaje inteligente para viajeros inteligentes.  Además contratando tu seguro desde esta página tienes un 5% de descuento.

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