Sigo recorriendo las Highlands.

El viento helado de las Highlands me zarandea con tal fuerza que casi me impide caminar. La nieve todavía ocupa la cumbre de la que es la montaña más alta del Reino Unido, el Ben Nevis, de tan sólo 1.345 m. Y ahí estoy yo, caminando por sus laderas en esta mañana primaveral con una temperatura de unos 0º C.

Las Highlands.

Uno de esos nombres de la geografía que provoca en muchos viajeros la dilatación de las pupilas y el aumento del ritmo cardíaco. La abundancia de literatura y más recientemente de películas filmadas en este entorno único no han hecho sino aumentar el interés por este lugar tan especial.

Edimburgo parece no tener fin.

Porque es de esas ciudades que hay que saborear poco a poco. Recuerdo el día de ayer y no puedo evitar pensar en la suerte que estoy teniendo. Cuando salgo del hotel aparecen unas nubes y a los 5 minutos está diluviando. Vuelve a salir el sol, sopla el viento y de nuevo aparecen las nubes.

Hace calor en Edimburgo.

Estoy en Edimburgo y un sol primaveral se abre paso entre las nubes iluminando los oscuros edificios de piedra de la capital escocesa. Las rectas fachadas grises y los inclinados tejados de pizarra adquieren diferentes tonalidades. Y esta luz de la mañana invita a recorrer las calles empedradas del centro de esta vieja ciudad cargada de Historia.

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